gasteiz - Cuando hace hoy exactamente treinta años un joven, menudo -y prácticamente desconocido para el gran público- montañero vitoriano ponía sus pies en la cumbre del Cho Oyu y, según cuenta la leyenda, sacó un paquete de Ducados de uno de sus bolsillos y se sentó a disfrutar de las vistas mientras se fumaba uno de los cigarrillos, seguro que no podía siquiera soñar con que, tres décadas después, iba a ser uno de los alpinistas más conocidos en todo el mundo. O quizás sí. Porque si algo define a Juanito Oiarzabal (Vitoria, 1956) es su tesón -cabezonería dirían otros- y su capacidad para darlo todo en pos de un objetivo por complicado e inverosímil que pueda parecer a ojos de los demás.

Gracias a eso -y por supuesto a su notable capacidad para moverse entre los grandes colosos de la Tierra-, hoy en día, cumplidos ya los 59 años, puede presumir de ser el hombre con más ascensiones a ochomiles en su currículo (nada menos que veintiséis) y, lo que probablemente todavía es más importante, seguir en activo tras haber superado enormes obstáculos en el camino.

Difícilmente podría entenderse el alpinismo moderno vasco -y por extensión el estatal y el internacional- sin la característica e inconfundible voz ronca del alavés como una de sus principales señas de identidad. Con un carácter áspero como las montañas a las que lleva enfrentándose toda la vida que no entiende de medias tintas, se ha ganado a lo largo de todos estos años infinidad de admiradores pero también un buen número de detractores que, sin embargo, poco pueden decir ante su espectacular hoja de servicios.

Tras despuntar como un notable gimnasta en su adolescencia, una excursión acompañando a su hermano a Egino sirvió para descubrirle el que a partir de entonces y para siempre sería ya su mundo. De esta manera, pronto demostró ser un más que avezado alumno de aquellos que más experiencia tenían en ese campo y les dejó atrás. Los límites locales pronto se le quedaron muy pequeños y comenzó a buscar nuevos desafíos recorriendo las etapas habituales. Pirineos, Picos de Europa, Alpes, Andes... hasta desembocar, como no podía ser de otra manera, en el gran destino por excelencia, el Himalaya.

Tras una experiencia inicial en el Kangchuntse -un sietemil muy próximo al Makalu- en la que la cumbre se le resistió y dos ascensiones posteriores de mérito al Aconcagua (la quinta invernal) y el Mc Kinley, por fin en 1985 Juanito acometió su primer intento de asalto a un ochomil. Su gran sueño. El elegido fue el Cho Oyu, la sexta montaña más elevada del planeta con sus 8.201 metros. Sin ser de los más difíciles, el objetivo no dejaba de ser complejo para un grupo que, además, vivía su bautismo en estas alturas. Pese a encontrarse con problemas logísticos inesperados con el gobierno chino que les obligaron a estar parados durante varias jornadas, finalmente ocho integrantes de la expedición alcanzaron la cumbre. Entre ellos Oiarzabal, que aquel 15 de mayo de 1985 puso el primer peldaño de la escalera por la que ha ascendido hasta el olimpo de la montaña en el que se encuentra.

Y es que lejos de darse por satisfecho o desencantarse con la experiencia, este éxito no hizo sino inocular aún más el veneno de los ochomiles en el vitoriano. Claro que, entonces, la montaña no pasaba de ser una afición -absorbente y muy cara además- que debía compaginar con su trabajo en la pescadería. Para poder organizar una expedición había que llamar a mil puertas y dedicar horas y horas de esfuerzo. Pero el objetivo siempre merecía la pena.

El 6º en completar los 14

Así, en 1987, añadió una nueva muesca a su incipiente lista, el Gasherbrum II. El grupo pretendía ascender inicialmente el Hidden Peak pero diversos problemas provocaron que se dieran la vuelta. Todos menos Juanito y su inseparable Atxo Apellániz, que decidieron aprovechar que la ruta del cercano GII estaba equipada por una cordada anterior para asaltarlo (en estilo casi alpino y sin permiso).

A partir de ese momento, Oiarzabal enlaza varios proyectos de enorme dificultad en los que persigue ascensiones por las rutas más exigentes. Unos desafíos de tal magnitud que le impiden hacer cumbre pese a estar casi siempre muy cerca de lograrlo. Ante esta tesitura, es consciente de la necesidad de cimas que poder vender a los patrocinadores para ser capaz de transformar su pasión en profesión (con todo lo que ello conlleva).

