Personaje poliédrico e imprescindible de la reciente historia del ciclismo, el hombre que quiso ser Dios y acabó convirtiéndose en la reencarnación del mal cuando se supo que además de un competidor voraz no dejaba de ser un tramposo con métodos más propios del matonismo para callar a sus críticos, será el eje gravitacional del documental Lance. El serial, que emitirá la cadena estadounidense ESPN constará de 30 capítulos en los que se desgranará la carrera deportiva del ciclista texano, epítome del dopaje y el icono de una época. “Todavía nos estamos justificando por aquello -el caso Armstrong-. Han pasado por lo menos 15 años y aún estamos hablando de eso. Hizo mucho daño. Esa época ha dañado el deporte, pero creo que hemos cambiado de página. No creo que hubiera podido ganar el Tour de Francia cuatro veces si no hubiera cambiado”, exponía días atrás Chris Froome, consciente de la fascinación que aún produce Armstrong en el imaginario colectivo.

El norteamericano fue desposeído de los siete Tours consecutivos que se embolsó por dopaje. Armstrong fue líder inequívoco de la mayor trama de engaño que se recuerda en el ciclismo. Después de su caída a los infiernos, vetado en cualquier tipo de competición, Armstrong, que reconoció ante Oprah Winfrey que la gloria obtenida en los Campos Elíseos se sostuvo sobre la arquitectura del dopaje, está dispuesto a contar su verdad. “No voy a mentir, voy a decir mi verdad”, dispara el texano a modo de enganche para el documental, que contará con la voz de antiguos camaradas de equipo, como George Hincapie, quien encomendó a Armstrong a que contara todo a la Agencia Antidopaje de Estados Unidos, que le investigaba por fraude deportivo.

El de Armstrong fue un caso con muchas y diversas ramificaciones dado el negocio que generó el ciclista, un fenómeno mundial que transcendió las fronteras del ciclismo desde su milagrosa recuperación del cáncer. El texano fue durante años un modelo a seguir. Armstrong puso en marcha la Livestrong Foundation en 1997, que impulsó la lucha contra la enfermedad que él mismo padeció. El corredor era requerido por gobernantes, adinerados y famosos, además de ser un excelente reclamo para las marcas, que se peleaban con contar con él debido a su infatigable y arrollador éxito deportivo entre 1999 y 2005, cuando encadenó siete Tours de manera consecutiva. Sin embargo, su imperio comenzó a tambalearse ante las acusaciones de dopaje. No todos creían en su Epifanía, en su milagro. Se acumularon las voces críticas y las pruebas en su contra hasta que el escándalo le arrancó su cuenta de hadas y le borró del palmarés del Tour para siempre. “No era legal, pero no cambiaría nada. Era lo que teníamos que hacer para ganar”, sentenció en la cadena NBCSN, sobre el uso del dopaje. Aquella era su verdad. Ahora, quiere contarla.