Ahora mismo lo único que puede frenar a Lewis Hamilton, su única preocupación, no compite en las carreras, es el coronavirus, por más que señalara a la Federación Internacional de Automovilismo como oposición a sus crecientes éxitos. La pandemia que está poniendo en jaque al planeta, un agente nacido fuera de las carreras pero que invade todos los escenarios, como ya salpicó al equipo Mercedes en forma de contagio, es la amenaza para el piloto británico, para su ambición, en su persecución de los récords, concretamente ahora en la búsqueda del único récord de lustre que aún no posee. Porque el domingo cayó otro, el de victorias, la penúltima frontera. Adiós, Michael Schumacher. 92 son más que 91. Al señor de la Fórmula 1 ya no se le llama Kaiser, sino Lord.

Hamilton no encuentra competencia en los circuitos. Va lanzado, adelantando a todo lo que se interpone en su glorioso camino. El Gran Premio de Portugal, con un escenario inédito, el trazado de Portimão, una montaña rusa de asfalto, se dio otro capricho en forma de exhibición.

Hamilton rehúsa las comparaciones con el pasado. Argumenta que cada época alberga sus particularidades. Jamás se sabrá a ciencia cierta quién es el mejor piloto de la historia. Jamás, porque las investigaciones, la ciencia, nunca podrán ponderar todos los factores que intervienen. Pero lo cierto es que se asienta en el trono de las victorias -92 por 91 de Schumacher-, los podios -161 por 155 de Schumacher-, las poles -97 por 68 de Schumacher- y los puntos -3.687 por los 3.003 de Vettel-. Son los grandes referentes del espectro de los registros de la F-1, con la salvedad del número de títulos. Pero es cuestión de días, si no hay desgracia o covid-19 que lo impida, que Hamilton iguale las siete conquistas de Schumacher, la última frontera. Nadie ha viajado más allá. Goza de 77 puntos de ventaja en el campeonato con aún 130 en juego, el equivalente a cinco carreras.

Cierto es que en la actualidad los calendarios son más extensos, que las puntuaciones son más generosas, que Mercedes protagoniza una de las mayores odas a la dominación. "No tenía una bola de cristal cuando elegí este equipo", subrayó Lewis. Si bien, batir récords es ahora más asequible que antes. La historia de Hamilton, sin embargo, cuenta con algún que otro tangible que mide su nivel. Cuando debutó en 2007, por ejemplo, batió con el mismo coche al vigente campeón, Fernando Alonso. En el debate de si fue favorecido o no, por compartir nacionalidad con McLaren, se debe tener en cuenta que alguien que apuesta, como norma general, lo hace tratando de asumir el menor riesgo posible. Si fue así, algo verían en aquel chaval de 22 años. Como lo vio Mercedes y sigue viéndolo al seguir contando con él. Ahora, con 35, Hamilton ha superado su imaginario y probablemente el de todo el Gran Circo.

Destrozando a la competencia

El secreto, más allá del talento, se llama ambición. La que conserva, al igual que las cerca de 1.500 personas que trabajan para su monoplaza. "Están continuamente innovando, buscando límites. Nadie se relaja. Todo el mundo está empujando y empujando, y eso te inspira. Intento sacar el máximo cada día". Solo así se explica que ayer fuera capaz de adelantar en pista al primer clasificado, su compañero, Valtteri Bottas, y terminar con 25 segundos de ventaja con calambres en una pierna. "Tenía un tirón en el gemelo derecho y he estado levantando". Un destrozo para alguien que trata a pesar de todo de proteger su honor, como es Bottas. Porque no hay más que fijarse en Vettel o Albon para saber lo que es tener en tu mismo garaje a un monstruo de la competición, tipos que desbordan ambición. Vettel acabó 10º y su homólogo en Ferrari, Leclerc, fue 4º; Albon fue 12º y su semejante en Red Bull, Verstappen, fue 3º. Y esto es una constante. Bottas, como norma general, es el siguiente piloto después de Hamilton.

De hecho, ayer Bottas rebasó al poleman británico en los alocados primeros metros. La vuelta inicial fue de lo más bonito que se ha visto últimamente. La variedad al elegir neumáticos y la humedad en pista propiciaron salvajadas como la de Carlos Sainz, que desde la séptima pintura ascendió en una vuelta al primer lugar; Raikkonen ganó diez plazas.

Los sueños se esfumaron con el paso de la vueltas. La lógica que impone la maquinaria se asentó en la vuelta 6: Sainz perdió el liderato en favor de Bottas. Ya en la vuelta 20 de las 66 programadas, Hamilton dio aún más sentido a la lógica. Se puso al frente para machacar. "No entiendo lo que ha pasado. He intentado defender pero no había nada que hacer", expresó cariacontecido Bottas, viendo ante sí la actuación superlativa de Hamilton, un matón de mucha monta. Dobló a toda la parrilla salvo a tres pilotos, los que clasificaron tras él en este orden: Bottas, Verstappen y Leclerc, a 25, 34 y 65 segundos, respectivamente; Sainz fue 6º. La octava muesca de la temporada elevan la cifra a 92, la nueva cota para la leyenda, el Everest de la F-1. Y el séptimo título... es cuestión de tiempo, si no hay algo que no compite que se interponga. Porque en las carreras no hay rival para Hamilton, que traspasó la penúltima frontera.