LA txapela del Manomanista de Segunda significa mucho más que la primera gran victoria de Darío Gómez. Le sirve para confirmarse en la élite del mano a mano y conseguir el preciado billete a Primera. También para cerrar un círculo. Para recoger el mejor premio a años de trabajo en la sombra, de malos momentos marcados por las lesiones y de derrotas que no le permitieron degustar el sabor del triunfo. Darío pudo desquitarse el sábado en el Labrit y vencer en la final a Aitor Elordi. Su partido fue el ejemplo de la mejora que ha tenido como pelotari desde que llegó con solo 19 años al campo profesional con un cartel de futura estrella sobre él. Su derecha, principal arma, no estuvo a la altura, pero destrozó la final con su izquierda, algo impensable hace no mucho. Y luego, en los momentos más tensos, demostró su madurez al saber cerrar un encuentro lleno de nervios.

Darío marcó muchas diferencias con su pegada desde el inicio. El riojano lo bordó en el arranque y consiguió una contundente ventaja de 16-1 al inicio. Su izquierda fue la gran culpable de ello. Abrió muchas distancias y tuvo a Elordi siempre lejos del frontis, incapaz de sacar a relucir sus habilidades rematadoras. “Durante todo el campeonato he estado jugando bien con las dos manos y manteniendo a los rivales lejos del frontis. El sábado era lo que tenía que hacer y sacar bien. Hice todo lo contrario. Con la derecha no jugué nada bien y gracias a que estuve fino con la izquierda pude sacar el partido adelante”, desgrana Darío. Sin embargo, el 16-1 no fue sinónimo de partido tranquilo. Elordi se recompuso y los nervios invadieron ligeramente al delantero de Ezcaray. “Cuando se colocó 17-11 veía con la derecha que no estaba haciéndole nada y con la izquierda tampoco conseguía alejarle. No había forma de meter la pelota en la mano. Se estaba acercando y un poco de tensión sí que tuve en ese momento”, añade.

Pero Elordi falló y Darío recuperó el saque. Otra oportunidad para finiquitar el encuentro y a la segunda no perdonó. Con 21-12, un pelotazo suyo consiguió pasar al vizcaino por encima y el delantero de Ezcaray se liberó. “De primeras no sabía ni lo que sentía y me fui al frontis sin hacer nada. Luego vi que venían todos mis amigos a felicitarme y sentí una satisfacción terrible”, afirma. Y es que muchos de los pensamientos de Darío están en esa gente, en los suyos, y sabe que gran parte de la txapela se la debe a ellos. A esas personas que le dieron su ayuda en momentos más oscuros y que ahora también disfrutan con el de la victoria. “Era una manera de intentar devolver a la gente de mi alrededor algo. Siempre me animan, sobre todo en los malos momentos. Ahí es cuando de verdad se necesitan y se agradecen mucho los ánimos en los buenos días, pero en los malos se ve de verdad quién está ahí”, agradece el riojano.

PROGRESIÓN La txapela es la confirmación de Darío. Atrás quedó el pelotari que debutó hace casi cuatro años con todavía muchas cosas por pulir. “He trabajado mucho. Creo que he mejorado a nivel físico mucho y todavía tengo que mejorar a la hora de terminar el tanto, pero con la izquierda estoy mejor”, opina el riojano que da mucha importancia también al aspecto mental: “Me lo tomo todo con mucha más tranquilidad. Siento menos presión y menos tensión. Es lo que me ayuda a disfrutar un poco más en el frontón y que se vean los resultados”. Es la nueva versión de Darío. Campeón del Manomanista de Segunda y que ahora aspira a mantener esa progresión en el siguiente nivel, en el más exigente: el campeonato de Primera.