SIN haber borrado aún de la memoria la agradable visita de Janis Blums, agasajado antes y después del duelo ante el Tecnyconta Zaragoza como merecía un jugador que caló muy hondo en el corazón de la marea negra, el Bilbao Arena recibirá esta noche la visita de otra de esas figuras que merece el calificativo de mito en la historia del Bilbao Basket. Fred Weis, el gigante de Thionville, el coloso que se convirtió, tanto dentro como fuera de la cancha, en uno de los pilares del conjunto vizcaino en sus primeros campañas en la ACB, será homenajeado en los prolegómenos del choque ante el Limoges, el club en el que se formó y en el que colgó las botas en 2011, aprovechando su presencia en el recinto de Miribilla en su nueva función de comentarista en la televisión gala.

Weis aterrizó en el Bilbao Basket en la primera temporada del equipo en la máxima categoría del baloncesto estatal. Tenía 27 años y había disputado cuatro cursos en el Unicaja, donde su rendimiento no cumplió con las expectativas que se habían generado a su alrededor y que le llevaron a ser elegido por los New York Knicks en la primera ronda del draft de 1999, en la decimoquinta posición, aunque luego nunca jugó en la NBA. Pero Txus Vidorreta sí supo sacar provecho de los 2,18 metros del poste francés. Tras un primer curso anodino, Weis fue haciéndose más y más importante en los esquemas del equipo, en su puntal defensivo, en un amasador de rebotes y tapones -aún es el líder histórico en esta faceta del juego- que, además, conectó a las mil maravillas con la grada, hasta el punto de tener una peña con su nombre. Porque todo lo que tenía Fred de grande lo tenía de buena gente. Bonachón, sociable, simpático, bromista y líder de vestuario, encajó en una ciudad y en un equipo del que se convirtió en icono junto a Salgado, Banic o el propio Vidorreta.

Descenso a los infiernos Pero no todo marchaba bien en su vida, como luego se supo. A su hijo Enzo, nacido en 2002, le diagnosticaron autismo, se había separado de su mujer, Celia, que vivía en Francia con el crío... Entró en una espiral negativa. Comenzó a descuidar su físico, a ganar peso, a llevar una vida nocturna imposible de compatibilizar con el deporte de élite. Su relación con el club se resintió y fue cortado en enero de 2009. Un breve paso por Menorca, un fugaz retorno al Limoges y retirada en 2011. Ahí se perdió su pista, hasta que en 2015 The New York Times publicó un crudo reportaje sobre su vida. Weis contaba que regentaba un estanco en Limoges, que había rehecho su vida con Celia, pero también sus problemas con la depresión y el momento más bajo de su vida, aquella mañana de enero de 2008 en la que intentó quitarse la vida. Fred conducía desde Bilbao hasta Limoges para visitar a Enzo pero, sin haberlo planeado, paró su coche cerca de Biarritz, se recostó en su asiento, ingirió un bote entero de pastillas para dormir y cerró los ojos. Por fortuna, despertó diez horas después. “Fue el momento más afortunado de mi vida”, reconocía.

Hoy, en Bilbao como comentarista de televisión, recibirá el homenaje que no pudo tener cuando tuvo que dejar el club. “Limoges y Bilbao Basket son los dos clubes de mi corazón, mi ánimo es para los dos. En Bilbao la gente vive mucho el baloncesto. Están el Athletic y el fútbol, por supuesto, pero el baloncesto está en segundo lugar. Es una ciudad que siente fervor por el baloncesto, el público lo vive mucho”, dijo ayer en France 3.