De alguna forma, Ricardo Barkala ha vuelto a sus orígenes. Con 19 años embarcó como marino en un Puerto de Bilbao irreconocible hoy en día. Aquella dársena de 1974 no se parece en nada a la actual, tras 30 años de ampliaciones que están a punto de concluir. En el mar alcanzó el título de Capitán de Marina Mercante. En tierra ha sido un histórico de la política municipal de la capital vizcaina, después viceconsejero de Empleo y regresó al Consistorio bilbaino como mano derecha del actual alcalde hasta que hace tres años asumió la presidencia del principal puerto del Cantábrico. Un puesto que parece haberle esperado durante toda una vida laboral y para el que tiene muchos mimbres de cara a dejar un gran legado: una compañía competitiva y al servicio de la economía vasca.

Hasta ahora el tráfico en el Puerto de Bilbao es inferior al del año pasado. ¿Acabará el año por encima?

—Sí, solo faltaba que no llegáramos a los datos de 2020. Me suicido. El año de referencia es 2019, porque 2020 fue lo que fue, muy malo. Terminar este año en torno o algo por encima del año pasado no es lo que yo quería. Pero se nota que empieza a haber una remontada, un movimiento. Vamos a mejor y a finales de 2022 espero homologarnos a las cifras de 2019. Sería un año normalizado. Este año creceremos un 5% o un 6% respecto al 2020.

Que fue un año perdido para gran parte de la actividad económica.

—Al puerto de Bilbao le han penalizado básicamente dos cuestiones: la pandemia y la huelga de la estiba. La pandemia como a todos los puertos, aunque nuestro caso más del 50% de nuestros tráficos son graneles líquidos, sobre todo Petronor, y con la pandemia y debido a la movilidad reducida, la demanda cayó en picado. Petronor acaba de abrir en octubre la segunda línea de refino y para nosotros es importante porque los barcos que trae son grandes y los tráficos, las toneladas que se mueven son muy elevadas. Cuando Petronor va mal nos penaliza, ahora que la demanda se está incrementando y está permitida la movilidad nos benefician sus descargas en los pesos brutos.

Sin embargo, el comercio internacional no está en forma. ¿Está afectando al Puerto?

—Estar en los niveles de 2019 es el objetivo. Fue un año bueno, podríamos estar un poquito por encima, pero, si nos quedamos por debajo, estaría bien. Es cierto que la cadena logística está en un momento convulso, está desajustada. Se ve en la falta de suministros para el sector industrial. Ahora se incrementará la demanda en general con las navidades y parece que no se podrá atender. Pero ese desajuste, poco a poco, irá volviendo al lugar en el que tiene que estar. Es la complejidad de una cadena logística global, con muchos movimientos de mercancías y de larga distancia. Cualquier desajuste en esa cadena te descompone todo. Mientras todo va bien, funciona como un reloj suizo, pero, si se descompone algo, no funciona nada. Por eso ahora hay reflexiones sobre la necesidad de reducir la distancia de las cadenas de suministro, producir determinados elementos más cerca del lugar del consumo, aunque tenga algún otro tipo de costes. Estamos observando cómo están funcionando los tráficos y podemos decir que a día de hoy los graneles líquidos empiezan a funcionar mejor por la demanda. Los graneles sólidos van como un tiro, y la mercancía general se va recuperando poco a poco, de hecho, alguna faceta industrial está ya homologada a ratios de 2019. En cambio, en los contenedores todavía tenemos un crecimiento muy tímido, y es el que más me preocupa de los tipos envases que manejamos.

¿Es dónde llega las mercancías de esas cadenas de proveedores?

—Sí, en algunos casos sí. Otras llegan en otros tipos de envases, como las bobinas. Pero el contenedor, más que vincularlo a la caída de la cadena logística y a la descompensación entre oferta y demanda, en el caso de Bilbao hay un penalización mayor porque, aunque la pandemia afecta a todos los puertos, sobre todo afecta a los que tienen mucha apertura exterior, como es nuestro caso. Y se va recuperando a medida que los hinterland o la zona de influencia en la que mueves mercancías, se van recuperando, pero insisto en que nos ha penalizado mucho en el tema del contenedor la huelga de la estiba.

¿Todavía se notan los efectos de la huelga?

—Nos ha penalizado mucho, así de claro. Porque hay tráficos que se han ido y aún no han vuelto al puerto como consecuencia de la huelga de la estiba, no de la pandemia. El contenedor es importante, pero creo que es inminente la firma de un acuerdo local entre las empresas estibadoras y los trabajadores. Eso nos haría mostrar que la crisis se ha superado, que somos un puerto fiable, un puerto seguro y en el que se trabaja de forma competitiva. Necesitamos esa fotografía y ahora mismo se está negociando intensamente. Y yo estoy participando intensamente para conseguir que se firme en Bilbao un acuerdo colectivo de la estiba. Y luego el resto de variables que están negociando en Madrid es otra historia.

