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“A Miguel le habría gustado ganar el Mundial más que nada, pero estaba satisfecho de cómo salió todo”

Se cumplen veinte años del triunfo de Abraham Olano en el Mundial de Colombia, un hito para el ciclismo vasco y una carrera que nadie ha olvidado por el papel fundamental que protagonizó Miguel Indurain

“A Miguel le habría gustado ganar el Mundial más que nada, pero estaba satisfecho de cómo salió todo”EFE

bilbao - “Se me han pasado volando”, resuelve Abraham Olano (Anoeta, 22-I-1974) cuando su mente vuela el Atlántico y se posa sobre Duitama, Colombia, el 8 de octubre de 1995. Allí, Abraham Olano se convirtió en campeón del mundo en ruta por delante de Miguel Indurain, el elegido para la gloria. Aquella carrera, con Olano alcanzando la meta con el tubular pinchado mientras Indurain, egregia su figura, era plata tras dominar a todos los rivales con su presencia, se convirtió en la rampa de despegue del guipuzcoano y en un incunable del ciclismo por su significado. Dos décadas después, Olano relata su odisea, su extraordinaria aventura.

Han pasado veinte años de aquel día. ¿Dónde guarda el maillot de campeón del mundo? -Lo tengo en una vitrina en el despacho que tengo en casa. Está enmarcado, al igual que el maillot con el que corrí aquel día.

¿Es su prenda más preciada?

-Es uno de los maillots al que tengo más cariño junto al de la Vuelta a España y el del Giro, aunque este solo lo vestí un día. Pero si he de quedarme con uno, me quedo con el del campeón del mundo por todo lo que significó. El Mundial fue la victoria que me dio a conocer en el extranjero y con la que me situó la mayoría de la gente.

¿Ha vuelto a repasar aquel triunfo o solo lo tiene guardado en la memoria?

-No he visto del todo la carrera, pero sí que he visto algunos extractos en los vídeos que suelen proyectar cuando me han homenajeado. La llegada a meta en el Mundial siempre aparece. Pero si te digo la verdad, no he vuelto a ver el Mundial, aunque lo tengo grabado en vídeo. Nunca me he sentado a verlo. A decir verdad, lo tengo muy en mente. Sé todo lo que pasó, cómo fue, así que de momento no tengo necesidad de volver a verlo. Lo tengo muy fresco, muy actualizado en la memoria.

¿Ha sido su mejor carrera?

-No sé si ha sido mi mejor carrera. He hecho muy buenas carreras, pero como carrera individual, como clásica que es un Mundial, sí que es la mejor que hemos hecho como equipo. Para mí hubo un antes y un después con el Mundial, pero creo que el antes y el después fue, sobre todo, para la selección. A partir de entonces, el Mundial se marcó como un objetivo. Antes se iba a ver qué pasaba, a correr a la contra. Tal vez se podía ganar, pero aquel Mundial se fue con el convencimiento y el objetivo de ganarlo, de ir a por él. Fue un antes y un después.

¿Cómo llegó de forma a Colombia?

-Antes de ir las sensaciones eran muy buenas. Acabé segundo la Vuelta a España, con toda la Once en el podio. Me enfrenté a un Jalabert exultante y además yo tampoco tenía un equipo lo suficientemente fuerte como para medirme a la Once. A Colombia llegué muy bien de forma y muy mentalizado de que se podía hacer un bonito Mundial.

Fue segundo en el Mundial de contrarreloj que se disputó cuatro días antes, por detrás de Indurain. ¿Pensó que podría tener opciones en el de ruta?

-Las sensaciones en el Mundial de contrarreloj fueron muy buenas. Rodábamos muy bien tanto Miguel como yo, señal de que las fuerzas estaban muy bien compensadas. Miguel venía de entrenar en altitud y nosotros sabíamos que la primera semana en un sitio en altitud se suele notar. El día del Mundial en ruta, los primeros kilómetros se hacían pesados por el tema de la aclimatación.

¿Cómo eran aquellas sensaciones?

-Sobre todo se notaba mucha pesadez. Te costaba avanzar. Costaba dar pedales, pero llegábamos de una buena Vuelta a España y las condiciones eran idóneas. Me faltaba la aclimatación, pero a medida que pasaban los kilómetros te ibas metiendo más en carrera y la torpeza que sentías iba desapareciendo conforme aparecía el cansancio. Te ibas equilibrando respecto a los otros participantes.

A priori, el de Duitama no era el recorrido más propicio para usted.

