Las aguas bajan muy revueltas en el valle de Arratia. Se avecinan unas navidades tensas en Igorre, la capital de la comarca, a raíz del conflicto laboral que ha estallado en el grupo Batz, una de sus industrias de referencia dedicada a la fabricación de piezas de automoción. La decisión de la dirección de cerrar Araluce, que se integró en Batz hace tres años, enfrenta a vecinos, cuadrillas e, incluso familias. Unos respaldan y entienden esta decisión como mal menor para proteger la viabilidad de la cooperativa, otros piden una salida pactada que evite que 141 trabajadores se queden en la calle. “Te cruzas y te evitan la mirada, algunos ya no bajan a echar la cerveza al pueblo... el ambiente está muy tenso”, resume un trabajador de Araluce.

El que en los últimos meses vive el pueblo de Igorre no es un conflicto laboral más. El hecho de que se pongan sobre la mesa 141 despidos por parte de una cooperativa, cuyas oficinas están prácticamente puerta con puerta y de la que son socios los propios vecinos compone un cóctel de difícil digestión. “Hoy en día, con la economía de mercado, las cooperativas son iguales que el Mr. Smith de una multinacional americana”, reflexiona Javier Andrés, miembro del comité de Araluce por parte de ELA. “Al final no sabes qué es mejor. Si que el dueño sea el Mr. Smith que está en América o la cooperativa que está a 150 metros”, se lamenta en una conversación con DEIA que transcurre en el interior de la carpa que han instalado los trabajadores en la entrada de la fábrica.

Participan en la entrevista otros dos delegados más, Josu Uriarte, de ELA, y Ekaitz Aurrekoetxea, de LAB. Los tres forman parte, con otra veintena de compañeros, del relevo que en ese momento se encarga de mantener viva la llama de la resistencia. Por la tarde habrá cambio de turno y será otro grupo el que se instale a las puertas de Araluce, siguiendo las directrices recogidas en una pizarra en el interior de la carpa. Dentro hay café, leche, refrescos, algo de comida... y fuera, para que se vean desde la carretera, muchas pancartas con el lema Araluce bizirik.

Es inevitable preguntar a los tres delegados cómo vivieron la noche del 7 al 8 de noviembre, que en el pueblo se conoce como la noche de autos. Sucedió que varios trabajadores de Batz acudieron, por orden de la dirección del grupo, a sacar unos troqueles de las instalaciones de Araluce ante el riesgo de no poder entregar los pedidos a tiempo, lo que terminó en un enfrentamiento con la plantilla de la fábrica.

“A las cinco de la tarde del día 7 estábamos sentados en una reunión en Bilbao y unas horas más tarde estábamos en un cierre patronal y con ellos intentando sacar de madrugada unos troqueles nuestros”, recuerda Andrés. “Nos estaban robando”, añade Uriarte.

Tras aquel episodio la dirección de Batz interpuso una denuncia en un juzgado de Durango por insultos y amenazas que ha caldeado aun más el ambiente. En cuanto al cierre decretado ese mismo 7 de noviembre por la noche, la Inspección dictaminó días más tarde que fue un movimiento que no se ajusta a la ley. En todo caso, una vez iniciado el proceso concursal, es el juzgado de lo mercantil y el administrador los que tienen que resolver los próximos pasos en relación a los troqueles que permanecen en el interior de Araluce, que Batz sigue reclamando. “La jueza ya les ha dicho que no, que no autoriza esas medidas cautelares que piden”, dice Andrés.

abrir una negociación Desde el comité se pide en primer lugar la retirada de la denuncia para a continuación abrir una mesa de negociación. “Estamos esperando a que Batz se siente a hablar con nosotros. En otras plantas ha hecho un ERE temporal, algo más asumible. A nosotros directamente nos fulmina”, critica Aurrekoetxea.

