Hace tres años, una pandemia puso en vilo a los Juegos Olímpicos, que se disputaron sin público y bajo unas estrictas medidas sanitarias. En 2024, la preocupación por la seguridad va por otro lado, por el de contener las tensiones políticas que han convertido el mundo en un nido de conflictos. Los responsables de la cita de París quieren poner todo de su parte para que la tensión no estalle en estos días de competición y que el deporte se encargue, una vez más, de hacer olvidar que muchos de los deportistas presentes en la capital francesa proceden de países en guerra. Ayer lunes, durante un acto en la Villa Olímpica Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, lanzó el típico mensaje conciliador: “Vosotros, los atletas, nos mostraréis cómo sería nuestro mundo si todos viviéramos con el mismo espíritu olímpico de coexistencia pacífica. Competiréis ferozmente unos contra otros. Al mismo tiempo, convivís pacíficamente bajo un mismo techo, aquí en la Villa Olímpica. Respetáis las mismas reglas y, lo que es más importante, os respetáis mutuamente. De este modo, estáis enviando un rotundo mensaje de paz al mundo”.
Por más que Bach invite a la concordia, el propio COI, como otros organismos deportivos, se maneja con un doble rasero al sancionar a los deportistas de Rusia y Bielorrusia y no hacerlo con los de Israel. Si hace tres años los deportistas rusos tuvieron que competir sin bandera ni himno por la sanción a su comité olímpico a cuenta del dopaje, en París 2024 los atletas de esos dos países están englobados bajo la difusa categoría de Individual Neutral Athletes, AIN en sus siglas en inglés. Ayer mismo se supo que el gobierno francés ha vetado la presencia en el país de unas 4.300 personas procedentes de Rusia, sean periodistas, técnicos, trabajadores o voluntarios, lo que ha soliviantado al Kremlin.
El criterio para aceptar la participación de estos deportistas fue, básicamente, que no hubieran mostrado una postura favorable a la guerra en Ucrania, lo que viene a recordar que también Israel podría haber sido vetado. Su representación será una de las más vigiladas ya que ya han denunciado que algunos de sus componentes han sufrido amenazas. Los sucesos de Munich 1972 viene de pronto al recuerdo, tanto como las polémicas que hubo en ediciones anteriores cuando se cruzaron en competición atletas israelíes y de países árabes. Al menos, en el desfile inaugural de mañana también estará presente la bandera de Palestina, que acude a los Juegos con seis deportistas.
No conviene olvidar que hay otras situaciones que deberían apelar a la conciencia colectiva como que sigue habiendo un equipo de refugiados que compite bajo bandera del COI formado por 37 hombres y mujeres que han tenido que abandonar sus países bajo amenazas, por temor a sufrir represalias o por huir de conflictos bélicos. Uno de esos sigue activo, endémico, en Sudán del Sur, cuya representación está compuesta por catorce deportistas, doce de los cuales pertenecen a la selección de baloncesto masculino, que representará a un comité olímpico creado en 2015. “Somos un país devastado por la guerra, todos los años se derrama mucha sangre. Espero que abandonemos el tribalismo porque hemos demostrado que podemos estar unidos como uno solo. Esperamos poder seguir haciendo cosas en el futuro, seguir construyendo nuestro país para que podamos estar orgullosos de decir que somos de Sudán del Sur”, dijo Wenyen Gabriel después de que los sursudaneses estuvieran cerca de ganar a Estados Unidos en un amistoso.