BILBAO - La Organización de Naciones Unidas, el Banco Central Europeo o el Fondo Monetario Internacional han advertido esta semana de que la guerra comercial entre Estados Unidos y China es la mayor amenaza para el crecimiento mundial. No es la primera vez que estos u otros organismos internacionales de raíz gubernamental alertan del riesgo global del conflicto que ha generado Donald Trump con sus políticas proteccionistas y, sobre todo, por tomar decisiones sin analizarlas en clave estrictamente económica y sin medir las posibles consecuencias.

También han lanzado ese mensaje diferentes centros de predicción y análisis. El último movimiento en el tablero, el veto a Huawei, ha reavivado los recelos, pero desde la llegada de Trump a la Casa Blanca, algunas de las empresas más poderosas de EE.UU., auténticos iconos de su cultura económica como Apple, IBM, Nike, Coca-Cola o JP Morgan Chase, han cuestionado sus actuaciones en el ámbito económico e incluso le han pedido que detenga su cruzada contra la inmigración.

Sin embargo, la tormenta continúa y las nubes son cada vez más amenazantes. El temporal empezó hace ya 16 meses, y en ese periodo ha calado una lluvia cada vez más gruesa en la economía mundial. La inquietud también se palpa en Euskadi, pese a que su economía continúa creciendo a buen ritmo e incluso logró en abril, según el termómetro del Gobierno vasco, frenar la desaceleración iniciada el año pasado.

incertidumbre en euskadi La técnico del Área de Internacionalización de la Cámara de Bilbao, Arantza San Salvador del Valle, explica a DEIA cómo está afrontando el tejido productivo vasco el enfrentamiento entre las dos grandes economías mundiales, que se ve agravado por el choque de EE.UU. con la Unión Europea por el comercio del acero.

“Las empresas vascas están analizando los escenarios y posibles impactos. De momento, el panorama es incierto”, afirma poniendo de relieve la complejidad de esta cuestión. Las dudas son mayores que en otros enfrentamientos comerciales precisamente porque la personalidad de Donald Trump desborda cualquier línea roja o convención asumida en las pugnas del mercado.

En esa tesitura, “la inseguridad se ha apoderado del mercado industrial y los procesos de decisión de compra llevarán más tiempo” de lo habitual, indica San Salvador del Valle. Algunos de los clientes de las compañías vascas están alargando el periodo de maduración de los pedidos a la espera de acontecimientos, lo que condiciona la actividad. La técnico de la Cámara de Comercio recuerda a su vez que cinco sectores suman el 62% del valor total de los aranceles que ha impuesto EE.UU. a China. Se trata de equipos de transporte, maquinaria, equipamiento y componentes eléctricos, productos electrónicos e informáticos y fabricación de muebles.

“Esta guerra comercial genera incertidumbre en estos sectores -incluyendo la industria pesada y manufacturera- y provoca cambios en los precios. Por lo tanto, toda la cadena de suministro se ve afectada, incluyendo a las empresas vascas en estos sectores”, subraya.

energía y exportaciones En ese contexto, se perciben algunos síntomas del posible impacto de las tensiones en la economía vasca. El consumo de energía eléctrica “está disminuyendo de forma relevante en el sector industrial”, una circunstancia que “podría deberse a cierta desaceleración de la actividad productiva”. Además, la exportaciones vascas han retrocedido un 3,8% en el primer trimestre del año, con especial protagonismo del sector de la automoción y el petróleo.

La nueva interrogante que surge ahora es si las sanciones a Huawei añadirán más tensión para las empresas vascas. Para San Salvador del Valle “el impacto más grande es la incertidumbre generada por el ruido mediático, que no favorece la inversión”.

¿Cuánto tiempo se prolongará esta situación? El enfrentamiento entre Estados Unidos y China ya ha superado el año y, sobre el papel, hasta finales de junio no se podrá vislumbrar una salida. El G20 se reunirá en Osaka los días 28 y 29 del próximo mes y Donald Trump y Xi Jinping se reunirán en la localidad japonesa. Trump abrió la puerta el viernes pasado a incluir el veto a Huawei en un gran acuerdo comercial con China.

Ese envite alimenta el discurso de quien ha interpretado el pulso al fabricante de móviles chino como un órdago para doblegar al Gobierno chino. Una sensación que se refuerza con las otras manos que ha jugado el dirigente republicano en esta partida.

Tras varios meses de guerra fría, Trump materializó sus amenazas el 23 de enero de 2017 con la retirada de EE.UU. del Tratado Comercial del Pacífico y los primeros aranceles, impuestos por Washington a bienes procedentes de gran parte de Asia. El golpe buscaba probablemente un repliegue del gigante chino de cara a conquistar una de las grandes obsesiones del presidente norteamericano: evitar que el país asiático se convierta en la primera economía mundial y desbanque a Estados Unidos.

Al margen de discursos más o menos amenazantes, Donald Trump tardó más de un año en tomar otra decisión controvertida en el ámbito comercial. Fue el 8 de marzo del año pasado, cuando anunció una subida de aranceles al acero que afectaría especialmente a China y a Europa. Bruselas advirtió de que la guerra comercial sería un “desastre” tanto para la economía americana como la europea y que afectaría a escala global a todo el mundo. Otros países y la Organización Mundial del Comercio se pronunciaron en términos similares, pero la Casa Blanca no levantó el pie del acelerador.

Poco después Trump anunció nuevos gravámenes a China por valor de 60.000 millones de dólares. Un día después entraron en vigor los aranceles al aluminio y al acero y se abrió el frente de guerra con Europa. El gobierno de Jinping respondió con gravámenes a automóviles, aviones y la soja, entre otros bienes estadounidenses que entran en su país, con un impacto estimado de 50.000 millones de dólares. Y en junio se inició la tensa negociación que aún colea. En el fuego cruzado, ambos países se han impuesto aranceles por superan juntos el medio billón de euros.