En la época reciente de Santurtzi destacan los días de gloria. El crecimiento a toda velocidad para pasar de descender a la ARC-1 a ganar la ACT en un abrir y cerrar de ojos. Una época que llena de alegría al club y a sus aficionados, pero que también supone mucho desgaste. Buscando más frescura para el club, Julio Artetxe ha dado un paso al lado.

¿Por qué decidió presentar su dimisión?

—Llevo un montón de años en la directiva. Desde 2018 como presidente, pero desde hace un par de años encargándome prácticamente de todo. La renovación de cargos era en 2022, pero esto lleva muchísimas horas y tengo el defecto de que nunca miro el reloj. Al final son todos los días del año dedicado al club un mínimo de seis horas diarias y te vacías. Cuando acabó la pasada temporada y ya estaba organizado el 2021, manifesté ya mi deseo de dejarlo. Me encontraba totalmente vacío. Con los buenos resultados había gente que se había arrimado al club con ganas de gestionarlo, algo que hace cuatro o cinco años era impensable, así que era el momento de aprovechar y que viniera gente con ganas para hacerse cargo del club.

¿Cree que este es un buen momento para dejar el cargo?

—En octubre, el entrenador me insistió en que no me fuera y me dijo que era imprescindible para el proyecto, algo con lo que no estoy de acuerdo. No se decir que no y me convenció de mala gana. A la gente le da un poco de vértigo los cambios y nunca es el momento adecuado. En octubre no lo era, en septiembre tampoco, y entiendo que hay que tener la temporada siguiente y así, para que entre gente nueva en septiembre o en octubre, ya es tarde salvo que se deje todo hecho y puede que se deje de una manera con la que no va a estar cómodo el que llegue. Se me insinuó por parte de la gente que parece que tiene ganas de gestionar el club, que quizás el momento más adecuado era ahora y decidí dar el paso y adelantar todo un poco más de lo que lo tenía previsto.

¿Cuánto desgaste ha supuesto esta etapa como presidente?

—Para alcanzar el éxito deportivo todo remero se tiene que vaciar, el entrenador se tiene que vaciar y también el resto de personas que trabajan en el club. La satisfacción que queda para el presidente es la del deber cumplido y ver feliz a la gente. Ese es el motor que ayuda a seguir. El año pasado fue dificilísimo para todos y pudimos aportar una pequeña alegría a toda esa gente. Recibir mensajes de agradecimiento y felicidad no solo de gente de Santurtzi, también de gente de fuera de Euskadi y del Estado español, es una satisfacción que compensa el trabajo realizado. Pero para estar a la altura hay que vaciarse y eso pasa factura. Se necesita frescura, muchísimas ganas y seguir si no estás al cien por cien no es honesto para los socios y los aficionados.

¿Qué significa para usted haber sido presidente del club Itsasoko Ama?

—Soy aficionado desde niño y viví los primeros éxitos de la Sotera. El corazón lo tengo morado, sin desmerecer a otros clubes que tienen todo mi cariño y respeto. Para alguien que ha sido socio desde niño es un orgullo tremendo haber trabajado en la directiva, primero estando con otros presidentes y luego cuando los socios depositaron la confianza en mí para tener el cargo de máxima representación dentro del club. Es un orgullo tremendo que nunca seré capaz de agradecer lo suficiente. He hecho el trabajo lo mejor que he podido y me voy a casa con la satisfacción del deber cumplido y de haberlo dado todo. Sin que nadie pueda decir que he estado por ahí de paso y no he hecho nada.

Más que pasar desapercibido, ha hecho historia en el club durante estos años.

—Sí que es verdad que el club de remo Itsasoko Ama ha tenido una historia un poco convulsa. Todavía hoy en día no se ha superado aquella crisis que hubo a principios de los ochenta en la que de una manera inexplicable se prescindió de Joxean Urtiaga, el alma mater del club. Seguimos pagando las secuelas de aquello. Durante muchos años hubo resignación, pero en 2016, con la entrada de la gente nueva en la que nos apoyamos los que ya estábamos dentro, se trató de dar un salto hacia arriba con ambición. La idea no era ganar la Eusko Label Liga en cuatro años, era ascender a la ACT y consolidarnos en la competición. Por suerte o por desgracia crecimos muchísimo y muy rápido. Eso genera crisis de crecimiento pero no nos olvidamos de dónde veníamos y no queríamos hacer locuras. Hemos puesto a la Sotera en el lugar que le corresponde. Hace cuatro años veíamos a remeros y patrones que admirábamos desde la tele y ahora tenemos la suerte de tenerles en el club. También hemos visto crecer a chavalitos que vimos empezar a remar y les acompañamos a sus primeras regatas. Hemos tratado de hacer posible las ambiciones que teníamos y ahora lo que hay que hacer es tratar de consolidar un poco lo que se ha conseguido y que no quede en saco roto.

¿Con qué se queda de toda esta etapa?

—Me quedo con la alegría de la gente. La alegría del ascenso, la emoción de la primera bandera y de todas las banderas que hemos ganado, las tres de 2019 y las cinco de 2020, destacaría algo.

¿Destacaría también algún aspecto negativo?

—Otro defecto que tengo es que confío demasiado en la gente. Para mí todo el mundo es una hoja en blanco y tiene toda mi confianza. Luego hay gente que no llega al nivel que había previsto o se aprovecha de esa confianza para hacer cosas que no le corresponden. Me he encontrado zancadillas dentro del club y cosas que no me han gustado, pero creo que eso es inherente a cualquier cargo. Afortunadamente las cosas positivas han sido mayores y más importantes.

"Se necesita frescura y ganas, y seguir si no estás al cien por cien no es honesto para los socios y los aficionados"

"He hecho el trabajo lo mejor que he podido y me voy a casa con la satisfacción del deber cumplido y de haberlo dado todo"