El poderoso sol del ciclismo, el Tour de Francia, posee la capacidad de alumbrar el otoño que cede en apenas una semana ante el invierno. Aún resta más de medio año para que la carrera francesa despierte el 1 de julio de 2022 en Dinamarca, pero Primoz Roglic, uno de los aspirantes de mayor rango al trono de París, no desea desvaríos ni descuidos en el Jumbo. El esloveno, segundo en 2020 en los Campos Elíseos de París y tres veces campeón de la Vuelta además de otros magníficos logros, pide una reflexión en su equipo, que debe gestionar cuidadosamente el modo de mezclar sus ambiciones por la victoria final con las de Wout Van Aert en la próxima edición de la Grande Boucle. El belga es capaz de vencer tras doblar el Mont Ventoux, en la segunda crono de la carrera y en el esprint de cierre en París. No parece que un gobierno de cohabitación sea la mejor decisión frente al colosal empresa de hollar el Tour.

“En teoría, todo es posible. Podemos conseguir el verde y el amarillo -o incluso el maillot de la montaña con Sepp Kuss- pero el equipo tiene que determinar cuál es nuestro objetivo principal. Tenemos que tener un plan que funcione para los dos”, analiza Roglic en una entrevista con Het Laatste Nieuws. La experiencia del Movistar, cuando agitó la tricefalia con Landa, Quintana y Valverde, no parece un buen ejemplo. Tampoco la pugna interna que vivieron años atrás Wiggins y Froome. “La intención debe ser que Wout y yo nos ayudemos mutuamente. Tenemos que encontrar la manera de que él pueda ir a por una victoria de etapa y yo pueda intentar conseguir algo de tiempo a la vez”, detalla Roglic.

GANAR EL TOUR NO ES UNA OBSESIÓN

El esloveno considera que coronarse en París no es una “obsesión”, si bien reconoce que confía en poder vestir de amarillo en los Campos Elíseos. “Me encantaría ganar el Tour, pero no necesito ser recordado como el corredor que ganó o no el Tour. Prefiero que la gente piense en mí como el hombre que luchó por ello cada vez, el hombre que dio lo mejor de sí mismo en cada carrera. Por eso no es una frustración que no haya funcionado todavía”, reflexiona Roglic, que ha mandado a su equipo al rincón del pensar.