Bilbao - La plantilla de Vicrila trata de reponerse del shock sufrido este fin de semana, en el que Gestiber confirmó su renuncia a hacerse con la empresa. La gestora con sede en Madrid es el segundo inversor que abandona el proyecto en el último momento después de que Sainberg hiciera algo parecido en abril. Es tiempo de mirar hacia delante, resumen fuentes de la plantilla, y de tratar de encontrar una solución que permita salvar parte de los 300 puestos de trabajo. Y tras esta segunda decepción vuelve a emerger la opción de Cambium, que ya pugnó con Sainberg y luego con Gestiber, en este caso de la mano de Glassify. Su oferta, que dejaba en el aire 80 empleos, aparece ahora como un mal menor. Aun así, no está descartado que en la liquidación puedan surgir más compradores.
Vicrila lleva más de un año en concurso de acreedores, un periodo inusualmente largo para este tipo de procesos. Aunque es el resultado de las complicaciones surgidas a la hora de concretar la venta, fuentes sindicales remarcan que eso también prueba que la empresa es viable y que con poco dinero es posible mantener la actividad -Gestiber adelantó un aval de 800.000 euros-. De hecho, la plantilla ha estado cobrando con normalidad hasta las puertas del verano, momento en el que se acordó con la gestora madrileña la aplicación de una reducción salarial del 20%.
Ahora la situación es límite. El plante de Gestiber lleva en principio a abrir de nuevo el plazo para presentar ofertas, pero la tesorería no deja mucho margen para ello. Los sindicatos se reunirán esta tarde con el administrador concursal para valorar cuál es la mejor opción, aunque no hay una salida sencilla. La dirección ha avanzado que no hay dinero para aguantar el tiempo que pueda durar este nuevo periodo de búsqueda de compradores, entre un mes y dos meses, lo que abocaría al despido de al menos una parte de la plantilla.
En estos momentos todo es incertidumbre, con la única excepción de que, como ya ocurrió cuando se frustró la compra por parte de Sainberg, Cambium sigue ahí. La plantilla da por hecho que el fondo de inversión sigue dispuesto a entrar en Vicrila, pero no está tan claro que lo quiera hacer en las mismas condiciones que antes. Retirados de la carrera sus competidores, Cambium podría rebajar su oferta.
En su última propuesta, este fondo planteaba mantener la actividad con una inversión en varios años que alcanzaría los 18 millones de euros, aunque solo se comprometía a preservar en su puesto a 210 trabajadores. Eso dejaba fuera a casi un tercio de los empleados, motivo por el que la mayoría de la plantilla terminó apostando por Gestiber.
Habrá que ver también qué decisión toma Glassify, que presentó una oferta conjunta con Cambium en la última puja y que podría hacer una propuesta separada. La plantilla tampoco descarta que en la liquidación aparezcan nuevos grupos interesados en hacerse con la unidad productiva.
Sobre Vicrila han sobrevolado un buen número de inversores en estos doce meses, algunos con un dudoso perfil a los que se ha vinculado con intereses especulativos. Los terrenos de la fábrica de vasos de vidrio son muy atractivos para todo tipo de grupos constructores e inmobiliarios y las sucesivas fugas de inversores que, al menos sobre el papel, traían un plan industrial, no contribuye a despejar suspicacias. Primero sonó con fuerza ARC como opción para reflotar la fábrica, pero el grupo francés que ya controló la compañía de Lamiako no concretó un proyecto. Luego llegó Sainberg pero la salvación se frustró en el último momento, y ahora ocurre lo mismo con Gestiber.
el dueño de gestiber, enfermo El abandono de este último inversor ha estado acompañado además de una explicación un tanto extraña. Fuentes sindicales indican que a escasos días de concluir el plazo para hacer efectivo el pago, unos 8 millones, el principal propietario de Gestiber se puso gravemente enfermo. Durante su enfermedad la gestión de la firma pasó a un familiar, que al parecer fue quien tomó la decisión de dejar de lado la empresa de Lamiako. Una explicación que no convence a casi nadie y que alimenta la sensación de que detrás del futuro de Vicrila hay intereses más allá de recuperar un negocio industrial.