-Viendo el recorrido, no era el idóneo para mí, desde luego. La subida más importante del trazado era muy violenta. Seguramente como se había pronosticado, el recorrido era para un corredor como Pantani, de poder romper en una subida violenta, pero luego había mucho tramo llano antes de volver a subir y se podía volver a rehacer el grupo. La subida era muy intensa, pero era corta.

8 de octubre de 1995. ¿Cómo recuerda aquel día?

-No recuerdo exactamente a qué hora nos levantamos, pero fue temprano para estar tres horas antes de la salida bien desayunados y que la digestión comenzara a trabajar. Hicimos el protocolo de coger los dorsales con tranquilidad. Amaneció con mal tiempo, estaba lloviendo. Al menos llovió medio Mundial. Creo que no paró de llover hasta que quedaban cuatro vueltas antes del final. La carretera no se secó del todo. Había zonas mojadas.

¿Cuál era la estrategia que se marcó para aquel día?

-La estrategia la llevábamos días hablando con Pepe Grande, el seleccionador. Él tenía claro lo que iba a ser el Mundial y la víspera del día antes de la carrera nos reunió a todos y nos dijo cuál iba a ser la estrategia. Teníamos buenos corredores: con Chava, Escartín, Santi Blanco, Mauleón, Gines... gente que iba muy bien. La idea era entrar en las escapadas que se crearan para no tener que trabajar por detrás y que fueran otras selecciones las que tuvieran que llevar el peso del pelotón. El que estuviera en la escapada tenía que tirar un poquito para que por detrás las otras selecciones se desgastaran y tuvieran que actuar. La idea era sacrificar a un corredor y que el resto fuera más o menos cómodo o fresco. Luego, al final, Escartín, Chava, Miguel y yo teníamos libertad. La baza era Miguel y era una baza muy clara. Era el hombre a batir. Él iba a estar muy controlado y el seleccionador nos dijo que el resto estuviésemos muy atentos a los movimientos de otros corredores a la espera del duelo directo que se esperaba entre Pantani y Miguel. Había que estar sí o sí en caso de hubiera hombres peligrosos en esos movimientos. Había que estar ahí en todo momento.

Probablemente es el Mundial más recordado de la historia debido al efecto de Miguel Indurain, que para entonces se había embolsado el quinto Tour consecutivo y pretendía batir el récord de la hora tras el Mundial.

-Al Mundial Miguel llegó con una preparación idónea tras entrenar en altura. Después del Mundial estaba previsto que hiciera el récord de la hora en Colombia. Los medios nacionales siguieron muy de cerca aquel Mundial por el efecto de Miguel y por el duelo que se esperaba que tuviera con Pantani en la carrera.

¿Qué opinión le merece que el Mundial sea recordado como el Mundial de Indurain?

-El líder era Miguel. Por todo lo que conllevaba era el Mundial de Indurain. Él se había preparado en altitud, luego iba a hacer el récord de la hora. Había hecho una preparación exclusiva para el Mundial y corrimos para Miguel. Pero en las situaciones de carrera hay que ser frío. Mejor que gane un compañero a que gane un rival por un despiste. Solo basta echar un poco la vista atrás y ver lo que pasó con Valverde y Purito. Esa situación nos pudo pasar a nosotros, porque la situación era muy similar, pero son situaciones en las que reaccionas de una forma o de otra. Pasó lo que pasó. Los seguidores del Banesto (el equipo en el que corría Indurain) o los de Miguel me criticaron por ello. En ese momento les sentaría mal lo ocurrido. A esa gente que me ha criticado o que me ha puesto en duda, que todavía sigue sacándole punta a aquello, lo único que les digo es que miren el vídeo de la llegada del Mundial y la satisfacción de Miguel no es porque alguien le haya hecho algo malo sino porque la selección española ganó el Mundial. Corrimos como selección no como equipos particulares. Hubo gente que no lo entendió, les chocó lo de mi ataque, pero antes había pinchado Miguel y yo me quedé frenando el grupo para que él entrara y no se moviera nadie y tuviéramos la opción de ganar. Fue un trabajo en equipo.

¿Entiende que fue injustamente tratado, que de alguna manera siempre estuvo bajo sospecha por su logro?

-No sé si fui señalado, pero es verdad que desde el principio aquel Mundial se vendió como el duelo entre Pantani y Miguel. Los movimientos de carrera surgieron así. De otra forma me hubiera quedado yo para tirar por atrás o controlar la carrera, y no sé si hubiésemos podido controlarla, pero escapándome yo, la situación para Miguel era más fácil porque en ese momento solo había dos italianos y dos suizos. Además solo un suizo y un italiano podían trabar, así que Miguel podía ir en bandeja hasta el pie de la subida. Luego, por supuesto, en la subida tendría que medirse de tú a tú con Pantani. Al final le aguantó y pudimos disfrutar del doble doblete, del Mundial de ruta y el de contrarreloj.

