Cuando el barcelonismo comenzaba a notar claros síntomas de mejora llegó la final de la Supercopa con el Athletic y el referente inmediato, el encuentro liguero disputado en San Mamés diez días atrás, donde Messi escanció sus esencias y el equipo azulgrana se mostró claramente superior, pese al apretado marcador final (2-3). Llegada la hora de mostrar la categoría de una plantilla multimillonaria, el fracaso del Barça fue evidente, comenzando por su gran referente, Leo Messi, el mejor jugador del mundo y noticia universal por un hecho insólito: fue expulsado por agredir a Villalibre, evidenciando su impotencia para revertir el sino de la final.

Era la primera vez que un árbitro echaba del campo a Messi por mal comportamiento a lo largo de los 753 encuentros que ha disputado con el primer equipo del Barça en su dilatada carrera profesional, pero no como azulgrana. Porque hubo otra primera vez, el 17 de febrero de 2005, en Tafalla, con 17 años, aunque formando parte del filial, el Barça B, donde ya ejercía de figurón.

De hecho aquel joven talento argentino había debutado con los mayores en un encuentro oficial cuatro meses antes, en un derbi frente al Espanyol disputado en el Estado Olímpico de Montjuïc.

Si el domingo en Sevilla a Messi le pudo la frustración y la impotencia, en Tafalla, aquel lejano día, le ofuscó la vehemencia propia de la edad y también su condición, la de una estrella futbolística en ciernes. Ambos casos están unidos con el mismo hilo conductor. El de un ganador impenitente y obsesivo a quien la derrota le llega a ofuscar, y lo mismo anuncia que nunca más jugará con la selección argentina que exige que le dejen salir del Barça argumentando que con la actual plantilla ya no podrá ganar más títulos.

¡Árbitro, penalti...!

El caso fue que jugando con el filial azulgrana, en Segunda B, ante el Peña Sport (0-0), en la jornada 25, irrumpió en el área del equipo navarro y fue derribado por un jugador contrario. Messi se puso como un basilisco exigiendo el penalti y se topó con Daniel Sánchez Maroto, árbitro del Comité Vasco, que no toleró su impertinencia y le mostró la tarjeta roja en el minuto 82.

Desde entonces hasta que Gil Manzano, con el aviso del VAR, decidiera expulsarle por la agresión a Asier Villalibre, Messi ha sufrido en otras dos ocasiones los rigores arbitrales, en ambos casos con la selección argentina. La primera a los 18 años, justo el día de su debut con la albiceleste en un amistoso frente a Hungría. Vilmos Vanczak le agarró de la camiseta en plena carrera y el genio reaccionó soltando su brazo derecho. Merk, un árbitro alemán, resolvió el asunto enseñando la amarilla al defensa húngaro y la roja al delantero de Rosario. El debut de Messi fue visto y no visto, pues tan solo estuvo 43 segundos en el terreno de juego.

La tercera expulsión ocurrió el 6 de julio de 2019, en un Argentina-Chile (2-1) por el tercer y cuarto puesto de la Copa América. Messi se encaró con Medel y el colegiado paraguayo Mario Díaz de Vivar optó por mandar a la caseta a los dos gallos.

En el acta del partido, Gil Manzano puso que Messi "fue expulsado por golpear a un contrario con el brazo haciendo uso de fuerza excesiva estando el balón en juego pero no a distancia de ser jugado". El Barcelona ha trasladado sus alegaciones al Comité de Competición y espera que la agresión a Villalibre se considere como leve, en base a redacciones arbitrales similares, y en consecuencia la sanción correspondiente sea de dos partidos. Una minucia en comparación con lo que se escribe en su historial. La impotencia del número uno.