La anterior aparición de la coronilla de Vallter 2000 festejó a Adam Yates. Fue en 2019, cuando el mundo era otro y los abrazos no estaban vetados. Entonces se podía aplaudir y gritar con entusiasmo, más si cabe en medio de la majestuosidad de la montaña, reclamo imbatible para el ciclismo. La pandemia mutiló la Volta del pasado curso, pero el cordón umbilical de Yates continúa presente en la montaña. Esa unión atraviesa el tiempo y las piedras. Adam regresó a la montaña que no olvida y se encumbró hasta el liderato de la carrera. El inglés que subió una colina y bajó una montaña. Adam manda en la Volta después de que Almeida quedara a la intemperie en Vallter 2000. El coloso aplastó el ordenamiento de la crono. Sepultó el coraje del portugués y dislocó el entusiasmo de McNulty, empequeñecidos ambos ante la pared pirenaica. Lo que fue un paredón para ellos, un muro de realidad, sirvió para impulsar al Ineos, que gravita con pértigas alrededor de Yates. Porte es segundo y Thomas, cuarto en la general. Almeida se sostiene en medio del emparedado británico, que rescató a los nombres de la nobleza: Porte y Thomas.

En ese escenario de tipos con pasado y pliegues de ciclismo añejo, Valverde reivindicó su nombre. El ciclista eterno se desempolvó en la ascensión. Aunque sin la exuberancia y la alegría de antaño, Valverde, de 40 años, todavía sostiene el andamiaje del Movistar. Fue tercero en meta Valverde por detrás de Esteban Chaves, el colombiano que trata de recuperar la sonrisa que hace tiempo le sombreó el gesto, y Yates, el más sólido de los jerarcas en el primer peritaje en las alturas. De más arriba llegaba Carapaz a la Volta, desde los volcanes que duermen en el cielo y abren el ojo de fuego en el duermevela, pero el ecuatoriano rechina aún. Oxidado, sin el lubricante de la competición. Carapaz, rostro de guerra, insinuó lo que pretendía, pero a sus piernas no les llega el voltaje necesario. Vallter 2000 exigía corriente continua. Sin intermitencias. La de Froome se apagó antes de que empezar.

MIKEL BIZKARRA ASOMA

A Vallter 2000 asomó la fuga de ocho con la dicha de Kiko Galván, que fue líder durante un buen tramo de la etapa. La ascensión al puerto pirenaico le arrancó cualquier ilusión. Solo el empeño de Arensman se grapaba a la rugosidad de una carretera agrietada y vetusta. Por detrás, los favoritos no tardaron en incomodar a Almeida, con ese ciclismo suyo de rostro sufriente y dientes romos, desgatados por el esfuerzo. El portugués no tenía ni un gramo de fuerza en stock. Lo detectó Mikel Bizkarra, el último hombre de Euskaltel-Euskadi. El vizcaino, estupenda su etapa, fue la luciérnaga naranja que advirtió el semblante apurado de Almeida, que subía por tozudez. Ese argumento alertó a Valverde, que siempre ha tenido reprís. A los 40 años aún late el pedigrí, esa pedalada grácil en el momento del click. Fue el inicio del final de Almeida.

Esa agitación redujo el grupo de favoritos y mostró el baile de máscaras. Valverde incitó a Carapaz, siempre animoso. Caminaron juntos hasta que se reordenó el grupo y empastaron Adam Yates, Quintana, Kuss, Carthy… Almeida, piernas trémulas, pudo sostenerse pero en su lenguaje corporal reinaba la fatiga. Valverde descerrajó otra bala para conectar con Arensman. Carapaz escuchó la detonación y convocó a Quintana. Un instante después, el colombiano abría el paisaje con Valverde colgado de su rueda. Ciccone y Carapaz componían el otro dúo. Fue un instante de reencuento de los muchachos que ya no son del Movistar.

La idílica escena la quebró Adam Yates, que se personó con Kuss, el colibrí norteamericano. Arensman dimitió. Carapaz se desprendió. Vallter 2000 corroía los organismos. Los fatigaba. Kuss zarandeó el terceto. Yates respondió. Valverde dudó. El inglés, sólido, concentrado, contraatacó para volar hasta meta. Kuss y Valverde se quedaron con la palabra en la boca. Por detrás, Chaves aceleraba. En la cumbre recuperó la dicha Valverde, feliz, pulgar arriba tras su respingo en Vallter 2000, el hogar de Adam Yates, líder de la Volta que este jueves vivirá su segunda etapa de montaña, de 166,5 km entre Ripoll y Port Ainé. Yates vuelve a casa.