iruñea - Mitxel Lakuntza (Iruñea, 10/5/1976) nació en el año en que Txiki Muñoz asistió al Primer Congreso de ELA tras la dictadura. El actual secretario general del primer sindicato de la CAV define a su antecesor como “una persona muy rigurosa, minuciosa, autodidacta, defensora del euskera y que lleva a ELA muy adentro”. Confiesa que Muñoz le ha enseñado “a no ser conformista” y a que “lo importante es el proyecto” que ahora lidera. Admite que cuando le propusieron este puesto reaccionó con “sorpresa” y después con “responsabilidad” de afrontar la continuidad de potenciar “el espacio de contrapoder” al sistema capitalista y neoliberal en connivencia con el poder político. Encara esta nueva etapa con “tranquilidad, ya que si mira a los lados se encuentra con una ejecutiva solvente, conocedora de la organización y comprometida” con un sindicato que cuenta con más de “40 locales y 100.000 afiliados en Euskal Herria”. En su primer mes como secretario general ha sentido “el respaldo de la militancia, algo gratificante”. “Los trabajadores, una vez organizados, deben usar a ELA como una herramienta para acabar con la precariedad a través de huelgas”, insiste.

¿Cuál son los objetivos prioritarios de ELA?

-Hacer un sindicato útil para pelear contra la precariedad. ELA debe ser una herramienta para que la militancia mejore sus condiciones de vida, a través de opciones como la huelga. Además trabajamos por cambiar las políticas públicas.

¿Cómo quiere acabar ELA con la precariedad laboral?

-El sindicato es una respuesta ante una injusticia. La precariedad del empleo está asociada a la contratación y a los salarios. Algunos creen que este problema se resuelve en la mesa del diálogo social con la patronal y los gobiernos, los dos agentes que generan la pérdida de condiciones. Creemos que es una ficción resolver esta situación en una mesa en la que se sientan los culpables de haberla generado. Por eso, abogamos por cambiar las políticas públicas.

¿Por que el sindicato incide ahora tanto en la huelga?

-Es una herramienta que no se hace contra nadie, sino que se impulsa para mejorar las condiciones laborales ante una reforma laboral que deja a la patronal ir tan lejos como quiere. Las empresas saben que la precariedad maximiza sus beneficios y la huelga visibiliza un sentido de pertenencia a un colectivo. Por ejemplo, ahora estamos descubriendo que las huelgas son más largas cuando la Administración está detrás, como ocurre en la CAV en las residencias de Gipuzkoa, en Tabacalera en Donosti o como el año que duró el paro en las limpiezas de las comisarías en Bizkaia. El PNV ha tomado esa decisión política porque las huelgas cuando se ganan son una referencia importante para el resto de trabajadores. En cambio, los conflictos, generalmente duran menos en el sector privado. Las empresas con mejores condiciones son las que tienen una tradición de lucha mayor. No es casualidad que el epicentro de la protesta de pensionistas se ubique en Bilbao, porque estas personas proceden de una generación de tradición de lucha y componente de compromiso.

¿Qué hace el sindicato para frenar la siniestralidad laboral?

-La ley recoge claramente que la responsabilidad de garantizar la salud en el trabajo es de la empresa. La función de los sindicatos es transmitir a los delegados de prevención que deben estar en alerta y hacer una labor de denuncia. Hemos avanzado en la presión social, aunque no lo suficiente. Pero, no hay una política de inspección de las irregularidades y de la falta de medidas.

¿Qué implicación tiene el sindicato con el feminismo?

-Estamos haciendo una revisión interna de la organización para analizar qué cuestiones tienen un impacto de género en las decisiones que se toman. Es un proceso de pro equidad de género. El sindicato está aumentando la afiliación, porque queremos combatir la precariedad, una pérdida de derechos que mayoritariamente la padecen las mujeres. El futuro de ELA es feminista, porque debe ser la herramienta para acabar con la discriminación de género y brecha salarial.

¿Han llegado a acuerdos con otras organizaciones sociales?

-Damos importancia a mantener alianzas con organizaciones sociales, ecológicas o de banca ética para mejorar la calidad de vida de las personas.

¿Cómo afronta ELA la irrupción de empresas vinculadas a las tecnologías como Glovo o Cabify?

-El propio capitalismo como sistema va mutando, y en su objetivo de acumular más beneficios de otra manera, constituye negocios a un coste menor con una explotación mayor. Es un fenómeno relativamente nuevo y para el sindicato es un desafío, porque estamos acostumbrados a trabajar con una precariedad determinada, pero esto abre un nuevo escenario en el que se basa en el individualismo puro, en la ausencia de sindicatos y en la falta de regulación de las condiciones laborales. Hay que preguntarse qué instituciones y leyes hay para que entren estas nuevas empresas. La economía colaborativa es un eufemismo, es una economía de explotación.

