ACE un año, Jorge Elorduy estaba metido de lleno en la lucha por el ascenso a la ACB como entrenador ayudante del Bilbao Basket. Ahora, por culpa del dichoso coronavirus, vive una incertidumbre que puede acabar en otro ascenso, o no. El técnico bilbaino disfrutó del éxito en su casa, pero no recibió oferta de renovación para continuar en el nuevo proyecto en la máxima categoría y emprendió un camino peculiar. Apenas iniciada la temporada, cogió las riendas del Santurtzi en la Liga EBA para reconducir su trayectoria tras un mal inicio y en febrero se incorporó al Tizona Burgos de LEB Plata. Después de solo cinco partidos en su banquillo, la competición se detuvo con el histórico equipo en puestos de play-off de ascenso a la LEB Oro.

En este parón de dos meses, Elorduy ha aprovechado para "participar en clinics, aunque ya llegué a saturarme, para profundizar en el conocimiento de la estadística avanzada y también para empezar a aprender programación". Eso sin descuidar a su plantilla con entrenamientos y charlas tácticas virtuales por si debe volver a la competición. La Federación Española no ha seguido en el mismo criterio en Oro y Plata y la situación actual es tan curiosa como que el Tizona, que iba tercero en el grupo de ascenso, subirá si no se juega más o si vence, en campo neutral, ante el Prat en el único partido previsto si se reanuda la competición, algo que no se decidirá más tarde del próximo domingo. "Hay que hacer una pretemporada, o algo parecido, de treinta o cuarenta días para jugar solo un partido", comenta. Aún en fase 0 en Burgos, el Tizona se prepara como puede y se enfoca exclusivamente en ese partido contra el Prat, "aunque lo peor de todo es que no se sabe cómo va a seguir adelante todo esto". "Lo que nos espera, los protocolos sanitarios para entrenar, es una locura. Nos piden entre otras cosas tener un médico epidemiólogo y estar concentrados una semana antes de jugar y esto es inasumible para un club de LEB Plata", asegura.

Es difícil vivir más emociones enfrentadas en tan poco tiempo, algo que Jorge Elorduy asume como parte de su profesión, que en su caso le ha llevado durante veinte temporadas por muy diversos destinos y circunstancias. En la ciudad castellana había encontrado "un club al que ayudar a crecer para seguir creciendo como entrenador. Además, conocía ya a muchos de los que están dentro y estoy muy a gusto". En Burgos el baloncesto está en ebullición con el San Pablo en la ACB y casi 10.000 espectadores en sus partidos y el Tizona, cerca de volver a la LEB Oro: "En el último partido que jugamos en casa metimos 1.600 personas en El Plantío, lo que está muy bien para una ciudad pequeña. En Burgos tira mucho el baloncesto y sentir ese respaldo es buenísimo. Los dos clubes pueden convivir tranquilamente".

No es casualidad porque el club en el que ahora dirige Elorduy fue la bandera del baloncesto burgalés durante mucho tiempo y logró tres ascensos consecutivos a la ACB, el último hace cinco años, aunque no pudo culminar ninguno por razones económicos. "Cedieron los derechos en LEB Oro al Miraflores, pero el Tizona empezó el litigio en los tribunales que acabó con el canon de ascenso y permitió luego subir al San Pablo", recuerda el técnico bilbaino, que siente que el baloncesto está en deuda con su actual club, que tuvo que regresar a Primera Nacional, y, quizás, también con él mismo. Lo normal es que Jorge Elorduy continúe en el Tizona la próxima temporada, pero asume que "el panorama se anuncia muy complicado".

Su experiencia tanto en categorías de élite como formativos le invita a pensar que "muchos clubes lo van a pasar muy mal si no tienen un importante músculo económico o un mecenas detrás. De la ayuda de las instituciones habrá que olvidarse, la de los patrocinadores se va a resentir y, además, jugar sin público hasta enero, como dicen, va a ser muy duro. Creo que el deporte en general va a pegar un bajón importante". Elorduy no está convencido de que "estemos preparados para un regreso inminente". "Estoy viendo imágenes de los equipos ACB, con mascarillas, guantes, etc, y no sé si eso se puede mantener mucho tiempo. No hay sonrisas, se aprecia una tensión que no sé si es buena. Si hay que volver a jugar en quince días habrá que estar jugando unos contra otros y no lo acabo de ver. Es todo muy extraño", apunta desde su amplia visión y añade que "el profesional tendrá que adaptarse porque vive de ello y es su trabajo, pero entre los chavales y sus padres no sé cómo se va a asumir. Algo que parecía normal se nos ha caído de repente y vamos a tener que cambiar la mentalidad. En algún momento habrá que quitarse el miedo, pero insisto en que el deporte va a quedar muy tocado".