PASADAS las 20.30 horas, la cuenta atrás para el gran partido cobró vida. Decenas de personas se iban acercando a Licenciado Poza para disfrutar y sufrir en compañía. Bufandas rojiblancas, camisetas y hasta una bengala hicieron acto de presencia en una de las arterias principales del botxo. Era día grande y el aliento de San Mamés tenía que estar presente incluso a más de 800 kilómetros de Granada.

Mikel y Erlantz, dos amigos, lo tenían claro a pocos minutos del pitido inicial. "Esperamos pasar, tenemos muchas ganas", exclamaba uno. "Va a tocar sufrir", respondía el otro. Nadie dijo que meterse en toda una final de Copa iba a ser fácil, pero el momento de soñar había llegado.

A las 21.00 horas los corazones de miles de aficionados del Athletic comenzaron a latir de manera vertiginosa. Cinco años después, los leones buscaban volver a la final de Copa. Con los primeros acercamientos del Granada a la portería defendida por Unai Simón, los gestos de tensión y nerviosismo hicieron acto de presencia. Cada aficionado lo vivía de una manera. Mientras unos conversaban al compás que degustaban sus refrescantes bebidas, otros se mordían las uñas y contenían la respiración.

La escuadra de Diego Martínez necesitaba remontar y echar toda la carne en el asador. Cada centro al área despejado por la zaga vizcaina era seguido de un "¡vamos!", reflejo de la importancia de cada acción. Corría el minuto 29 cuando Williams cedió un balón a Raúl García que la afición bilbaina ya veía dentro, pero en Licenciado Poza solo pudieron retumbar los gritos de lamento por la ocasión desperdiciada. "Ahora todos para atrás, ¿ves?", reprochaba una rojiblanca a su amiga mientras los pupilos de Garitano reculaban a toda velocidad ante la ofensiva del Granada.

Con el inicio del segundo tiempo llegó el gol de Carlos Fernández y el optimismo inicial se convirtió en miedo al precipicio. "Venga, va; uno", pedía una aficionada poco después del varapalo. El reloj corría hacia adelante y los latidos de los corazones bilbainos se aceleraban a cada segundo. Cuando Germán se elevó para rematar y poner el 2-0, se hizo el silencio en Bilbao. Manos a la cara, gestos de lamento y seriedad, la final soñada se escapaba...

Pero fue entonces cuando apareció el ángel de la guarda. El zurdazo de Yuri Berchiche reventó la meta granadina y los tímpanos de más de uno. Bilbao vibró, botó y Pozas se sumergió en una ola de éxtasis. Saltos y bufandas al viento espantaron cualquier duda. A las 22:52 horas se acabó el sufrimiento y la fiesta se trasladó a las calles. La familia rojiblanca tomó Licenciado Poza y cientos de personas cantaron y bailaron al grito de "¡Athletic Club!". Siguiente parada: la gran final de la Copa.

El gol de Yuri Berchiche desató el éxtasis en el botxo y la afición rojiblanca tomó Pozas para celebrar a lo grande el pase a la final