El alza del euríbor afecta especialmente a los hipotecados de Portugal, España, Irlanda e Italia, los principales países europeos donde tradicionalmente los préstamos para comprar una vivienda se contrataban a interés variable, frente a la opción del tipo fijo, mucho más habitual en Alemania o Francia.

Precisamente en esos cuatro países en los que más hipotecas se concedían a interés variable –ya fuera a euríbor a 3 meses como en Irlanda o Italia, a 6 meses como en Portugal, o a 1 año como en el Estado– es también donde el saldo hipotecario vivo se encuentra ahora claramente por debajo de los niveles de 2007.

Además, al calor de unos tipos históricamente bajos en la zona del euro, los bancos de estos países impulsaron la comercialización de préstamos a tipo fijo, aumentando el peso de estas hipotecas. Sin embargo, siguieron comercializando préstamos ligados al euríbor, que ahora, al ser revisados, se irán encareciendo.

En Portugal casi un 33% de las nuevas hipotecas se firmaban justo antes del verano a interés variable y en Italia, algo más del 25%. En el Estado ese porcentaje históricamente muy alto rozaba el 20%. En cualquier caso, en la actual coyuntura, la clave está en el perfil del cliente que suscribió la hipoteca, con independencia de que fuera a interés variable y suba tras su revisión, o a tipo fijo, donde la cuota se mantiene pero el hipotecado puede ver reducida su renta disponible por el mayor coste de la vida.

Hogares de bajos ingresos

El BCE explica en su último informe de Riesgos para la Estabilidad Financiera que los hogares de bajos ingresos se han visto afectados “de manera desproporcionada” por el aumento de los precios y los tipos de interés, ya que gastan una proporción mucho mayor de ingresos en necesidades básicas, especialmente energía y alimentos. Es precisamente eso, unido al escaso margen de ahorros, lo que les coloca “en una posición más vulnerable”. Un hogar tipo de renta media destina aproximadamente el 34% de sus ingresos a los gastos esenciales –alimentos, energía y vivienda– por lo que le queda capacidad para ahorrar o comprar bienes de consumo duraderos.

Por el contrario, una familia que se encuentra en el quintil de ingresos más bajos gasta alrededor del 70% en sus necesidades básicas, por lo que un aumento del coste de la vida del 10% reduciría el poder adquisitivo de estos hogares en algo más del 20%, frente al 5% que lo haría para los de rentas medias. A pesar de esta realidad, el supervisor cree que el efecto del aumento de los tipos de interés será menos crítico a corto plazo, ya que una gran parte de las hipotecas en Europa son a tipos fijos.

En el caso de Portugal, España, Irlanda e Italia, por el ya mencionado mayor peso de las hipotecas variables en la cartera viva, el resultado podría ser un aumento pronunciado en los costes del servicio de la deuda, especialmente para los que han disfrutado de tipos de interés bajos en los últimos años.

El BCE también destaca que, en términos generales, la mayor parte de las hipotecas se conceden a hogares con mayores ingresos, aunque reconoce que existen diferencias significativas entre países y podría ser un “problema” en los que hay una mayor proporción de préstamos a la población con ingresos más bajos.