¿Ha existido ese acuerdo históricamente?

—La estiba es un problema. A ver, ¿problema? Primero son trabajadores necesarios. Segundo es un servicio público que hay que prestar y que siempre ha tenido un cierto halo de conflictividad con sus altibajos. Lo que pasa es que los tiempos avanzan, las normativas se modifican y las condiciones al entrar en el euro y la libre competencia han cambiado. Hasta ahora la estiba era objeto de monopolio, que tendría sentido en su momento, al igual que se convierta ahora en una actividad libre. En esas estamos, la huelga la tuvimos nosotros y no la tuvieron otros, por eso hay que alcanzar un acuerdo aquí. Se está hablando y puede haber un pacto local. Luego el marco jurídico en Madrid y en Bruselas dirán si va por buen camino o no.

¿Han mejorado las relaciones laborales en el puerto?

—Creo que sí. Por lo menos hay un factor que me parece importante, todas las partes reconocen que fue un gran error llegar a la huelga y una salvajada que durara tanto. Es un punto de partida, perjudicó a todos, la próxima vez me lo pensaré mejor. Una huelga es un fracaso colectivo. No hay que fracasar más. Ahora están las partes sentadas. Nosotros intervenimos poco, estrictamente lo que haya que intervenir. Y comunican que las cosas van por mejor camino, orientadas. Se vislumbra que hay una oportunidad de acuerdo, es muy importante de cara a la captación de tráficos que se han perdido, para borrar la mala imagen que ha podido crearse en el puerto de Bilbao. Es importante que se firme y que se firme pronto.

¿Qué plazos se manejan?

—No hay plazos. De momento está funcionando. Se está trabajando.

¿Y qué plazos le gustaría al presidente del Puerto?

—Este año, antes de que acabe el año. Las dos partes, trabajadores y empresas, trasladan que están hablando y que está funcionando, que quieren firmar. A ver si es así.

¿Será posible recuperar esos tráficos que se han perdido si se da esa imagen de confianza?

—Al final, cuando pase la pesadilla de la pandemia y el comercio empiece a incrementarse, los fabricantes tienen que mover sus mercancías, sus productos, sus materias primas, a través de puertos y está la opción de mover en uno u otro puerto. Se busca seguridad, fiabilidad, competitividad, precio... y ahí tenemos que estar. Es cierto que a raíz de la huelga, aunque se va corrigiendo poco a poco, muchos cargadores se cuestionaron mover sus tráficos a través de Bilbao. Hoy en día, con el impulso y desarrollo del ferrocarril, que está todavía verde, pero tiene que ir a más, sacar mercancía por el Puerto de Bilbao, si da seguridad, tiene mucho sentido. Las empresas lo transmiten así y lo saben también los trabajadores.

Las empresas han hecho una reflexión con esta crisis. ¿Los puertos también?

—Los puertos vamos a tener que cambiar todos. En Bilbao hemos empezado la reflexión estratégica para el periodo 2022-2026 y con las luces largas puestas en los años 2030 y 2050. Hay aspectos disruptivos que van a afectar a todos los puertos. Claramente una de las fortalezas del Puerto de Bilbao es su posicionamiento en los tráficos a corta distancia en graneles sólidos. No tenemos líneas de grandes distancias, que viene generalmente de Extremo Oriente. Pero en el reparto de destinos con los puertos de la Unión Europea y sobre todo con Reino Unido, somos fuertes. Manejamos muchos tráficos y es una de las líneas que vamos potenciar en la reflexión estratégica para ser todavía mejores es en ese ámbito.

¿No les ha afectado el Brexit?

—El Brexit nos está beneficiando entre comillas. Se está potenciando el tráfico marítimo frente al tráfico por carretera. Con la sensibilidad que hay con el tema de las emisiones, la preocupación en general por el medio ambiente, tiene que salir tráfico de la carretera. No tiene sentido que un camión viaje desde Algeciras hasta Rotterdam, por razones de todo tipo, pero también por razones medioambientales. El tráfico combinado va a ser el futuro, sin lugar a dudas.

¿Y en qué posición está Bilbao?

—Tenemos fortaleza a la hora de combinar diferentes transportes, camión, ferrocarril y barco. Somos fuertes en esa complementariedad de tráfico, pero tenemos que mejorar más.