Desde que en 2016 Aitor Francesena, más conocido en el mar como Gallo, se proclamó campeón del mundo de surf adaptado, solo ha tenido un único objetivo: volver a serlo. La temporada siguiente tuvo que conformarse con la medalla de bronce y en 2018 con el cuarto puesto. El más amargo de todos. A las puertas del podio. Por ello, el año pasado, el surfista zarauztarra decidió prepararse a conciencia para el próximo Mundial. Dedicó semanas a pulir sus movimientos, a perfeccionar cada maniobra. Dedicó meses enteros a abrillantar su físico, su equilibrio y resistencia, con el objetivo de llegar a su mejor momento justo en diciembre del año pasado, fecha en las que estaba previsto realizar el Campeonato del Mundo de 2019. Sin embargo, hubo que aplazar el torneo. Trasladarlo a marzo. Un contratiempo inesperado que, lejos de agriar el carácter de Gallo, lo edulcoró todavía más. Y es que, a pesar de la resignación, el zarauztarra se alegró de tener tres meses más para seguir preparándose. Para llegar al inmejorable estado de forma con el que ha roto cada una de las californianas olas de La Jolla para volver a convertirse, por méritos propios, en campeón del mundo.

Porque Gallo demostró que quería el oro desde que se bajó del avión. En la manga inicial de la categoría de discapacidad visual, es decir, en su primera toma de contacto con el salitre, el zarauztarra levantó a los aficionados de la arena con una increíble ola que le valió un 9 -sobre diez puntos posibles- y una pared bien trabajada que le supuso un 7.90. Sus rivales, el brasileño Elias Ricardo Diel, el francés Thomas Da Silva y el argentino Pablo Martínez poco pudieron hacer ante el recital del surfista de Basque Team, que pasó a la siguiente ronda con un incontestable primer puesto. Ya en la segunda manga, aunque las cosas se complicaron más, el guipuzcoano siguió derrochando calidad y con 13.9 puntos volvió a ser el mejor de su serie, por delante de Diel, de Da Silva (6.94) y del uruguayo Álvaro Pérez. Es decir, casi sin empeño, Gallo se metió en la final del Campeonato del Mundo.

Quizá por la confianza que le otorgaron esos dos primeros puestos en las mangas anteriores y por la seguridad con la que se plantó en la manga definitiva, Gallo apabulló en la final. No hizo rehenes. Destrozó las olas, las puntuaciones y a sus rivales. No tuvo oposición y los jueces, conocedores de ello, le otorgaron sin miramientos las notas más altas. Así, con un 14.20 (7.33 + 6.87), el zarauztarra pasó por encima de Diel, del costarricense Henry Martínez y del estadounidense Joshua Loya para colgarse el segundo oro mundial de su carrera. "En la primera manga me salieron muy bien las cosas, la segunda fue más compleja pero conseguí sacarla adelante y, una vez en la final, he tenido la suerte de coger olas muy buenas y poder proclamarme por segunda vez campeón del mundo", dijo un exultante Gallo desde California.

A pesar de que un glaucoma provocó que Aitor Francesena perdiera la visión del ojo derecho a los 14 años y que el impacto de una ola le destrozara el izquierdo en 2012, el zarauztarra nunca ha dejado de surfear. Totalmente ciego, el deportista de Basque Team ha hecho de este deporte su vida, hasta el punto de que ha entrenado a referentes del surf en Euskal Herria y profesionales de este deporte como Aritz Aranburu y Axier Muniain e incluso ejerció de seleccionador estatal. Sin embargo, ahora, gracias a la ayuda de su amigo y guía Ibon Illarramendi, Gallo puede ser el protagonista de las victorias.