Justo hace ocho años, a finales de octubre de 2014, el primer presidente de Kutxabank, Mario Fernández, defendió la apertura del accionariado del banco. Planteó competir “en un Ferrari y no en patines” con el resto del sector financiero estatal.

“Yo llamo Ferrari a lo que pueden hacer todos los demás de la lista. Todos los demás de la lista o cotizan en Bolsa o han asumido ya el compromiso frente al Banco de España de cotizar en Bolsa. Bueno, yo me quedo en el escalón anterior, empezar abriendo el capital”, apuntó en un nuevo intento de dar el primer paso para convertir a la entidad financiera de las antiguas cajas de ahorro vascas en una empresa cotizada.

Fernández dimitió un mes después y no fue posible desligar una cosa de la otra. Dio la impresión de que abandonaba la partida tras haber lanzado sin éxito un hórdago para cambiar la reglas del juego.

Lo cierto es que casi una década después, Kutxabank conserva una solidez que le permite ser el primero de la clase del sistema financiero estatal en cuestiones como la solvencia y no estar expuesto a los vaivenes de las entidades cotizadas. Además, sigue suministrando munición en forma de dividendo a las fundaciones bancarias BBK, Kutxa y Caja Vital para su obra social.

De hecho, según un informe elaborado por Deusto Business School (DBS), la estructura societaria actual “protege” la labor social de las tres históricas cajas de la CAV. Son el rescoldo muy vivo de un sistema que ha desaparecido en prácticamente todo el resto del Estado.

En el caso vasco, el Banco Central Europeo puso unas condiciones muy duras para conservar el estatus. BBK es propietaria de un 57% de la sociedad, Kutxa posee el 32% y Caja Vital, el 11% restante. El BCE puso el foco en la participación mayoritaria de la antigua caja vizcaina y puso sobre la mesa dos opciones. El plan A, el más sencillo, obligaba a BBK a quedarse solo con un 40%, colocar en el mercado el resto y perder el control del banco.

El plan B tenía la apariencia de una etapa pirenaica del Tour: crear un fondo de reserva de algo más de 235 millones de euros para evitar que un hipotético desplome del banco obligara a las administraciones a quemar dinero en el rescate. Ese es el camino que escogió la Fundación BBK y que la Universidad de Deusto avala con un informe en el que se detallan en varios escenarios las pérdidas que habría generado una salida a Bolsa del 17% del banco vasco.

Pérdidas por la salida a bolsa

Básicamente DBS ha calculado la pérdida valor de Kutxabank en función del momento en el que se abriera el capital a la renta variable. Y desde el otoño de 2015 hasta el de 2021 no hay un periodo bueno para pisar el parqué. Tomar la decisión a finales de 2019, a las puertas del confinamiento, habría ocasionado unas pérdidas de más de 1.830 millones de euros a BBK como titular de esas acciones que cambiaban de manos.

Pero a finales de 2016, la factura de una salida a Bolsa habría arañado en casi 2.000 millones los recursos de la fundación bancaria vizcaina. La renta variable fue ese curso una jungla sin salida para todos los valores. Fue el año de la aprobación del Brexit, de la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y, en el ámbito doméstico, de los diez meses de Mariano Rajoy como presidente en funciones.

Ni los mejores equipos del mundo pueden jugar bien en un campo con el césped en malas condiciones y la Bolsa tiene la hierba muy alta desde hace tiempo. La pérdida media de valor de la acción de Kutxabank se sitúan en 1.551 millones, según el informe de Deusto Business School.

Aunque el estudio no lo cita, ese deterioro puede trasladarse de forma proporcional a las otras dos fundaciones bancarias en función de su participación en el banco. Es decir, Kutxa habría perdido 870,7 millones de media y Caja Vital, 299,3.

“El principal impacto negativo hubiese venido derivado de la minusvalía en el precio de venta y del deterioro inducido en el valor contable de las acciones mantenidas en propiedad, habiendo utilizado para calcular este valor datos reales procedentes del mercado, que además han quedado refrendados por el precio real de las operaciones de salida a Bolsa efectuadas por fundaciones bancarias en este periodo”, indica el informe de DBS.

El estudio está firmado por Guillermo Dorronsoro, Virginia Gómez e Iván Soto, los tres responsables de diversas áreas de La Comercial de Deusto. Y concluyen que “queda demostrado que la decisión de no salir a Bolsa ha protegido de forma efectiva el valor de la Fundación BBK que, en última instancia y a través de su obra social, redunda en el conjunto de la ciudadanía de Bizkaia”.

A esta reflexión, que cabe trasladar a los otros dos territorios históricos, hay que añadir datos objetivos del mercado.

En un parqué contaminado por las turbulencias, el gran aspirante bancario a dar el salto a Bolsa, Ibercaja, se parece cada vez más a ese soltero que siempre encuentra una excusa para no subir al altar. La entidad aragonesa ha aplazado en septiembre sine die la operación tras varios aplazamientos. El entorno económico y financiero no invita en estos momentos a alegrías de ese tipo, y directivos de Ibercaja han reconocido recientemente que el modelo de Kutxabank es el que más se ajusta a su perfil. Ibercaja también tuvo que decidir si dotaba un fondo de reserva o salía a Bolsa. Apostó por abrir su capital, no ha encontrado momento para hacerlo, pero el camino ya no tiene vuelta atrás.

Dividendo y beneficios

166 millones de euros. Las fundaciones bancarias Bilbao Bizkaia Kutxa, Caja Vital y Kutxa recibieron en 2019 algo más de 166 millones a cargo de los beneficios de 2018. Kutxabank repartió entonces el 50% de sus beneficios entre sus accionistas. Tras las restricciones de dividendo por el coronavirus, ha repartido el 60%.

250 millones de euros. Kutxabank ha ganado 250 millones en los primeros trimestres del año, en línea con los 254 millones registrados en el mismo periodo de 2018.