Hay que recordar que la consecución de la oficialidad competitiva, que requiere, sí o sí, de la integración federativa en los correspondientes organismos internacionales, es voluntad manifiesta del fútbol vasco (acuerdo asambleario cuasi unánime de Durango, legal y ejecutivo) y de la gran mayoría de nuestra sociedad (apoyo explícito del 90% de la representación parlamentaria vasca). Las posiciones externas a esa mayoría democrática, social y deportiva, son respetables, pero han de asumirla. Y si aportan argumentos que sean deportivos y jurídicos; no ideológicos, sesgados, y menos aún malintencionados o descalificadores.

Todos sabemos de las tradicionales reticencias en instancias centralizadoras, y nadie ha ocultado que en el caso del fútbol, por estar así recogido en los estatutos FIFA (artículo 11.6), es a día de hoy necesaria la autorización de la RFEF para que la Federación Vasca pueda integrarse en el órgano internacional del fútbol. Sería oportuno que quienes parcialmentelo aducen recordaran también quién planteó esa condición y quién se opusoa la entrada de Gibraltar, hasta que el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) decidió a favor de la admisión en base a que los llanitos cumplían el tenor estatutario cuando hicieron su petición, y no, como se ha dicho, porque lo aprobara la federación inglesa, pues en Reino Unido hay cuatro federaciones de cuatro naciones deportivas (tomen nota por favor), que no tienen jurisdicción sobre el fútbol del Peñón.

Euskadi no es Gibraltar, pero el laudo gibraltareño tiene virtualidad para aclarar las reglas del juego: una federación internacional, con independencia de la voluntad de sus miembros y de las presiones políticas de alguno de ellos, ha de admitir a las federaciones que cumplan objetivamente los requisitos estatutarios. Ese es el valor de la jurisprudencia del TAS, para este caso y para otras disciplinas, como en un futuro probablemente veamos en relación al deporte vasco.

En el ámbito del fútbol, precisamente por la necesidad de ese plácet estatal, ha de presentarse una propuesta integradora, realista, en la que todas las partes cedan y se respete la voluntad e interés de cada cual. Pura democracia deportiva y asociativa, y pura necesidad transacional. Y ello en el actual marco de existencia de un acuerdo político general, acuerdo de investidura, que obliga al Gobierno central a facilitar la representación vasca en los órganos europeos e internacionales, en atención a su singularidad cultural y deportiva, lo que sólo se consigue rectamente con la integración federativa en aquellos foros. Ese es el compromiso que habrá de materializarse con ocasión de la aprobación de la nueva Ley del Deporte.

No procede, desde una pretendidaverdad única, reproducir viejos y tramposos latiguillos: la ruptura fatal entre federaciones, la necesidad de liga propia, el sacrificio económico, los traumas de fidelidad, el diluvio universal. Cuando llegue el momento (que vendrá) nuestras instituciones sin duda estarán ahí, y cada deportista, libremente, hará su opción, como ya ha ocurrido en Irlanda, en Gales, en Feroe o en Hawai, en muchos momentos y deportes. Está todo inventado. Lo fundamental que nos falta aquí, lo que no tiene justificación alguna, ni legal, ni política, ni deportiva, es que un@ deportista no pueda optar, si es su deseo, por representar la camiseta verde, la roja, la blanca o la azul oscura.

Boris Johnson, furibundo anti-independentista, felicitó a Escocia por su reciente clasificación para la Eurocopa. Sigamos tomando nota.

Menos vendas sin heridas. Más naturalidad y más madurez, incluso para abordar lo que afecte a nuestras fibras y querencias.

Un amigo mío de la infancia sufría de daltonismo, y ello le ocasionaba serios problemas a la hora de conducir, pues cuando el disco estaba rojo él lo veía verde. Otra manifestación, parece, en algunos, de allá y de acá,es que cuando hay luz verde sólo ven la roja.Abogado Especialista en Derecho Deportivo