Bilbao - El Bilbao Basket amagó en Illunbe con una victoria de etiqueta, de las de traje y corbata, pero tuvo que acabar recurriendo al mono de trabajo, al pico y a la pala, para sacar adelante con agobios un encuentro que el Gipuzkoa Basket convirtió en áspero tras el descanso y en el que la voltereta catastrófica no estuvo tan lejos de producirse. Pero en la situación en la que se encontraba el conjunto de Carles Duran, encadenando tres derrotas y con no pocas lagunas de rendimiento y sensaciones, el fin justificaba los medios y el resultado final en el derbi tiene fines balsámicos y aporta una base más sólida sobre la que crecer y seguir construyendo un grupo más sólido y constante.

Porque en el Donostia Arena comparecieron ayer dos Bilbao Basket muy distintos. En el segundo cuarto se vio un equipo arrollador, solidario y agresivo en defensa y entonado y cooperativo en ataque, haciendo circular el balón con velocidad y tino. ¿El resultado? Un colchón de 19 puntos en el luminoso (23-42) que allanaba muchísimo el camino. Pero tras el descanso los hombres de negro mutaron a equipo excesivamente conservador, se frenaron en seco ante la agresiva defensa ordenada por Porfi Fisac, jugaron demasiado pendientes del marcador y no estuvieron lejos de hincar la rodilla. Los visitantes encajaron la friolera de 59 puntos en los dos últimos actos, concedieron demasiadas alegrías a un rival que poco antes coqueteaba con besar la lona y los animosos emisarios de la marea negra desplazados a Donostia las pasaron canutas con el 67-73 a cinco minutos del final, el 80-84 cuando faltaba un minuto por disputarse o incluso el 85-87 con 27 segundos aún en juego.

Pero la sangre no acabó llegando al río porque ahí estuvieron Dejan Todorovic, Álex Mumbrú y Pere Tomàs para evitarlo. Deki y el capitán sumaron canastas de vital importancia cuando el balón más quemaba -el balcánico acabó sellando el triunfo con dos tiros libres vitales a seis segundos del final-, mientras que el balear, fino también desde la línea de personal cuando más falta hacía, brilló en labores de intendencia, con un par de capturas ofensivas que valieron su peso en oro pues llegaron cuando a su equipo más le temblaba el pulso.

La contienda amaneció con ambas escuadras cometiendo más desatinos que aciertos. En las filas visitantes, las pérdidas y lo espeso de sus ataques, amasando demasiado balón sin hacerlo circular, dificultaban sus operaciones, demasiado estáticas, mientras que a los anfitriones les pesaban sus constantes errores en el lanzamiento, muchas veces debajo del aro. El Gipuzkoa Basket quiso salir del sopor alistando al MVP Henk Norel con casi seis minutos ya disputados, pero Vasilije Vucetic, muy serio y activo en defensa, aguantó a las mil maravillas al holandés. Fue el banquillo del Bilbao Basket el que le cambió la cara a la contienda. Entre Mumbrú y Vucetic permitieron a los de Duran cerrar el acto inaugural con una interesante ventaja (11-16) ante un rival en cuya hoja de servicios aparecía un horrendo 4 de 19 en tiros de campo y posteriormente fue Lucio Redivo el que dinamitó el Donostia Arena. Diez puntos consecutivos del argentino dispararon al conjunto vizcaino en el luminoso hasta el 14-26. Fisac se vio obligado a llamar a capítulo a los suyos, pero su pizarra no encontró soluciones. La escuadra visitante cerró muy bien su aro, utilizando muchos las manos y haciendo gala de una actividad constante, y sus ventajas en el marcador fueron ampliándose como si una gota malaya torturara al GBC. 15-29. 19-36. 23-42. Con Salgado dirigiendo a las mil maravillas a los suyos, solo Swing ofrecía algo de resistencia. Sin embargo, el Bilbao Basket, encadenando un par de pérdidas, no fue capaz de clavar la estaca definitiva en el corazón de su contrincante y un triple de Pardina permitió a los locales alcanzar el ecuador con esperanzas de remontada (28-43), amparándose en que sus horribles porcentajes en tiros de campo (10 de 39, 25%) debían mejorar antes o después.

Atasco En la reanudación, Fisac apostó por la efusividad defensiva para tratar de regresar al partido y cogió al Bilbao Basket medio dormido. Con dos bases en cancha, adelantando mucho sus líneas y presionando la subida del balón, el Gipuzkoa Basket desconectó el juego de ataque de un rival que cometió cuatro pérdidas en apenas dos minutos y medio. Los anfitriones se negaban a rendirse y trataban de quitar el doble dígito de su desventaja, pero los visitantes encontraban recursos de la mano de Mumbrú y, sobre todo Todorovic, para no desviarse demasiado del buen camino. Pero era el GBC el que mejor se adaptaba a las nuevas circunstancias de la contienda, ya que los ataques bilbainos se atascaban una y otra vez y el rival encontraba facilidades para correr y jugar vertical. El 55-63 a 1:56 del final del tercer acto suponía un aviso para navegantes después de desaprovechar la enésima oportunidad de romper el duelo (46-62), aunque los hombres de negro recompusieron su figura, impulsados por una técnica sobre Chery, para llegar a los diez minutos finales con una ventaja de 55-70 a pesar de que Fischer erró dos tiros libres. Otra técnica sobre Fisac, expulsado, dio el 55-71 a Tabu en el arranque del último cuarto, pero tampoco supieron los de Duran sacar provecho de esta renta. Un arranque de acto horroroso, encadenando pérdidas, volvió a dar facilidades al GBC para reengancharse. Así, el 63-71 a 6:38 del final, con el Bilbao Basket ya en bonus, dibujaba prácticamente un duelo nuevo. Los anfitriones, sin nada que perder, seguían limando su desventaja ante un rival al borde del ataque de nervios, aunque de sus entrañas surgieron Mumbrú y Todorovic para, con dos triples, dar algo de aire a los suyos (71-79 a 3:33 del final). Pero era el Gipuzkoa Basket el equipo más compacto en cancha y el 80-86 dentro del último minuto llevó la incertidumbre al límite. Clark metió con 82-86 un tiro libre que quiso fallar, Tabu perdonó otro en la canasta rival, el británico enchufó un triplazo a 27 segundos del final (85-87), pero al base belga y a Todorovic no les tembló el pulso desde la línea de personal y acabaron poniendo candado a un triunfo tan agónico como necesario.