Sobre la relación con otros sindicatos, ¿cómo califica la que mantiene con la secretaria general de LAB, Garbiñe Aranburu?

-Hemos coincidido en reuniones entre ejecutivas de los sindicatos, pero no me ha tocado tener una relación muy estrecha.

¿Al ocupar ahora la responsabilidad de secretario general de ELA le tocará estar más con Aranburu?

-Supongo que sí, y sería una buena noticia porque significaría que ELA y LAB encauzan sus relaciones. Históricamente ambas centrales hemos subrayado la necesidad de las alianzas por lo que suponen.

¿Por qué ELA y LAB están distanciados?

-Compartimos mucho: estamos de acuerdo en que hay que luchar contra la precariedad, pero no coincidimos en las formas. Si queremos dar la vuelta a la precariedad hay que usar la huelga como instrumento imprescindible, pero ha habido sectores en los que hemos prolongado paros durante un año, y LAB no se ha sumado ni un día.

¿Qué me puede decir del secretario general de UGT, Raúl Arza?

-He tenido más contacto, porque las sedes de ELA y UGT en Bilbao están cerca y nos hemos juntado en la calle en varias ocasiones. Independientemente de las diferencias sindicales, es una persona cercana en el trato.

¿Y de la secretaria general de CCOO, Loli García?

-No he tenido relación con ella.

¿Y con el presidente de Confebask, Roberto Larrañaga?

-No he tenido relación con él y supongo que más adelante nos tocará estar. Pero él ya ha tomado nota que aunque cambien las personas el proyecto de ELA continúa.

¿Tiene pensado volver a las mesas de negociación en la CAV?

-No, resulta impensable tal como están confeccionadas actualmente, ya que salimos de esas mesas por coherencia. Tomamos una decisión que suponía dejar de ingresar un millón de euros. Lo más fácil es estar, pero estas mesas solo son propaganda, ya que sirven para trasladar a la sociedad que hay una relación normalizada entre sindicatos, patronal y gobierno. Pero la realidad es otra.

¿No es mejor participar en esas mesas para frenar las decisiones que allá se toman?

-No, porque si ELA está dentro, participa de esa fórmula. Nosotros queremos decir la verdad porque aporta mucho a la gente tal como está ahora mismo la situación.

Entonces, ¿cómo se combate?

-Como lo estamos haciendo ahora, ocupamos el espacio de contrapoder para enfrentarnos al poder político; pero, sobre todo, al económico. Insistimos en que la clase trabajadora debe organizarse para que el sindicato se convierta en la herramienta que necesita para detener estos poderes. ELA no tiene una varita mágica, y el sindicato solo sirve cuando se implican las personas.

¿Y están comprometidas?

-Ese es el reto. Hemos vivido una década de crisis muy dura. Tras la reforma laboral de Rajoy, en 2013 venían muchos trabajadores al sindicato para decir que les iban a bajar el salario de un día para otro. En esos años, la amenaza iba en línea con un nivel de desempleo muy alto, y el chantaje adquiría una fuerza tremenda para asustar a las personas. Comenzó a implantarse la estrategia del miedo para intentar disciplinar la contestación y la defensa de la clase trabajadora.

¿Actualmente en las personas prevalece el individualismo sobre el colectivo?

-Evidentemente la estrategia del capitalismo y el neoliberalismo está teniendo éxito. Peleamos contra casi una hegemonía cultural de este sistema económico.

¿ELA se ve como un David contra un Goliat que es el capitalismo?

-Sí, porque se han roto todos los equilibrios entre las personas y el capital. ELA se ha rebelado contra ello para generar unas corrientes de ilusión y de oportunidad.

¿Cómo se revierte esta situación?

-Organizando a la gente. No todo el mundo tiene conciencia de clase, con la que no se nace sino que se adquiere mediante la organización colectiva en las empresas y con el sindicato que actúa como herramienta para que cada uno tome conciencia de quién es. No solo vale defender una ideología sino que hay que ponerla en práctica porque te enseña mucho. La confrontación con gobiernos y empresas visibiliza dónde está cada uno. La huelga, a veces, es la única oportunidad para saber dónde se pasa de cobrar 800 a 1.400 euros como ha ocurrido en los hoteles en Bilbao, o a pasar a trabajar 35 horas como en las residencias de Bizkaia.

¿Cómo califica la relación de ELA con el Gobierno Vasco?

-Malísimas. El propio lehendakari no quiere reunirse con este sindicato.

¿Y con el Gobierno de Nafarroa?

-ELA no tiene ningún problema para mantener una relación normalizada con la presidenta y sus consejeros. Una de las felicitaciones que recibí después del Congreso fue de la presidenta de la Comunidad Foral.

