tODOS los sectores sufren las crisis pero la máquina herramienta es, con diferencia, el que peor lo pasa porque siempre es el primero en entrar y el último en salir. Pero eso es precisamente lo que le ha hecho fuerte y lo que le ha obligado a apostar más que ninguno por situarse en el primer nivel tecnológico y salir constantemente al exterior, donde el sector español -concentrado en Euskadi- ha logrado posicionarse entre los países más avanzados. Gracias a ello, ha conseguido superar todas las crisis, como la actual, de la que poco a poco se está recuperando, tal y como se constató hace dos semanas en Donostia en la asamblea general de la Asociación Española de Fabricantes de Máquinas-Herramienta (AFM), que el próximo septiembre cumplirá 65 años.

Aunque la forma que adquirió en su constitución fue la de asociación anónima, la iniciativa surgida el 26 de septiembre de 1946 en realidad era una asociación de empresas, la primera de la industria española. Con sede en Madrid por mero formalismo, pronto se vio la necesidad de contar con una delegación en Donostia, dado el elevado número de fabricantes de máquina herramienta concentrados en Euskadi. Pese a la presión de las empresas catalanas para que la AFM se ubicara en el punto intermedio de Zaragoza, con los años la sede definitiva quedaría situada en la capital guipuzcoana. No podía ser de otra forma, como así lo ha demostrado el tiempo, pues de las 80 empresas que conforman actualmente la asociación, el 75% tienen su domicilio en el País Vasco.

El industrial zaragozano Arturo Bressel, de la empresa Maquinista y Fundición del Ebro, fue el primer presidente de la AFM y Luis Tellería Zubillaga, de la firma de Villabona, Sacem, su vicepresidente. Ambos vivieron unos inicios de la asociación que no fueron fáciles. España se encontraba sumida en una posguerra y en una autarquía de la que la máquina herramienta consiguió escapar gracias a su forma jurídica de sociedad anónima, que le permitió participar en ferias europeas.

Pero al poco de dar los primeros pasos, el Plan de Estabilización del ministro Alberto Ullastres, que abrió el mercado español al exterior, estuvo a punto de provocar que la máquina herramienta se fuera a pique al abrirse las aduanas a los productos extranjeros, más avanzados que los estatales. Sin embargo, el sector dio la vuelta a la situación aprovechando que con esa apertura se pudo empezar a importar componentes de calidad que mejoraron la maquinaria propia, iniciándose al mismo tiempo una fuerte campaña de exportación.

Fue en estos años 50 y 60 cuando el sector experimentó un importante crecimiento, llegándose a crear 93 nuevas empresas, 63 de ellas ubicadas en Euskadi. La AFM tuvo entonces la necesidad de profesionalizar su estructura interna, para lo cual se instaló en 1961 en una oficina propia en la calle San Marcial de Donostia y contrató al abogado José Miguel Iruretagoyena para que se dedicara a las gestiones de la asociación, convirtiéndose en el primer director general de la misma. Precisamente en ese año se celebró en Bilbao la primera feria de Máquinas-Herramienta, la futura Bienal, todo un éxito para el sector, que a partir de entonces experimentaría su gran expansión.

Así, al año siguiente la AFM ingresó en el Comité Europeo para la Cooperación de las Industrias de Máquinas-Herramienta (Cecimo), que daría una nueva dimensión a las empresas, 30 de las cuales participaron en 1964 en la décima Exposición Europea de Máquinas-Herramienta. A finales de esa década, fabricantes catalanes propusieron crear Invema, la Asociación de Investigación Industrial de la Máquina-Herramienta, con sede entonces en Zaragoza y luego en Barcelona, pero que ahora se ubica también en Donostia.

Ante la crisis del petróleo a principios de los setenta, AFM dejó de ser sociedad anónima y se constituyó en asociación para poder percibir las ayudas del programa de Acción Concertada. Fue precisamente en esa época, en 1973, cuando Alberto Ortueta pasa a compartir la dirección de AFM con Ignacio Olascoaga hasta la jubilación de éste en 1993. Ambos completaron el perfil económico y técnico que requería la asociación.

Desde japón Tras superar la recesión, el sector se vio abocado al gran salto tecnológico que provenía de Japón, el control numérico. Esta evolución desde máquinas eminentemente mecánicas, con muchos engranajes, ejes y un motor de electricidad alterna, a máquinas que comienzan a basarse en la electrónica.

Ese momento crucial concurrió con la Transición española, que supuso la libertad total para las empresas en su salida al exterior. Sin embargo, eso pudo ser un arma de doble filo porque las compañías no contaban con un mercado interior fuerte pues, por ejemplo, las firmas de automoción extranjeras que operaban en España traían la máquina herramienta de sus países (Alemania, Italia o Francia).

Para dejar de ser proveedores de segunda, la máquina herramienta vasca contó con el inestimable apoyo del Gobierno vasco, que puso en marcha el programa CN-100 para ayudar a las empresas a fabricar producto con control numérico, una iniciativa que el Ejecutivo español trasladó al resto del Estado con el programa CN-1000. Estos planes contribuyeron a que el sector saliera también de la crisis de los ochenta, una década en la que, en el año 1982, a la Bienal de Bilbao se le otorgó rango internacional.

Ya en los noventa, la AFM promovió la creación del Instituto de Máquina Herramienta de Elgoibar. La asociación inicia ahora una nueva etapa junto a la agrupación de componentes (AMT), demostrando de este modo que no solo es un ejemplo de apuesta por la tecnología y la internacionalización, sino también por la cooperación interempresarial.