Bilbao - Al Bilbao Basket le quedó claro ayer que el camino de retorno a la Liga Endesa estará repleto de espinas, de obstáculos a superar, de trampas en cada esquina. Nada de alfombra roja. Tras arrancar la serie de cuartos de final con un triunfo autoritario, los hombres de negro quedaron ayer atrapados en el planteamiento de un Palencia mucho más compacto, serio y efusivo desde el punto de vista físico y ahora se encuentran obligados a sumar a domicilio si quieren acceder a la Final Four. Los de Álex Mumbrú arrancaron bien, pero en el momento en el que los de Carles Marco apostaron por bajar revoluciones al ritmo del partido y se cerraron alrededor de su aro, invitando al rival a percutir desde las larga distancia, su juego colapsó. Desde el final del segundo cuarto al ecuador del último, la carta de tiro bilbaina mostró un horrendo 2 de 19 desde más allá de la línea de 6,75. Para entonces, el marcador mostraba ya un 54-71 sin remedio.

Tras su manifiesta inferioridad en el choque inaugural, el Palencia entendió que estaba obligado a agitar el árbol táctico, a cambiar su hoja de ruta para evitar el 2-0 y así lo hizo. Incidió mucho más en la lucha cuerpo a cuerpo en las cercanías del aro, faceta en la que el Bilbao Basket había sido muy superior en la primera cita, y casi siempre encontró premio: o canasta o personal. Además, cuidó mucho mejor el rebote y solo le hizo falta transformar dos triples (de once intentos) para llevarse el gato al agua. Además, poder contar de nuevo con Aitor Zubizarreta, renqueante por una torcedura de tobillo, ordenó mucho su juego. El guipuzcoano impuso su ritmo, agobió a los directores de juego bilbainos y se convirtió en un perfecto actor de reparto para los protagonistas Rokas Gustys, muy dañino en la matinal de ayer (16 puntos y 10 rebotes) y Steve Vasturia, que encontró una y otra vez rutas despejadas para penetrar hasta el aro bilbaino.

En las filas vizcainas todo fue mucho más espeso. Le fue bien durante los primeros quince minutos, cuando pudo actuar cerca del aro, pero en el momento en el que las constantes vitales del duelo le obligaron a lanzar desde fuera? Y no fue una cuestión de falta de entrega, pues tras su desventaja de 17 puntos llegó a colocar el 69-76 a tres minutos del final, pero ayer faltaron jugadores acertados y fortaleza mental en esos minutos del tercer cuarto en los que todavía era posible evitar el naufragio. No hubo nadie capaz de salir al rescate (Jaylon Brown y Ben Lammers, brillantes en el duelo del viernes, cometieron su cuarta y tercera falta personal en esos momentos) y el Palencia encontró una autopista de cinco carriles para lanzarse sin miramientos a la yugular bilbaina.

Lo mejor, al principio La matinal arrancó sobrada de temperatura y tensión, rebosante de pelea en las trincheras. No habían transcurrido ni dos minutos cuando Leonardo Demetrio tuvo que viajar al banquillo por una brecha en el párpado en la lucha por un rebote. Sin embargo, los locales comparecieron entonados en el tiro de tres puntos (cuatro aciertos tempraneros con otros tantos protagonistas) y ello les permitió gobernar el marcador. Además, la entrada en escena de Javi Salgado y Lammers y su particular conexión estuvo cerca de propiciar un tempranero demarraje (22-13), pero un claro contraataque bilbaino que acabó en pérdida y antideportiva de Iván Cruz permitió a los de Marco mantener la verticalidad y cerrar el primer cuarto sin desconectarse (22-17) a pesar de perder momentáneamente la pugna reboteadora (10 a 4 para los anfitriones) y hacer gala de un horrible 1 de 6 en el triple (los de Mumbrú lucían hasta ese momento un gran 57,1%). El parcial palentino se alargó hasta el 22-21, momento en el que los hombres de negro entendieron que era en la pintura donde podían poner de manifiesto su superioridad. Un sideral gorro a dos manos de Lammers sobre Moussa Kone y las terminaciones ofensivas de Kevin Larsen volvieron a dar aire al Bilbao Basket (32-25) ante un rival que, además, se metió en bonus de personales a seis minutos del descanso. Pero el conjunto vizcaino no supo sacar ventaja de estas circunstancias. Ni provocó viajes a la línea de tiros libres ni siguió jugando interior. Sus ataques pasaron a ser carruseles de triples con escasísimo acierto y el Palencia encontró un ecosistema perfecto para equilibrar la balanza. Con Vasturia tirando de fundamentos y penetrando una y otra vez para finalizar en bandejas, los visitantes igualaron a 35 puntos a 1:04 del descanso. Zubizarreta controlaba el ritmo del duelo, más lento y reposado, y el Bilbao Basket echaba de menos algo más de pimienta y, ante todo, acierto desde más allá de la línea de 6,75 (1 de 9 en el segundo acto).

La contienda llegó a su ecuador con las espadas en todo lo alto (37-37), pero en su reanudación las cosas no tardaron en ir a peor. El triple inicial de Edu Martínez no fue más que un espejismo. Tres canastas seguidas de Gustys ante Lammers, dos tras rebote ofensivo, fueron el preludio de un parcial de 0-11 con el que el Palencia puso pies en polvorosa en el marcador para no volver a mirar atrás. El Bilbao Basket colapsó. Ante un rival cerrado que le invitó a tirar desde fuera, la producción ofensiva de los anfitriones desapareció del mapa. Por contra, en las filas de los de Marco todo fluía con naturalidad, ya que encontraron un filón en las distancias cortas. Cada vez que los visitantes pisaban la zona bilbaina sacaban algo positivo, ya fuera canasta o una personal. Bajo esos parámetros, a los que había que sumarles los problemas de faltas de Lammers y Brown, tres pérdidas de balón absurdas (dos de saque) y hasta un par de bandejas falladas en contraataque, el Bilbao Basket se encontró con un adverso 50-63 a diez minutos de final y con muy escasos argumentos para buscar la remontada. Entre Vasturia, Zubizarreta y Gustys ampliaron el colchón hasta el 52-69 antes de que tres triples seguidos de Osvaldas Matulionis ofrecieran a Miribilla un hilillo de esperanza (63-73). El duelo recuperó tensión y polémica, con técnica a Mumbrú incluida por protestar una acción de pie, y los locales, de la mano del lituano, llegaron a acercarse hasta el 69-76 a tres minutos del final, pero ahí acabó su intento de remontada. Jordi Grimau castigó un rebote ofensivo y una pérdida y el Palencia se encaminó hacia el triunfo sin mayores sobresaltos. El factor cancha pertenece ahora a los de Carles Marco y es el Bilbao Basket el que está obligado a ganar fuera si quiere que su temporada no acabe antes de tiempo. Nadie dijo que esto fuese a ser un camino de rosas. Y ayer quedó claro.