CUANDO el ser humano se gira hacia la memoria, ese revisionismo del pasado, tiende a quedarse con lo bueno. Es un mecanismo de la mente para nutrir el futuro, esa hipótesis donde danzan la ilusión y la esperanza. “Sacas lo bueno de lo malo, no sé si se trata de engañarse a uno mismo, pero creo que te sirve para tirar hacia delante cuando las cosas no salen”, reflexiona Omar Fraile (Santurtzi, 17 de julio de 1990), mientras paladea con una sonrisa colgada de su rostro el día después de su triunfo en el Giro de los Apeninos, su primera victoria profesional, un maravilloso rito iniciático. “Ganar hace que te olvides de los malos momentos, te hace sentir que ha merecido la pena tanto trabajo”, dice el santurtziarra, catapultada su moral, impulsadas sus ganas, rearmada su autoestima. “Después de varios postes, el gol sienta muy bien”, evoca en un símil que se agarra al fútbol.
El triunfo posee un poder curativo, sanador, capaz de resetear los malos momentos y llenar la despensa de buenas nuevas. Dice la psicología que el ser humano selecciona aquello que, de manera consciente o inconsciente, le es útil para sobrevivir o le valide para enfrentarse a próximos retos. Los postes de los que habla Omar Fraile le aproximaron, sin duda, al éxtasis del domingo. “Supongo que uno aprende a ganar intentándolo, viendo cómo ganan otros”. Un duro aprendizaje: perder para ganar. Señalan los expertos en psicología que las personas tienden a sobreestimar lo positivo de las situaciones a posteriori (extraer el jugo) y minimizar lo negativo. Las migas pueden ser un manjar. “Digamos que te conformas con cualquier cosa buena”, considera Fraile, que añade “estar en una fuga, hacer bien el trabajo, tirar del equipo cuando tienes que hacerlo... hacer lo que te manden es una satisfacción”. De eso está lleno el ciclismo. Un pelotón de infantería. “Es un deporte muy duro, que tiene más malos momentos que buenos, pero a mí me encanta”, reconoce el santurtziarra, convencido de que los chispazos -“no necesariamente las victorias”, matiza- son capaces de iluminar un paisaje oscuro y angosto. “Ves que merece la pena”.
“Tú a por uno; yo, a por otro” En busca de esa luz, de la luciérnaga que tintinea luminosa, se lanzó el ciclista del Caja Rural, un tipo combativo, amante de las fugas, inquieto. “Soy más de acción que de esperar. Me gusta el lío, soy un guerrillero”, se describe Omar Fraile. Con ese modus operandi, como en otras tantas ocasionases, se empeñó el vizcaino en perseguir el triunfo, esquivo hasta entonces. “Ganar en profesionales siempre ha sido uno de mis objetivos”, subraya. Para enlazar con sus deseos, Omar actuó con determinación, aunque no siempre tuvo el pálpito de que aquello acabaría en festejo. “Hubo un momento, subiendo el puerto, cuando Cunego tiró hacia adelante, que no lo tenía nada claro”, se sincera el corredor. Recompuesto el puzzle, con un grupo de ocho corredores opositando a la victoria, llegó el momento clave. “Amets y yo, que estábamos en el grupo, nos repartimos los marcajes: le dije: tú sales a por uno y yo a por el siguiente que lo intente”. Repartida la tarea, la lotería y las buenas piernas que le habían acompañando durante la clásica quisieron que Omar resolviera en meta. Allí encontró Fraile, el guerrillero, su grial, la paz interior que borra la melancolía.