¿Dónde está la diferencia entre el Gobierno de Nafarroa y de la CAV?

-En la cultura política de las personas.

¿Qué opina que el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, criticara la estrategia de huelga de ELA en el Aberri Eguna?

-Quieren situar al sindicato en el centro de su acción, porque criticamos sus políticas públicas. Dijo que queremos llevar a este país a las cenizas, cuando los países que mejores condiciones de vida tienen son aquellos con mayor presencia sindical. Hay que preguntar a Ortuzar si quiere un país sin sindicatos, aunque se decantará por aquellos sindicatos que le bailan el agua, algo que no hace ELA. Contamos la realidad y queremos cambiar las cosas. El Gobierno del PNV no está acostumbrado a la crítica y a la oposición, porque hace dos años aprobó los presupuestos de Rajoy, gobierna con el PSN y EH Bildu, prácticamente, pide acuerdos todos los días. Actualmente, la oposición en la CAV no se ejerce como nosotros queremos ante las injusticias, la pérdida de poder adquisitivo, la precariedad del mercado de trabajo o las políticas públicas. Pedimos una oposición de izquierdas, representada en EH Bildu y en Podemos, con una línea mucho más exigente que plante cara al Gobierno.

¿Y qué critica ELA del Gobierno vasco?

-Tiene una posición cada vez más autoritaria, soberbia y menos democrática, porque no acepta la representación mayoritaria de ELA. No puede poner en marcha una mesa de diálogo social con una minoría, UGT y CCOO que suponen menos del 30% de los trabajadores, sin respetar las mayorías, como a ELA con el 41,5% de representación y 100.000 afiliados. Esta mesa permite que si uno de los dos sindicatos no está de acuerdo, el otro alcance un pacto con la patronal. Se puede dar el caso que UGT, que tiene el 10% de los delegados, rubrique acuerdos con la patronal. También tenemos un problema serio en las residencias de Gipuzkoa: logramos un acuerdo con la patronal y lo presentamos a la diputación que falsificó un documento para negar el pacto. Esto no lo hemos conocido nunca, y eso es un salto inaceptable en el uso de la política. Además, el PNV acata la regla de gasto, y en tema de fiscalidad, las empresas pagan la mitad en Impuesto de Sociedades que Europa, usa el marco español de negociación colectiva cuando considera necesario sin ningún tipo de complejo y no soluciona el problema de la eventualidad en la Administración...

La Naval ha cerrado, un golpe para un sector tradicional, ¿qué aspectos de la política industrial deben mejorar en la CAV?

-No hay política industrial. Con el paso de los años el Gobierno vasco ha afrontado una desinversión pública y hace muy buena propaganda, porque el peso industrial cae en cada ejercicio. Ejemplos recientes son los de La Naval o Euskatel. Ha dejado en manos de fondos buitre, que no están muy preocupados por el arraigo, el 80% del accionariado del operador de telecomunicaciones, que llegó a estar compuesto en un 40% por el Gobierno Vasco y en un 60% por las cajas. Creemos que se ha producido un nivel de subordinación desmedida a los poderes económicos. La política industrial debe fomentar el arraigo empresarial para potenciar la inversión.

¿Cómo analiza las elecciones generales del 28A?

-Han estado muy condicionadas por la amenaza de la ultraderecha, ha habido un alivio porque no ha llegado, pero nadie sabe dónde empieza la derecha y la ultraderecha en el bloque de PP, Ciudadanos y Vox, con más de diez millones de votos. Eso no nos libra de que pueda crecer. Por eso hacemos un llamamiento a la izquierda para que haga políticas públicas diferentes contra esta corriente. En esta campaña no se han hablado de otros temas centrales, como la ley de estabilidad presupuestaria que condiciona la política social y el autogobierno, o de la reforma laboral.

¿Qué combinación es la más adecuada para el próximo Gobierno en Madrid?

-Nosotros no entramos en esas valoraciones, sino que pedimos una política de izquierdas que revise la fiscalidad y que se enfrente a las élites.

¿Preocupa al sindicato los ataques de partidos al autogobierno?

-Somos un sindicato soberanista y todo lo que atañe a Euskal Herria debe decidirse aquí, como las cuestiones laborales, sociales y pensiones. Actualmente tenemos un autogobierno muy limitado. El PNV ha creado el concepto de la bilateralidad con el Estado, pero consideramos que es un invento porque el que toma las decisiones es el propio Estado. El estatuto de autonomía lleva incumpliéndose 40 años, aunque el consejero de Gobernanza Pública y Autogobierno, Josu Erkoreka, diga que se va en la buena línea de llenarlo de contenido. La crisis ha servido para recentralizar las competencias y hoy hay una España reaccionaria y centralista. A partir de ahí toda la cautela es poca.