La ley del más fuerte
El Bilbao Basket, sin consistencia en el puesto de pívot y de nuevo endeble en defensa, suma su tercera derrota consecutiva en la Eurocup ante un Lokomotiv que arrolló a base de físico
BILBAO - La ley del más fuerte. Del más físico. La del equipo con una rotación más larga, más y mejores recursos humanos y mayor calidad individual y colectiva. La lógica impuso ayer su cruel dictadura en el Basket Hall de Krasnodar y el Lokomotiv Kuban fue un hueso imposible de roer para un Bilbao Basket intachable desde el punto de vista de la voluntad, pero sin argumentos ni en defensa ni en ataque para oponer resistencia con garantías ante un rival mucho más sólido y compacto, con un patrón de juego mucho más definido. A los hombres de negro se les vieron las costuras porque los de Sasa Obradovic cuentan con armamento de sobra para pintarle la cara a cualquiera, más todavía a un grupo humano todavía inestable, tierno. Los anfitriones volvieron a hacer gala de una fortaleza defensiva notable y en ataque movieron la bola con pulcritud y velocidad, percutiendo desde fuera cuando era menester, sacando provecho de su superioridad en el rebote y hurgando en la lacerante herida que tiene el Bilbao Basket en la posición de cinco.
Al actual conjunto vizcaino se le puede pedir que supere en casa a Limoges o Partizan, pero batir a domicilio a un rival como el Lokomotiv Kuban está lejos de su alcance. Muy lejos. Sus carencias en la posición de pívot, con la necesidad de reservar a Mickell Gladness, que ayer hizo además tres faltas en apenas dos minutos de juego, para la Liga Endesa, que es donde de verdad se juega el sustento este equipo, mediatizan muchísimo su juego, tanto en ataque como en defensa porque los rivales saben que en el sótano pueden sumar puntos cómodos y que sus esfuerzos defensivos deben centrarse en controlar la línea del 6,75. Entre los dos pívots del conjunto ruso, Brian Qvale y Frank Elegar, solo necesitaron once lanzamientos para anotar 22 puntos, siendo el primero de ellos vital en el demarraje local en el segundo cuarto. El resto lo hizo la calidad individual de Trevor Lacey, un jugadorazo, y el acierto desde la línea de 6,75 de Ryan Broekhoff. Demasiadas vías de agua para defender para un Bilbao Basket cuya retaguardia se desmorona a las primeras de cambio -83 puntos ante el Lietuvos Rytas, 98 ante el Limoges, 96 ante el Partizan, 102 ayer...- y que tampoco anduvo demasiado atinado en el tiro. Dejando al margen a Jonathan Tabu y Álex Mumbrú, autores de 24 y 17 puntos respectivamente con un siete de once conjunto en triples, el resto del equipo solo engatilló uno de los 18 lanzamientos desde más allá del arco exterior. Ante este panorama, Obradovic solo tuvo que activar el modo rodillo, con una rotación constante de once jugadores, para que el duelo, en el que se señalaron 61 faltas, acabara cayendo de su lado con la superioridad física de los suyos como argumento imposible de igualar por el rival.
Cuestión de tiempo Las intenciones del Lokomotiv Kuban quedaron claras desde el salto inicial: líneas adelantadas, defensa pegajosa, con constantes dos contra uno ante el encargado de subir el balón y uso de manos por doquier. Sin embargo, los visitantes no se amilanaron de buenas a primera, sino que se las arreglaron para aguantar la mirada de los rusos a pesar de que el partido se trababa con una concatenación de personales. El primer problema en las filas de los de Duran llegó cuando Mickell Gladness cometió tres faltas en apenas dos minutos de juego. El intercambio de golpes comenzó a decantarse a favor de los de Obradovic cuando sus pupilos, de la mano de Broekhoff, empezaron a engatillar con tino desde la distancia de tres puntos, aunque el acierto de Mumbrú fue vital para que el acto inaugural se cerrara con un equilibrado 26-24. Sin embargo, era el Lokomotiv el que imponía a la cita las constantes vitales que más le interesaban. Con un constante ir y venir de efectivos entre el banquillo y la pista, pudo mantener la intensidad defensiva pese al concierto de pito de los colegiados, mientras que en ataque su movimiento de balón cada vez encontraba mayores facilidades. Los rusos, aprovechando su supremacía en el rebote de ataque y gozando de segundas y hasta terceras oportunidades, abrieron el segundo cuarto con un 13-4 que les disparó hasta el 39-28. Mumbrú, con un triple, frenó la sangría, pero los ataques bilbainos cada vez eran más espesos y previsibles, carentes de un referente en las distancias cortas, mientras que los anfitriones no tardaron en descubrir la debilidad defensiva de los hombres de negro debajo del aro y se lanzaron a la yugular de la mano de Qvale. El pívot estadounidense torturó a Vasilije Vucetic primero y a Tim Kempton después para anotar nueve puntos consecutivos y colocar un 53-36 que oscurecía enormemente el panorama del conjunto vizcaino que, sin embargo, se aferró a la línea de tiros libres para, a falta de otros argumentos, alcanzar el ecuador de la contienda con un no demasiado sonrojante 55-40 instalado en el marcador.
Un 5-0 de salida al regreso de vestuarios puso la puntilla al encuentro. Porque el Bilbao Basket no tenía argumentos como para opositar a la remontada y el Lokomotiv Kuban dejó de pisar el acelerador a fondo en el momento en el que sus ventajas coquetearon con los veinte puntos. El 102-86 final explica perfectamente un duelo que no puede servir para medir a un Bilbao Basket al que sus esperanzas continentales no se le torcieron ayer, sino en los dos duelos anteriores en casa. Ayer lo único que ocurrió fue que se impuso la ley del más fuerte.