la flota de bajura del Cantábrico se halla inmersa en plena campaña de bonito, especie que junto a la anchoa conforma el pilar sobre el que se asienta la economía del sector. Tras varias semanas de faena las capturas son satisfactorias y la principal preocupación de los arrantzales es el nivel de consumo de la cuota y la posibilidad de que se vean obligados a finalizar la pesquería antes de lo previsto por agotar las posibilidades de pesca. Hace 25 años, en 1994, la situación era bien distinta. Francia, Gran Bretaña e Irlanda habían desarrollado una flota pesquera que empleaba grandes artes de enmalle a la deriva -conocidas como volantas- para la pesca del atún blanco-bonito del norte. La presión pesquera ejercida sobre el recurso comenzó a aumentar de manera exponencial y en pocos años la flota volantera francesa llegó a capturar más de 7.000 toneladas (tn) de bonito. Por contra, el rendimiento obtenido por la flota de bajura del Cantábrico mediante la utilización de sistemas de pesca artesanales como el curricán-cacea y el cebo vivo, comenzó a decrecer de manera sensible.

Los buques volanteros largaban kilómetros y kilómetros de redes en el Atlántico creando una auténtica barrera mortal para los cardúmenes de bonito que nadaban hacia el Cantábrico en su migración anual. Los arrantzales comenzaron a notar modificaciones en el comportamiento del bonito. “En aquellos años comenzamos a capturar numerosos ejemplares que presentaban heridas causadas por las redes de volanta. El pescado estaba muy nervioso. En definitiva, ese arte de pesca interaccionaba de manera muy negativa con nuestro sistema de pesca” asegura Iñaki Zabaleta, por aquel entonces patrón del pesquero bermeano Marije. Además, al tratarse de una red muy poco selectiva, anualmente miles de mamíferos marinos, tortugas, tiburones y aves marinas perecían atrapados en las denominadas cortinas de la muerte.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) llamó a una moratoria sobre la pesca con redes de deriva a gran escala para junio de 1992. La Unión Europea acordó prohibir la utilización de volantas de más de 2,5 km a partir de diciembre de 1993 a toda la flota europea con excepción de 36 barcos franceses.

Esta situación había provocado momentos de tensión entre buques volanteros franceses y barcos de la flota de bajura del Cantábrico. Los arrantzales acusaban a los pesqueros galos de no respetar la reglamentación comunitaria y largar redes con una longitud muy superior a la permitida. En el inicio de la campaña de bonito de 1994, la tensión era extrema entre ambas flotas. Tres meses antes, se registraron serios incidentes en el Golfo de Bizkaia durante la costera de anchoa y el buque pelágico francés Laetitia fue abordado por pescadores del Cantábrico y trasladado al puerto de Hondarribia. “El ambiente estaba muy caldeado tras lo ocurrido en el mes de abril con los pelágicos franceses. Los ánimos estaban muy encendidos” explica Eusebio Aranzamendi, presidente de la cofradía de Ondarroa y en aquel entonces arrantzale del pesquero ondarrutarra Lau Anaiak.

El sábado 16 de julio de 1994 se produjo un estallido de violencia en una zona del Atlántico situada a unas 400 millas al noroeste de Finisterre. Buques de ambas flotas comenzaron a embestirse y tras una serie de escaramuzas la flota de bajura del Cantábrico logró hacerse con el control de un volantero francés de la Isla de Yeu, el Gabrielle, ante la incapacidad de un buque de la armada francesa, el Tenace, desplazado hasta la zona para defender a los volanteros franceses.

Tras una serie de tensos debates por radio, los patrones de los buques de Euskadi, Cantabria, Asturias y Galicia, decidieron trasladar el volantero francés hasta el puerto gallego de Burela con el propósito de demostrar a la administración europea y a la opinión pública que la flota gala empleaba artes ilegales para pescar bonito. Buques de la armada española trataron de impedir sin éxito que los pescadores del Cantábrico arribaran a puerto con el Gabrielle. Posteriormente se sucedieron las asambleas en las cofradías y manifestaciones de apoyo en las localidades costeras. Las cofradías decidieron amarrar la flota y bloquear los principales puertos del Cantábrico para reivindicar la prohibición definitiva de las redes de enmalle a la deriva-volantas. “Los acontecimientos que sucedieron en verano de 1994 representaron el primer paso en el largo camino que nos llevó a lograr la prohibición definitiva de las redes de volanta” sentencia Iñaki Zabaleta. A juicio de este patrón con muchos años de mar a sus espaldas, “la erradicación de este sistema de pesca supuso un hito histórico para nuestra flota. Y es que si la Unión Europea no prohibe las volantas y los franceses, británicos e irlandeses continúan empleándolas, hoy en día no estaríamos hablando de la costera de bonito porque habrían aniquilado el recurso”.

La lucha por erradicar este sistema de pesca de los mares europeos no había hecho más que comenzar. Las cofradías de pescadores se aliaron con las organizaciones ecologistas para destacar el carácter nocivo de este sistema de pesca. Además de suponer un obstáculo para la normal navegación por estar caladas muy cerca de la superficie, se trata de un método de pesca no selectivo que provoca la muerte de miles de mamíferos marinos, tiburones, tortugas, aves marinas etc. Por otra parte, provoca una mortalidad adicional no controlada de bonitos. Y es que a los ejemplares capturados y embarcados hay que sumar los desprendidos durante el izado de la red, por efecto del oleaje y aquellos que logran escapar con serias heridas. Así, en 1990, el 7% de las capturas obtenidas por la flota de pabellón español presentó heridas producidas por las redes de volanta.

Finalmente, y tras muchos años de lucha en la que cabe destacar la importante labor realizada por el eurodiputado jeltzale Josu Jon Imaz en el Parlamento europeo, la Unión Europea acordó prohibir definitivamente en 2002 el empleo de artes de enmalle a la deriva para la pesca de atún blanco-bonito del norte. Hoy en día, el stock de atún blanco-bonito del norte goza de buena salud según los últimos informes realizados por los biólogos del ICCAT (Comité Internacional para la Conservación del Atún Atlántico). El año pasado, grandes cardúmenes de bonito entraron al Cantábrico y la flota de bajura inició la campaña con un ritmo de capturas excepcional que provocó el agotamiento de cuota y cierre de la pesquería el 23 de agosto. Este año, la costera parece discurrir por los mismos derroteros y a pesar de contar con 1.500 tn más que el año pasado, la flota de bajura del Cantábrico ya ha cubierto más de un tercio de la cuota de 16.500 tn disponible para 2019.