Se ha hablado mucho de aquella carrera, pero tácticamente el Mundial que usted ganó fue ejemplo del trabajo perfecto en equipo.

-Sí. Lo que se habló antes del Mundial con Pepe Grande era eso. Había que aprovechar el momento porque no podíamos esperar a Miguel. Miguel iba a jugar su baza en la última subida o en la penúltima, pero le pasó lo que pasó con el pinchazo. Habíamos pasado la subida y no se movió, así que arranqué para que trabajaran los demás y que mi trabajo fuera como el que se había hecho hasta entonces con Escartín o con El Chava. Me tocaba. Hasta ese momento se nos había dado bien aquella táctica.

Se escapó, tomó ventaja e Indurain actuó de secante abortando cualquier intento de caza. Todo iba rodado hasta que pinchó. ¿Qué pensó entonces?

-Fue un poco raro porque Miguel había pinchado en la penúltima vuelta y que yo también pinchara te hace pensar cosas raras, lo que pasa es que en ese momento tienes que reaccionar y no le das muchas vueltas al asunto. La única opción que tenía para llegar a meta era seguir así. Parar o cambiar de bicicleta era inútil porque los rivales estaban muy cerca. Si hubiese parado no hubiera podio ni echar una mano a Miguel para poder ayudarle. Lo que hice fue cambiar la postura sobre la bicicleta, poner todo el peso adelante, y dar pedales. Gracias a Dios era un tubular, que está pegado a la llanta, y se puede seguir rodando. Si hubiera sido una cubierta que usa la mayoría de la gente se hubiera salido y no hubiera podido llegar.

En esa situación tan agónica, ¿qué le impulsó, el deseo, las piernas, la mente?

-En ese momento solo piensas que no puedes parar porque los rivales están muy cerca. En esa incertidumbre sabiendo que la rueda está bien pegada por el mecánico, solo piensas que el mecánico te lo haya dejado perfecto y das pedales. La única alternativa que tenía era seguir dando pedales. No quedaba otra. Intentar cargar el mínimo peso atrás y avanzar lo máximo posible para llegar a esa meta que estaba tan cerca y a la vez, tan lejos.

¿Cómo reaccionó Miguel Indurain después de la euforia inicial de vencer el sprint a Pantani?

-Cuando fuimos para las duchas, cuando nos íbamos a cambiar, en cuanto nos vimos, los dos nos abrazamos. Estábamos supercontentos. Yo siempre digo lo mismo. Por supuesto que a Miguel le habría gustado ganar el Mundial más que nada, pero él estaba satisfecho de cómo había salido todo, estaba contento. Sí que luego, como es normal, su director, los que eran afines a él, preferían que Miguel hubiera ganado el Mundial. Siempre digo que lo importante es que el Mundial se consiguió. Fue el primero, el que abrió el tarro de las esencias para el futuro.

¿Qué sintió al ser el pionero?

-Bueno, lo que comentábamos era que siempre íbamos a los mundiales pendientes de lo que hacía el resto, un poco corriendo a la contra. No íbamos con la intención de hacerlo de u otra manera porque podíamos ganar. Faltaba determinación. Se iba a ver lo que pasaba. En ese Mundial se fue a ganar. Sabíamos que podíamos enfrentarnos a cualquier selección de tú a tú.

¿Qué relación mantuvieron Miguel y usted antes y después de aquella carrera?

-Con Miguel tengo muy buena relación. Antes del Mundial no teníamos mucha relación, pero era buena, porque al final corres en equipos distintos y es más difícil coincidir. Después del Mundial la relación ha sido buenísima. Por edad tengo una relación más cercana con Pruden, su hermano, con el que coincidí también en pista antes de ser profesional.

¿Cómo lo celebraron?

-La celebración fue muy buena. El Mundial lo conseguí yo, pero ante todo lo conseguimos como selección. La imagen que dimos como selección marcó un antes y un después independientemente de que ganara yo. Pepe Grande incluso se puso a tocar la guitarra y cantó un poquito. Hicimos fiesta y los que nos pudimos exceder, lo hicimos. Miguel no pudo hacer tanta celebración porque se quedaba para el intento del récord de la hora. Por supuesto que se alegró, brindo, bebimos champán, pero tenía en mente lo que le tocaba: el récord de la hora.