A Agustina Otaola (Errenteria, 1931) todavía le suena raro hablar sobre el frontón de su pueblo. Aquel que desde el pasado jueves lleva su nombre. La errenteriarra fue una estrella en los frontones de los años cincuenta, en un deporte ya casi olvidado y que gozó de un reconocimiento profesional similar al que vivían los pelotaris masculinos. Sin embargo, esta fama no le llegó en casa. No pudo ser profeta en su tierra y los días de gloria fueron en Madrid, lejos de los suyos. Años más tarde, el pasado jueves, la expelotari recibió su merecido homenaje, un reconocimiento personal para ella que también sirvió para alabar el mérito de sus compañeras de faenas en aquella época. A partir de ahora, los vecinos de Errenteria miraran a su frontón y verán el nombre de Agustina Otaola, Raketista Profesionala. El legado de una mujer pionera en su época que lo vuelve a ser años más tarde al bautizar por primera vez un frontón en Euskadi con un nombre propio femenino.
“Que el frontón tenga mi nombre me enorgullece un montón. Me decían que entraba en la historia. Además en Euskadi, que no se hacía caso a las pelotaris. Todo esto ha sido un salto y fue bonito estar acompañada por mis compañeras”, comenta Otaola. El recuerdo de un momento emotivo que la pelotari vivió con mucha ilusión: “Estuve muy contenta. Estoy muy agradecida a todos los de Errenteria porque el homenaje fue precioso. El público levantado de sus asientos y me vi tan acogida que me calmé, me encontré como en casa”.
Una de las cosas que más llamó a Otaola del frontón fue ver la entrada del frontón. No solo por que esté encabezado por su nombre, sino por el reconocimiento que se hace a sus compañeros. “En el frontón anterior estaban los nombres de los mejores pelotaris y ahora están los del pueblo, eso me pareció mejor”, afirma.
igualdad en madrid Otaola empezó a mostrar su talento con la raqueta desde muy joven y a los 15 años ya era profesional. Comenzaba a apuntar maneras y los frontones de las principales ciudades del Estado y también de México llamaban a su puerta para ofrecerle contratos. En una época en la que las mujeres no gozaban de los mismos privilegios que los hombres, las raquetistas eran unas afortunadas. “En pelota, al empresario que dirigía todo le importaba un pepino que fuéramos hombres o mujeres, él ganaba mucho dinero con nosotras y eso era lo que quería”, cuenta la errenteriarra, que durante su trayectoria disputó partidos en Madrid, en Barcelona e incluso en La Habana.
Los frontones tuvieron mucho éxito durante la mitad del siglo veinte debido a que eran uno de los pocos lugares en los que el juego estaba permitido, una situación de la que se vieron beneficiadas las mujeres. “Nos trataban estupendamente y llegamos a ser más de 700 pelotaris, más que los hombres. El público si ganabas se ponían contentísimos, pero si perdías, era otra historia”, comenta sonriendo Otaola, que recuerda los partidos como “muy bonitos, rápidos, con un juego ágil y en los que había buenas pelotaris”.