En 1992 asciende el Nanga Parbat y se marca el gran objetivo de su carrera hasta entonces para el año siguiente, el Everest. Decidido a conquistarlo a toda costa, recurre al oxígeno artificial para conseguirlo, algo de lo que después se arrepentiría. Además, en el descenso, sufre la primera de las desgracias a las que ha tenido que hacer frente en estas tres décadas. Su amigo Antonio Miranda resbala y muere tras caer durante más de dos mil metros.

Pese al enorme varapalo, Juanito no renuncia a su sueño y unos meses después, en 1994, regresa para hollar el inexpugnable K2 junto a los Iñurrategi por la Ruta de los vascos.

1995 supone el primer gran punto de inflexión en la carrera de Oiarzabal. Lo inicia con cinco ochomiles en su haber y lo concluye con ocho tras añadir a la lista el Makalu, el Broad Peak y el Lhotse. Ese espectacular balance le impulsa definitivamente, a los 39 años, a entrar en la carrera por completar las catorce montañas más altas del planeta. Un reto que lograría finalmente en 1999 -coronando el Annapurna-, siendo la sexta persona en lograrlo. El camino hasta ese hito, una vez más, no fue ni mucho menos sencillo. En el Kangchenjunga (1996), solo la ayuda de los hermanos Iñurrategi le salvó de una muerte segura en un descenso al que llegó completamente exhausto, y en su primera expedición al Shisha una avalancha acabó con la vida de su amigo José Luis Zuloaga (otro de sus grandes compañeros, Atxo Apellániz, también pereció en el K2). Pese a todo, enlaza un ochomil tras otro hasta que el 29 de abril de 1999 holla el Annapurna -coincidiendo con el 50º aniversario de la primera ascensión a esta cima- y cierra el círculo.

El Everest sin oxígeno

Lo que para muchos hubiera sido el punto final perfecto a una vida dedicada a la montaña, en su caso se convierte solo en un punto y seguido. Con la espina clavada de haber llegado hasta el lugar más elevado del planeta con la ayuda de oxígeno, se marca volver al Everest como su siguiente desafío. Y de nuevo su testarudez le lleva a conseguirlo. Le hacen falta dos intentos. Tras no poder lograr su objetivo en 2000, regresa en 2001 y, esta vez sí, llega a la cumbre -con el también vitoriano Juan Vallejo- sin oxígeno.

Sin ningún pero ya en su brillantísimo expediente, Oiarzabal se plantea qué hacer a partir de ese momento y, como no podía ser de otra manera, decide continuar ligado a la montaña de máxima dificultad. Disfrutando probablemente de su momento de mayor popularidad y formando parte del grupo del programa de televisión Al filo de lo imposible, enlaza expediciones y cumbres (Cho Oyu en tres ocasiones, Hidden Peak y Gasherbrun II) que le llevan a ser el hombre con más ascensiones a ochomiles del planeta por delante incluso de mitos como el tirolés Reinhold Messner.

Y así llega hasta otro de los momentos clave de su dilatada trayectoria, el intento de repetir cumbre en el peligroso K2, uno de los lugares donde más montañeros han perdido la vida. Junto a la tolosarra Edurne Pasaban -enfrascada entonces en la carrera por ser la primera mujer en hollar las catorce cimas más altas del planeta-, logra llegar al punto más elevado de esta mole pero el enorme esfuerzo que debe realizar para conseguirlo le pasa factura en el descenso. Tras perderse y llegar incluso a temer por su vida, finalmente alcanza el campo base con graves congelaciones que se traducirían en la amputación de todos los dedos de los pies (Pasaban también perdió dos falanges). Un dramática experiencia que para prácticamente el resto de los humanos se traduciría en su adiós definitivo al alpinismo.

