HERBALIFE GRAN CANARIA: Pangos (3), Newley (8), Salin (3), Báez (8) y Pasecniks (2) -cinco inicial-, Oliver (16), Savané (4), Seeley (9), Rabaseda (14), Omic (8) y Aguilar (6).

REAL MADRID: Maciulis (11) Reyes (12), Ayón (15), Carroll (13) y Llull (2) -equipo inicial-, Rivers (10), Rodríguez (11), Nocioni (7), Doncic (0) y Lima (4).

Parciales: 18-24, 38-40 (descanso), 59-62 y 81-85.

Árbitros: Martín Bertrán, García González y Peruga. Sin eliminados.

Incidencias: 10.000 espectadores en el Colisuem de A Coruña.

bilbao - Hasta que Sergio Rodríguez no metió dos tiros libres a dieciséis segundos del final, el Real Madrid no se quitó de encima la resistencia del Herbalife Gran Canaria para anotarse su tercera Copa consecutiva, algo que nade ha conseguido en el actual formato de fases de concentración, y la cuarta que levantan en A Coruña en cuatro finales disputadas en la ciudad herculina. Los amarillos perdían por doce puntos a falta de dos minutos, pero estaba claro que no habían llegado hasta ahí por su carácter pusilánime. Exprimieron sus últimas gotas de fe y con un par de triples de Rabaseda se pusieron a dos puntos, pero precisamente fue el base tinerfeño del Real Madrid el que selló un título más para los blancos tras un torneo extraordinario, más allá de quien lo haya ganado.

El triunfo madridista tuvo mucho mérito, sobre todo porque internamente no las tenían todas consigo. El Real Madrid lleva desde pretemporada batallando con numerosos problemas de lesiones, entre ellos Rudy Fernández, pero cuando se ha asomado al primer título importante ha elevado sus prestaciones, ha tirado de riñón y de oficio, y ha demostrado que es un equipo perfectamente cuajado porque tiene claro cuáles son sus virtudes y sus defectos. Ayer cuando pudo correr encontró un importante flujo anotador. Cuando la agresiva defensa canaria logró frenar a Llull y Rodríguez, sufrió y el Gran Canaria pudo siempre estar en el partido gracias a su empeño en el rebote ofensivo.

Las ventajas iniciales fueron madridistas, pero los de Aíto García Reneses no se descompusieron en su primera final de una competición de la ACB. La rotación del veterano técnico, que sorprendió con el inexperto Pasecniks, buscaba desgastar al poderoso enemigo, sobre todo a sus piezas exteriores. El Real Madrid fue manejando la primera mitad con cierta holgura, pero el Gran Canaria vivió sus mejores momentos a caballo del segundo y el tercer cuarto cuando con un parcial de 11-0 logró colocarse por delante y llegó hasta un 48-45 mediado esa fase del partido. El Real Madrid entendió que iba a tener que sufrir, que su colección de títulos no iba a darle otro sin más.

el peso de la experiencia El trabajo de los pívots de Pablo Laso se dejó sentir en las dos zonas y el Gran Canaria empezó a sufrir para anotar. Un 3+1 de Carroll devolvió la delantera a los blancos (48-51) que a partir de ahí lograron jugar con paciencia para buscar a sus tiradores, sobre todo a un Maciulis muy certero. El Real Madrid tenía ya el control y en el último cuarto sí empezó a pesar la responsabilidad en las filas del equipo insular, que en el último cuarto cometió algunos errores por precipitación. En esos minutos, el hábito ganador, la experiencia, sí decantó la balanza, ahora con un KC Rivers que marcó diferencias con su defensa y cinco puntos consecutivos.

Ayón estiró la ventaja del Real Madrid hasta los doce puntos (68-80), pero el Herbalife Gran Canaria alargó su Copa todo lo que pudo, no quiso perder sin dejar de luchar y tuvo que ser la frialdad de Sergio Rodríguez la que marcara el camino al podio a sus compañeros. En realidad, el equipo madridista solo se bajó de él en la última Supercopa de Málaga. En las dos últimas temporadas, todos los otros trofeos han ido para sus vitrinas. Ayer tampoco tuvieron piedad del conjunto canario, el favorito de la clase media que quiso romper el orden establecido. Tendrá que ser otra vez, pero quedó la sensación de que el primer título de los grancanarios puede caer más pronto que tarde porque es un club asentado y que no deja de crecer cada temporada.

De momento, el Real Madrid no cede su turno, ahora que ha vuelto a coger el gusto a ganar. Suma su 26ª Copa, una de las más complicadas de su historia. Pero la final del Coliseum hizo justicia a la mejor edición de los últimos años en la que todos los partidos, menos el de cuartos de final del campeón ante el Fuenlabrada, se resolvieron por diferencias inferiores a los diez puntos y tras varios finales muy emocionantes. Es lo que necesitaba el baloncesto ACB y el propio torneo, algún aliciente que lo sacara de lo previsible y lo llevara a recuperar el prestigio y la atención. A Coruña, una ciudad sin equipo en la máxima categoría, abrazó la Copa y lo que la rodea con cariño, apeló a las meigas del baloncesto y este recuperó su magia en cuatro días muy intensos. El Real Madrid fue justo campeón, pero también podía haberlo sido cualquier otro.