bilbao - En mitad del intento invernal sin oxígeno al Everest (8.848 metros), Alex Txikon (Lemoa, 1981) se lió la manta en la cabeza y tiró al techo del Pumori (7.161). Coronó. Mientras tanto, la realidad del vizcaino reside en el trabajo sobre el cuerpo del techo del mundo, donde tratará de imponerse a la naturaleza brutal de la peor de las épocas en una montaña que el año pasado le mostró la espalda. El hito puede ser gigantesco.

Partieron hacia el Himalaya el pasado 24 de diciembre. ¿Cómo encontró el Everest?

-Está en un estado muy parecido al del año pasado. La Cascada del Khumbu está más o menos similar. Quizás está algo más pelado, algo más descarnado. Tiene más hielo.

La Cascada del Khumbu es una zona en permanente cambio...

-El año pasado nos topamos con tres secciones muy peligrosas. En esta expedición destacaría solo una que no me gusta mucho. Por lo demás, no hay demasiada diferencia con respecto al invierno de 2017.

¿Qué sensaciones tiene en la montaña?

-Las sensaciones son buenas. La meteorología de los primeros días no fue demasiado favorable, con bastante viento, pero en los últimos días las temperaturas están siendo algo más altas que el invierno pasado. Las sensaciones, en definitiva, están siendo muy buenas.

¿Cómo ha sido hasta el momento la equipación tanto del Campo 1 como del Campo 2, que ha sido exprés?

-Hemos trabajado seis personas, a diferencia del año pasado, que éramos once. En seis días alcanzamos el Campo 2. Es un objetivo bonito, que está muy bien. Alcanzar los 6.500 metros en solo seis jornadas con seis personas, con lo que eso conlleva: subir mucha cuerda, muchas escaleras y mucho material, está muy bien. Estamos muy contentos.

¿Qué condiciones climatológicas han registrado en sus primeras semanas en el Everest?

-Las ascensiones al Campo 1 y al Campo 2 fueron bastante duras, porque soportamos mucho viento. Respecto a la temperatura, estamos viviendo lo normal. Anduvimos con veinte o treinta bajo cero y algo de viento. La meteorología no es extremadamente dificultosa. Aun así, estamos recién iniciados. Ya nos tocará pelear.

¿Les está ayudando la experiencia acumulada del año pasado? ¿Qué aprendió entonces?

-El año pasado aprendí mucho. Sobre todo, nos enseñó cómo equipar la Cascada del Khumbu. Las expediciones siempre ayudan a conocer la montaña, a sentirla, a experimentarla. Este año, de momento, todo nos está saliendo redondo. También es cierto que el tiempo nos está acompañando. Si la meteorología es mala, tocará quedarse en el Campo Base quietitos.

¿Cómo se encuentra el equipo de alpinistas?

-Muy bien. En el Campo Base estamos varias personas de casa: Ignacio Zuloaga, Eneko Garamendi y Roberto Mendoza, que es un apoyo esencial para mí. Además, se encuentran nueve escaladores junto a mí. Salvo Tenzing Gyalzen, uno de los ice doctors que tuvo un catarro y se vio obligado a bajar a su aldea a recuperarse, el resto de los componentes del bloque está muy bien. Tenzing tenía una voz de perro...

Ha vuelto a unirse a Ali Sadpara. ¿Cómo ha sido volver a escalar con él después de haber conseguido el Nanga Parbat invernal en 2016 y no repetir el curso pasado?

-Al principio, Ali Sadpara estuvo algo confuso, pero es lo normal. Suele pasar cuando sales de tu zona. En mi caso, estoy más arropado porque voy con gente de casa, pero él es el único pakistaní del equipo. Hay veces que el idioma es también una frontera. En los días iniciales, estuvo un poco fuera de lugar hasta que encontró su sitio. Empezó a trabajar con Nuri y Temba Bhote en el Pumori y ahora mismo se le ve muy motivado y contento.

En 2017 vivió problemas de fuera de la expedición y desmontaron su campamento. ¿Han trabajado este curso para evitar que ocurra algo similar?

-Esperamos que sí. Hemos aprendido que tenemos permiso hasta el 28 de febrero. Si queremos estar más días, hay que pagar otros 20.000 euros.

¿Cuáles son las fortalezas principales de la cordada?

-Ahora mismo estamos trabajando a bloque. Falta mucho para ver nuestras fortalezas. Tenemos que trabajar y afianzar la montaña. Después, ya se verá. Somos una cordada de nueve trabajadores a la que hay que sumar otros tres que están en el Campo Base y cuatro personas más. En total, somos 16 personas que hacemos posible que esto continúe. Cada uno tiene su función y es esencial para el resto.

¿El viento es lo que más respeto le da de cara a la ascensión al Everest?

-Sobre todo, tengo respeto a la zona que no me gusta de la Cascada del Khumbu. Esperemos que caiga un serac para pasar más tranquilos, ¡pero que no se nos caiga encima! Ahora tenemos que afianzar la siguiente tirada, que es llegar a los 8.000 metros, y trazar el ataque a cumbre.

Una vez conocidas las ráfagas que soportaron el año pasado en el Collado Sur, ¿qué tienen previsto en caso de una situación similar?

-Darnos la vuelta. Así no podríamos intentar el ataque a cumbre.

¿Considera que tienen más opciones de éxito que el año pasado?

-Visto cómo vamos, se podría decir que sí, pero todo esto puede cambiar, truncarse y que no nos movamos del Campo Base. También puede ser que la gente enferme o que falle alguien y surja la incertidumbre. Lo que hoy va muy bien, mañana puede ir muy mal. Se trata de disfrutar del momento y de todo el recorrido.

La pasada semana se lanzó a por el Pumori con éxito. ¿Cómo ha sido la escalada desde el punto de vista técnico? ¿Tiene influencia en cuanto a la preparación prevista para hollar el Everest?

-La preparación es buena. Cuando alcanzas los 7.000 metros, de cara a dormir en el Campo 3, es más ventajoso. La ascensión, por otro lado, fue dura y comprometida. Tuvo tramos técnicos y otros en los que tienes que tener fe en ti mismo, en la montaña, y estar en conexión con la naturaleza, con uno mismo y con el alma. Estuvimos menos de diez minutos en la cumbre por las ganas que teníamos todos de bajar de ahí y escapar de esa montaña tan hermosa y a la vez tan comprometida y peligrosa.

¿De dónde viene la idea de ascender el Pumori?

-Esta cima siempre ha estado ahí. He venido más de ocho veces al Himalaya y siempre me ha parecido una de las más bonitas junto al Ama Dablam (6.856). Siempre me ha echado para atrás, porque está unida a la tragedia. Desde hace veinte años no son muy alentadores los comentarios que se hacen de esta montaña. Pocas expediciones lo han intentado. El invierno pasado la observé todos los santos días y este año, con las temperaturas algo más altas, nos encontramos que tenía más peligrosidad.