Dura recuperación

Sin embargo, si de algo puede presumir Juanito es de una personalidad a prueba de bombas que no se deja guiar por la opinión mayoritaria. Por eso, pese a ser probablemente más consciente que nadie de lo que suponía la pérdida de los diez dedos de los pies, volvió a tirar una vez más de cabezonería para no arrojar la toalla. Y así, tras muchos meses de rehabilitación y cuidados de su amigo Kiko Arregui (neurocirujano experto en congelaciones y ángel de la guarda de prácticamente todos los montañeros de élite), comenzó a preparar su regreso con las habituales subidas al Gorbea hasta que creyó estar en condiciones de reemprender su relación con los ochomiles. Así, en 2006 partió hacia el Kangchenjunga para tratar de ascender el Yalung Kang. Esta expedición supuso una bofetada de realidad para el vitoriano, que debió darse la vuelta al no ser capaz de llegar hasta la cumbre. En uno de sus habituales calentones verbales, anunció que ese era el punto final de su carrera. Pero, como suele ocurrirle, tardó poco en arrepentirse. Al año siguiente regresó al Shisha Pangma aunque tampoco pudo llegar a la cima. Sí lo conseguiría, sin embargo, en mayo de 2008 en el Makalu. Esa definitiva constatación de su regreso a la primera línea se convirtió en el empujón definitivo para que Oiarzabal continuase enfrentándose a nuevos desafíos.

El siguiente escalón de la impresionante escalera del vitoriano fue el Kangchenjunga en 2009. Y un año más tarde tuvo lugar otro punto de inflexión, de nuevo marcado por la tragedia, en su trayectoria. La víspera de San Prudencio holla el Annapurna (el ochomil más peligroso estadísticamente) tras una durísima ascensión final de más de catorce horas. Junto a él, Carlos Pauner y Tolo Calafat. Este último, sin embargo, desfallece en el descenso y termina pereciendo ante la negativa de la coreana Eun-Sun Oh a ceder a sus sherpas para intentar su rescate. Sus compañeros, mientras tanto, tienen que ser rescatados por un helicóptero en el campo IV, a casi 7.000 metros de altura. La muerte del balear deriva en una agria polémica que, una vez más, tiene a Juanito en su epicentro.

Más problemas de salud

Una polémica que se repite en 2011 con la que hasta entonces había sido discípula, compañera y amiga, Edurne Pasaban. El alavés hace cumbre en el Lhotse pero la falta de hidratación en el descenso le provoca un gran bajón físico que hace que tenga que ser ayudado en la última fase del mismo por el grupo de la tolosarra. Las declaraciones posteriores de unos y otros provocan una gran marejada que, con el paso del tiempo, dio paso a una normalización de su relación.

Con 25 ochomiles ya a sus espaldas, Juanito acelera en busca de completar su segunda ronda en estos colosos. Así, en octubre del mismo 2011, consigue llegar a lo más alto del Manaslu, aunque en la bajada pierde la visión de un ojo y sufre problemas respiratorios que ya le habían afectado en el Lhotse. Pese a ello, mantiene su apuesta y en mayo de 2012 acude a una nueva cita con el Shisha Pangma. Pese a que en un principio cree haber llegado a la cima, al final confirma que fue un error y se queda a cincuenta metros. Además, sufre un edema pulmonar que se suma a la embolia que arrastra desde el año anterior. Por todo ello, anuncia que abandona el proyecto 2x14x8.000. Pero, una vez más, se arrepiente y el próximo mes de junio lo retomará intentando subir el Broad Peak, uno de los cuatro ochomiles que le restan por duplicar. Conociéndole, seguro que lo logra.

Everest

8.848 metros

2 veces

Lo asciende por primera vez en 1993 con oxígeno y se quita la espina el 23 de mayo de 2001.

Manaslu

8.163 metros

2 veces

El último que ha subido hasta ahora (octubre de 2011) y sufrió problemas de salud que le hicieron parar.

K 2

8.611 metros

2 veces

Abre la ‘Ruta de los vascos’ con los Iñurrategi (1994) y repite en 2004 pero pierde los dedos de los pies.

Nanga Parbat

8.125 metros

1 vez

Lo conquista en 1992 tras una serie de expediciones de gran dificultad sin el éxito de la cima.

Kangchenjunga

8.586 metros

2 veces

En su primer ascenso, en 1996, los hermanos Iñurrategi le salvan de una muerte segura en la bajada.

Annapurna

8.091 metros

2 veces

En 1999 cierra su primera ronda de los catorce ochomiles y en 2010 muere su compañero Tolo Calafat.