Las ventas de automóviles eléctricos a baterías no terminan de despegar en el Estado español pese a las fortísimas campañas de impulso de los fabricantes de coches, -unos por convencimiento y otros por el temor a las multas de la UE-, y al pensamiento políticamente correcto que señala que son el camino para la reducción de emisiones. El problema es, señalan en el sector, que igual, en el actual grado de desarrollo tecnológico, los eléctricos no son suficientemente competitivos.

El Gobierno español se ha puesto como objetivo llegar a los cinco millones de vehículos eléctricos en 2030, una previsión, según empieza a reconocer el sector de automoción, de difícil cumplimiento de acuerdo a los datos de matriculaciones actuales.

La Ley de Cambio Climático establece que para 2050 no circularán coches de combustión en el Estado. Para llegar a ese objetivo, el Gobierno se ha propuesto alcanzar un parque de 5 millones de coches eléctricos en 2030, una previsión que, para cumplirse, necesitará que la venta de vehículos eléctricos aumente un 13.500%, según Manel Montero, de Grupo Moure.

Y estas previsiones de crecimiento no son creíbles a día de hoy. "Me parece un objetivo difícil de conseguir", señala Montero, quien explica que según la DGT en 2020 se han matriculado un total de 36.948 vehículos eléctricos en el Estado, mientras que entre vehículos diésel y gasolina se matricularon 1.253.538 durante todo el año. Los datos señalan que las ventas de coches eléctricos crecieron un 27% entre 2019 y 2020.

Los defensores del coche eléctrico de baterías deberían preguntarse, según fuentes del sector del automóvil, por qué no se venden suficientes vehículos de este tipo.

Esta semana pasada, el director de Responsabilidad Social de Iberdrola, Roberto Fernández Albendea, señaló en una conferencia de la Universidad de Deusto, que su empresa no entró hace una década en la generación eléctrica solar fotovoltaica porque la tecnología no estaba suficientemente madura y era muy cara.

Y la realidad actual del coche eléctrico de baterías es la misma. La respuesta, con datos, es clara: el coche eléctrico es más caro que uno convencional similar, al menos un 20%. Su autonomía media, unos 300 kilómetros, es la mitad que uno de gasolina, 600 kilómetros, sin hablar de los que tiene motorizaciones diésel cuyo rango es mayor. El peso, por culpa de las baterías, supera en un 50% a los de combustión. Y el tiempo de recarga, en el mejor de los casos, supera en seis veces lo que cuesta llenar un depósito de gasolina. Eso suponiendo que se encuentre un punto de recarga.

En el sector se recuerda que España no es un territorio favorable para el coche eléctrico en comparación con países como Holanda, Dinamarca o Alemania. "España es el segundo país más montañoso de Europa y uno de los más calurosos, lo que conlleva aire acondicionado, todo ello supone más consumo de baterías". Además, en España la gente vive en vertical y la mayoría de la población deja el coche en la calle lo que implica que no se puede acoger a tarifas eléctricas nocturnas más baratas y las cargas rápidas en electrolineras son más caras que las de gasoil.

Muchas desventajas en una comparativa con uno de gasolina salvo, y esta es clave, que no emiten CO2, siempre y cuando la electricidad se genere con renovables al 100% que no es el caso. "El futuro es eléctrico sí pero no mañana, ni probablemente de baterías, por lo que no se debería demonizar al de gasolina en la transición", afirman en el sector.

Comparativa. En comparación con uno de combustión es más caro, más pesado, dispone de menor autonomía, necesita más tiempo de recarga, hay menos puntos de recarga y el coste de recarga en electrolineras es más caro que el consumo de un diésel. Sí reduce las emisiones de CO2 si la electricidad es 100% renovable.

"La movilidad del futuro pasará por vehículos de energía alternativa pero para alcanzar esta situación no se puede diabolizar el vehículo de combustible" señala Manel Montero, Grupo Moure.