EN Pau viró el Tour de Francia hacia una dimensión desconocida. Cuando se esperaba a Geraint Thomas de amarillo, o al menos a una pulgada, sitúa al galés a 1:26 de Julian Alaphilippe, el sorprendente líder que todo lo puede hasta el momento. “Creo que Julian puede conservarlo hasta París. Lo ha perdido una vez, lo recuperó y eso demuestra lo fuerte que está en este Tour”, expuso Enric Mas, compañero del galo y cuarto en la general. El mallorquín viste de blanco, la prenda que distingue al mejor joven del Tour tras arrancarle la prenda a Egan Bernal, que naufragó en la crono, donde quedó establecida la cadena de mando del Ineos.

Thomas es el líder de la formación británica, que deberá revertir su naturaleza en el Tour y pasar a la ofensiva si quiere conquistar la carrera. “No solo Ineos, todos intentarán mover la carrera y atacar. Nosotros tenemos que pensar en intentar seguirles y estar tranquilos hasta la línea de meta”, avanzó Enric Mas, que espera una guerra en el Tourmalet, el coloso de 2.115 metros de altitud y 19 kilómetros al 7,4 % de desnivel medio que coronará por tercera vez una etapa en la historia de la Grande Boucle. En 1974 se impuso Jean-Pierre Danguillaume. En 2010 fue Andy Schleck el que pudo a Contador en la cima de una cumbre adorada.

El coloso pirenaico será la culminación de una etapa nerviosa, “un latigazo”, como lo define el director deportivo de la carrera, Thierry Gouvenou. Apenas 117 kilómetros, la misma longitud que en su primera edición como meta. En esta ocasión, sin embargo, el Soulor, de primera categoría, 11,9 kilómetros al 7,8 % de desnivel, será el trampolín hacia la ascensión del mítico Tourmalet. “Es mi etapa favorita si tuviera que elegir una de todo el Tour”, dijo Mikel Landa, dispuesto para la guerra abierta que se espera en el Tourmalet.