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El monstruo de las galletas

Artiach produce en su planta vizcaina de Orozko cinco millones de unidades de Chiquilín cada día

El monstruo de las galletas

Bilbao

LAS galletas Artiach ya han cumplido 100 años, lo hicieron en 2007, pero no tienen intención alguna de jubilarse, al contrario. Sus nuevos dueños, el grupo catalán Panrico, quieren impulsar su desarrollo. Tras pasar por manos de al menos tres multinacionales tras ceder la familia vasca fundadora, los Artiach, el control de la compañía y fabricar el preciado manjar en tres localizaciones distintas a lo largo de su historia, las famosas galletas Chiquilín seguirán endulzando los paladares aunque en manos catalanas desde que, en días pasados, se culminase, "con éxito", el proceso de integración en Panrico, empresa que adquirió la compañía vasca en 2008.

Artiach mantiene sus instalaciones productivas en la localidad vizcaina de Orozko. Allí, en una planta muy moderna, -fue inaugurada tras las inundaciones de Bilbao de 1983 que arruinaron la fábrica de Deusto-, Artiach, como un monstruo de las galletas cualquiera, sigue plenamente operativa y de las entrañas de sus hornos salen cada día, nada menos que 5 millones de galletas Chiquilín. Cada uno de los ciudadanos vascos podría desayunar todos los días un par de las afamadas galletas con la producción ordinaria de la fábrica de Orozko.

Producción

30.000 toneladas anuales

Por si fuera poco, la factoría vizcaina, capaz de procesar más de 30.000 toneladas anuales en medio de la crisis de consumo más importante de los últimos cincuenta años, también elabora otras marcas y así, el formato redondo de las maría tiene su mejor exponente en los 10 millones de galletas diarias de Marbú Dorada producidas y que se suman a las clásicas Chiquilín.

Artiach ha finalizado con éxito el proceso de integración en Panrico, con un importante precio sentimental, al trasladar sus oficinas a la sede central de la compañía catalana en Santa Perpetua de Mogoda (Barcelona).

Como se recordará, la integración en Panrico, -el fabricante de otros dos de los productos de bollería más conocidos del Estado español, el donuts, aquel redondeado producto con agujero que hizo que una generación de escolares se dejase la cartera al salir de casa para ir al colegio, así como el Bollycao-, se inició en el segundo semestre de 2008, tras la compra por parte de Panrico del negocio de galletas Artiach a la multinacional Kraft Foods, y se ha desarrollado según el modelo y calendario previstos.

Pese al traslado del centro de decisión a Catalunya, Artiach mantiene su identidad en áreas clave como la elaboración del producto, con la planta de producción en Orozko, marketing e I+D+i, mientras que comparte con los nuevos dueños de Panrico sinergias "importantes" en herramientas de gestión y distribución.

La compra de Artiach, que alcanzó una cifra de negocio de 80 millones de euros en 2009, incluía las marcas Chiquilín, Filipinos, Artinata, Artichoco, Articoco, Artiavellana, Artilimón, Artiturrón, Digesta, Princesa, Mini Princesa, Mila, Morena, Selección y Tentaciones, así como Marbú Dorada y Dinosaurus.

La operación contemplaba además la adquisición de la planta de producción en Orozko.

La venta del negocio de galletas de Artiach se anunció en abril de 2008 como consecuencia de la decisión adoptada un año antes por la Comisión Europea, que autorizó la adquisición del negocio global de galletas de Groupe Danone, incluyendo el negocio de LU Iberia, por parte de Kraft, condicionada a la desinversión de un número limitado de marcas de Kraft en España y Hungría

El consejero delegado de Panrico, César Bardají, subraya que el proceso de integración de Artiach en Panrico ha sido "modélico y pragmático" y refleja el posicionamiento del grupo en el sector alimentario en España.

Un aspecto destacable de Artiach es que la historia de las galletas está ligada de forma notable con la mano de obra femenina que, de forma mayoritaria, ha formado y forma el grueso de su personal laboral. En su origen, casi el 100% de su plantilla, salvo los puestos de dirección, estaba compuesta por mujeres. Hoy, ese porcentaje ha descendido, pero aún así más del 70% del personal en la planta de Orozko son mujeres.

Desde las seis de la mañana que empieza el primer turno de trabajo, -la buena marcha de la planta hace que se produzca a tres turnos de lunes a viernes-, en tan sólo una hora salen ya las primeras galletas inundando del tradicional aroma las instalaciones aunque en una planta moderna los cerramientos impiden que se impregne del olor dulzón todo el pueblo como acontecía en Deusto, con la antigua fábrica de Zorrozaurre.

Plantilla

La mayoría, mujeres

Primero se trató de una pequeña instalación en la calle García Salazar, de Bilbao, para años más tarde construir una fábrica mayor en el barrio bilbaíno de Deusto. Hacia 1923 eran ya 63 las mujeres que trabajaban en la fábrica y tras alcanzar picos de más de 700 en los inicios de los años setenta, ahora el personal femenino configura el 70% de las 200 personas que conforman la plantilla fija de la fábrica, amén de cerca de una cincuentena de trabajadores eventuales indirectos.

Con varias líneas de producción, Artiach elabora en Orozko diversas gamas de productos, desde las citadas galletas clásicas, redondas o rectangulares, pasando por las especiales recubiertas de chocolate como los Filipinos. El chocolate no puede faltar en una fábrica de estas características y cerca de 500 toneladas al año se incorporan al proceso productivo. Unos 1.300 kilos de chocolate diarios recubren los productos elaborados con tal ingrediente en las instalaciones.

La producción, como no podía ser menos en una industria alimentaria, se realiza en medio de escrupulosas medidas de seguridad e higiene. El alto grado de automatización de la empresa que ha recibido en el último año nuevas inversiones por importe de más de una docena de millones de euros, hace que sea muy escaso el personal, embutidos en uniformes blancos, -gorro, batas, guantes-, presente en las líneas de fabricación, principalmente, para controlar la calidad del proceso, que culmina con un riguroso pesado, amén de una aleatoria supervisión de la calidad, composición, textura, formas, y hasta con el paso por un detector de metales para evitar que cualquier viruta metálica de la propia maquinaria pudiese incorporarse al producto antes del empaquetado y expedición en camiones a los almacenes de logística repartidos por todo el Estado. La compra de Artiach por Panrico es una más de un largo proceso que ha alejado a la industria alimentaria de Euskadi por la pérdida de centros de decisión tras ventas a grupos foráneos.