ABEL Barriola (Leitza, 1978) se recuesta en la segunda fila de las butacas de cancha del Astelena de Eibar con una camisa de cuadros roja y negra mientras aplaude a un compañero con el que le quedó una espina, disputar la final del Parejas, la que le quitaron por no aplazarse. Yves Xala jugó ese duelo con Beroiz. Aplaude Abel al zurdo en su despedida en Hegoalde, al que ha ido a ver junto a Joseba Ezkurdia. Un homenaje. El leitzarra es así, sencillo y detallista, se acuerda de los momentos buenos y malos, recuerda los días de vino y rosas, pero también los de vinagre y espinas. Son los que le han forjado una voluntad de hierro en la pelea diaria, en vivir sus sueños como pelotari profesional, una profesión dura. “Cuando estás a gusto, el tiempo pasa muy rápido, pero para mí estos 18 años no han sido tampoco como un suspiro. He pasado momentos buenos y malos, pero he sido feliz. Si algo puedo decir es eso, que he sido muy feliz. Con eso es con lo que me quedo”, cuenta el guardaespaldas navarro, que un día después de la despedida del artista de Lekuine soplaba las velas de su debut. Es el pelotari con más experiencia del cuadro. Inició su andadura el 22 de febrero de 1998 en Tolosa, una semana antes que Pablo Berasaluze y unos meses antes que Aimar Olaizola. Sigue en Primera, peleando, era uno de sus objetivos. Además, la empresa Aspe le renovó el contrato por un curso más.
“Voy a hacer 19 años en 2017, que son muchos años, pero hay que ir paso a paso. He disfrutado de mis sueños”. Lo dice Abel, hombre de competición, tipo voraz en la disputa. Los hay que disfrutan jugando sin presión y otros lo hacen sufriendo, en la lucha de trincheras. Él es del segundo tipo. “Es vital competir. Cada pelotari tiene sus características y creo que siempre he sido competitivo tanto en el mano a mano, como en el Cuatro y Medio y el Parejas. Siempre me ha gustado pelear. En la competición sufres y tienes presión, pero es una presión que hace falta. He tenido la recompensa de estar ahí, ganar alguna vez y tener ambición”, asevera el leitzarra, quien apostilla que, como en otras ocasiones, el “motor de todo es la ilusión. Pasan los años, pero tengo la ilusión intacta. Espero con ganas a que llegue el fin de semana. Entreno día a día con ganas de ganar”.
A Barriola no se le apagan las mariposas en el estómago, siente el cosquilleo todos los fines de semana, esos nervios, esa vida. Electricidad: “Aunque sea en verano, noto la tensión. Es positivo. Creo que pocas veces he saltado a la cancha tranquilo. Sea lo que sea, cuando gano, me vuelvo contento a casa”. Además, revela que “siempre quieres cumplir bien, sientes ese miedo, esa preocupación”.
Tres txapelas Repasando las costuras de la vida de Abel en la pelota profesional es evidente que su nombre pasará a la historia. Tiene las tres txapelas. Una de cada. Solamente Julián Retegi, Fernando Arretxe, Juan Martínez de Irujo y Aimar Olaizola poseen ese honor. Las tenían antes que él: “Lo más bonito de esta profesión es cuando ganas, por supuesto; pero, en lo personal, es todo un orgullo haber podido sortear los momentos difíciles y salir adelante”. Narra el leitzarra, que ha pasado lesiones graves en la rodilla y en las manos, que se siente “satisfecho por haber salido de todas esos percances. Muchas veces te sientes solo, es un trabajo oscuro, difícil, en silencio. Tienes que dejar aparte tu ego. Realmente, es el momento de la verdad. Por eso, admiro a los que han podido recuperarse de las lesiones graves y a gente como Mikel Idoate o Iñaki Iza, que pelean día a día por salir, aunque sea complicado, y siguen ahí”.
Aun así, los triunfos siguen marcando la relación del leitzarra con la pelota a mano: “Tener tres txapelas es bonito, es espectacular y da una imagen que llega al exterior. Conseguí el Manomanista y el Cuatro y Medio joven y después tuve muchas finales perdidas. En la recta final de mi carrera pude ganar el Parejas”. Le llegó el éxito muy pronto, tal y como recuerda. Llevaba tres cursos en profesionales cuando conquistó el acotado ante Patxi Eugi y meses después dejó a Rubén Beloki en tres en la final del mano a mano. Era 2002. “Gané joven, pero no era maduro, eso lo consigues golpe tras golpe. Cuando te ocurre eso, te entra un poco de vértigo, porque estás en una burbuja, dedicándote en cuerpo y alma a un campeonato. Tienes que saber tratar con todo lo que rodea el triunfo”, argumenta Barriola, que asume que “entonces la cosa se complica, aunque es algo bonito”. Abel echa una mirada al retrovisor para observar que “puede que te sientas perdido, porque has conseguido muy pronto el sueño de tu vida. Te preguntas: ¿Y ahora qué?”.
El zaguero, respetuoso, alabado por la mayoría de la cátedra, ha vivido un idilio constante con el público: “Todos lo hacemos lo mejor posible y a todos nos gusta recibir el cariño de la gente. No me puedo quejar de la afición, que siempre ha estado conmigo. En los momentos difíciles, la mejor medicina son las palabras de cariño”.
En la actualidad, compite por las semifinales del Parejas con Ezkurdia. “Nuestro mayor objetivo era pelear hasta el final de los cuartos de final por un hueco en la liguilla. Y lo hemos conseguido”, admite. Barriola no disputó el último duelo por problemas en la mano izquierda, pero espera estar presente en el decisivo choque contra Bengoetxea y Untoria del domingo en Altsasu. Allí decidirán si pasan de ronda: “Sabíamos que era difícil llegar hasta este punto, pero hemos peleado por ello. Lo bueno es que dependemos de nosotros mismos: si ganamos, pasamos”.