Los tres delegados asumen que la situación del mercado de automoción es complicada, pero tienen claro que será un bache pasajero. “El Brexit se tiene que solucionar de alguna forma y el tema del coche eléctrico también. La troquelería son picos y dicen que 2021 tiene que ser un buen año. Queremos estar ahí en 2021, preparados para trabajar. Pero la decisión que toma Batz sobre nosotros es definitiva”, lamenta Andrés. “Yo a Batz le creí -dice sobre la integración en la cooperativa producida en 2016-. Siempre he pensado que es una empresa modelo, todos teníamos mucha ilusión”.

“Hubo gente que pidió la cuenta en Gestamp para venir aquí porque creía en este proyecto. Mira ahora, todos a casa”, refuerza Aurrekoetxea.

Avanza diciembre, llegan las navidades y el concurso de acreedores sigue consumiendo plazos. Parece que la fecha del 31 de diciembre marcada en un principio como el final del camino de Araluce se retrasará varias semanas más. Los trabajadores siguen sin tener comunicación sobre el ERE para extinguir los contratos, un requisito para poder bajar la persiana. La confrontación con Batz es tal que las dos partes ni siquiera coinciden a la hora de definir la situación de la plantilla. El comité de Araluce asegura que los trabajadores están en huelga -llevan dos meses sin cobrar- y Batz proclama que se trata de un permiso retribuido general. “El hecho es que aunque quisiéramos no nos dejarían entrar”, dice el comité.

“se han dado alternativas” Desde la cooperativa se deja claro que el cierre de Araluce es el último recurso ante “una situación insostenible” que “pone en riesgo” la viabilidad de todo el grupo, que sin Araluce da trabajo a otras 700 personas. La empresa recuerda la situación de incertidumbre que se vive en el sector por la caída de la demanda de vehículos en toda Europa, e insiste en que “ya se han dado alternativas” al comité para explorar salidas para Araluce.

“En todo momento el comité de Araluce ha sido conocedor de la situación a través de las reuniones mantenidas. Es completamente falso que desconocieran la situación en la que se encontraban y que no supieran que se estuviera buscando a un socio inversor. Son meses los que se lleva trabajando en la búsqueda de este socio”, señala la compañía de Igorre.

Una de estas alternativas pasaba por alargar la vida de la planta hasta el 31 de marzo, de forma que se diera más tiempo para encontrar un nuevo inversor. Aunque han sonado nombres en ese sentido, por ahora sigue sin aparecer un socio dispuesto a reflotar la firma. Por otro lado, Batz puso sobre la mesa la posibilidad de que los propios trabajadores se hicieran cargo de Araluce en régimen de cooperativa. “Batz se había comprometido a apoyar esta posibilidad en condiciones muy ventajosas para ellos”, señalan desde el fabricante de componentes de automoción.

“Eso no es tan fácil”, protestan los trabajadores de Araluce. “El Gobierno vasco nos mostró su disposición a ayudar pero el proyecto tiene que ser nuestro. “Esa opción podría ser viable, pero con un socio inversor detrás. Alguien tiene que poner dinero, al menos el 51%, y que los trabajadores pongamos el resto”, concede Andrés.

En relación a los enfrentamientos que se han producido en torno a la carga de trabajo, desde Batz se asegura que “defenderemos la sostenibilidad de nuestros empleos y de nuestra comarca desde la responsabilidad y el respeto”. “Pedimos a los trabajadores de Araluce que actúen de igual modo, y que se dejen de proferir insultos y amenazas personales a nuestros socios”.

La lectura desde la cooperativa de lo ocurrido la noche del 7 de noviembre es bien distinta a la del comité. “El comité de Araluce ha procedido, como parte de su estrategia negociadora, a retener troqueles y otras piezas, que debían haberse entregado hace ya semanas a los clientes, provocando un grave perjuicio para la empresa”, señalan desde Batz.

La plantilla de Araluce pone el contrapunto: “Las víctimas somos nosotros, que nos vamos a la calle”.