Bilbao - Al Bilbao Basket se le escurrió entre los dedos la posibilidad de arrancar el curso con un 3-0 que habría supuesto un punto de partida de valor incalculable en su objetivo de luchar por la permanencia en la Liga Endesa. Si cualquier duelo resuelto con prórroga lleva ya implícito altas dosis de cara o cruz, en Fontes do Sar hubo que recurrir a dos para desequilibrar la balanza y muy cerca estuvieron los hombres de negro de forzar la tercera. En el juego de los de Álex Mumbrú hubo claros y oscuros, aspectos positivos y otros negativos que deberán ser trabajados (problemas para cerrar el rebote defensivo que ya se vieron en Tenerife, pérdidas muy dañinas en momentos clave...), pero de lo que no cabe duda es de que en la victoria y en la derrota el vizcaino es un conjunto absolutamente reconocible, un grupo humano que sabe a lo que juega y cómo quiere hacerlo. El sábado fue el Obradoiro, que afrontaba la cita en estado de gran necesidad, el que se llevó el gato al agua, pero en todo momento se vio a un Bilbao Basket aguerrido y fiel a sí mismo, con las ideas claras saliesen estas bien o mal, con un plan de actuación que esta vez no llegó a buen puerto pero que debería ser premisa para alcanzar un rendimiento sostenible y capacitado para que no sean pocas las veces en las que el marcador final acabe sonriendo a sus intereses.

Estas tres jornadas iniciales sirven también para extraer un esbozo de lo que puede ser el modus operandi del equipo en lo individual. Mumbrú ha mantenido inamovible el quinteto con el que arranca los partidos (Jonathan Rousselle, Rafa Martínez, Axel Bouteille, Arnoldas Kulboka y Ondrej Balvin) y al igual que en LEB trata de repartir minutos y esfuerzos involucrando de forma constante al personal del banquillo. En esa segunda unidad, dos piezas vitales en el ascenso están demostrando su capacidad para ser solventes y productivos en un ecosistema más exigente a todo lo que habían vivido en sus cortas carreras profesionales: Jaylon Brown y Ben Lammers.

Al finalizar el pasado ejercicio, la dirección deportiva decidió renovar a su pareja de extracomunitarios a sabiendas de que no iban a tener, al menos a priori, un rol tan protagonista, pues el escolta iba a ejercer de guardaespaldas de Martínez y el de Texas iba a hacer lo mismo con Balvin. Las mayores dudas se centraban en Brown por su corta estatura (1,83) para la posición de dos, pero el de Indiana está respondiendo con creces. Brown promedia 15, 6 puntos por partido, es el hombre de negro que más tiros de campo ha efectuado, el sábado se fue hasta los 23 puntos y fue el encargado de jugarse el balón que pudo enviar el choque a la tercera prórroga. En Tenerife arrancó brillando sobre todo desde la larga distancia (23 puntos, con cuatro triples sin fallo), pero su punto de mira ha ido perdiendo precisión (1 de 8 en los dos últimos choques) para sobresalir en sus dos grandes puntos fuertes: el tiro de media distancia y, sobre todo, su capacidad para penetrar a canasta, para lo que encuentra más espacios que en la LEB.

Por su parte, Lammers no tiene estadísticas tan sobresalientes y, como no podría ser de otra forma, sufre más que el pasado curso en la defensa al poste, pero su aportación en retaguardia sigue siendo extraordinaria por su movilidad, capacidad para acudir a ayudas y tapar líneas de pase y, sobre todo, taponar, faceta del juego en la que ya está muy arriba en el ranking de la ACB con 2,3 por cita. Jugador de equipo y multidisciplinar como pocos (capturó 8 rebotes el sábado, ante el Valencia dio 3 asistencias...), es el cuarto hombre de negro más valorado -tras Balvin, Bouteille y Martínez- a pesar de no llegar a los seis puntos por partido. Ese es trabajo de otros.