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Bengoetxea y Untoria arrollan a Berasaluze y Zubieta en la Final de Parejas (7-22)

Oinatz Bengoetxea, amo y señor del duelo, y Álvaro Untoria alcanzan la txapela del Parejas al imponerse holgadamente en bilbao a un inédito Berasaluze y a un sobrepasado Zubieta

Bengoetxea y Untoria arrollan a Berasaluze y Zubieta en la Final de Parejas (7-22)Oskar Martínez

Bilbao - Entre mayúsculo y gigante, camina Oinatz Bengoetxea por la cuerda floja de su propia existencia. El pelotari, omnipresente, es la figura, el hombre. Oinatz es faro, guía, gurú. El delantero de Leitza fue el protagonista de la final del Parejas de ayer en el frontón Bizkaia de Bilbao como lo ha sido de todo el campeonato. El puntillero asoma arrebolado en ataque y comunista en labores defensivas con un sotamano desatascador. Ayer fue el alma de un encuentro por el que su nombre resonará aun inquieto por las aristas del frontón. Bengoetxea VI deslumbró con su forma de jugar. Fue inteligente, valiente, arrojado y efervescente en los momentos de gloria; mientras que bailó agarrado, solvente y tremendamente activo en la defensa en una tarde de chubascos pasajeros. Porque después de un inicio duro y batallado, fue suyo el estirón y la final. Oinatz marcó la pauta y mucho le pesó a Pablo Berasaluze, sin demasiada incidencia, y Aitor Zubieta, superado en la pelea.

Álvaro Untoria, el invitado de excepción, fue el mejor acompañante para un ciclón como el leitzarra. Muchas eran las dudas sobre la disposición del zaguero najerino, reenganchado del Parejas de Segunda en sustitución de Andoni Aretxabaleta, por aquello de estar afrontando su primera gran cita en la élite. Pero cumplió e, incluso, gozó. En gran medida, por el trabajo de Bengoetxea VI. El leitzarra le quitó todas las pelotas malas, le animó y le restó carga laboral con el sotamano, quizás la postura más complicada, que ejecuta el delantero como los ángeles. Ahí estuvo su primer mano a mano en 2008 y ahí estuvo la final. Entre buscar los pies a Pablo, sacándole del sitio, y contemporizar, la lectura del puntillero de un partido que se podía haber complicado fue perfecta. En el resultado está la distancia. 7-22. Mucha. Un tirón fatal se tradujo en un cetro en el que Oinatz fue arquitecto, patrón y obrero. Y Untoria, su mejor socio. Sin estridencias, al riojano no se le vieron las costuras. Legendaria será su escalada a la txapela.

El cielo deberá esperar a Pablo Berasaluze. No tuvo su día y se le escapó el tiempo del partido como arena entre los dedos. El berriztarra, un delantero artista como él solo, rematador, preciosista, no estuvo. Oinatz le borró del mapa. Le sacó de sitio. De quicio. Bengoetxea le buscó en el cruce de caminos, en el cuatro y medio. Sin opción de encontrar pelota en los cuadros delanteros, porque tampoco abrió demasiadas brechas Zubieta, forzado por el trote de cubrir cancha y seleccionar cueros. Le arrebató el aire, pero cuando lo encontraba, ahí estaba el leitzarra: todo oxígeno y velocidad. Estuvo el mago de Berriz sobrepasado por el instante, agarrotado y bloqueado. Quizás se le pueda achacar que debería haber aportado mayor calidad de trabajo a la batalla con Zubieta, pero sus contrincantes fueron tremendamente superiores. El resultado fue justo y Oinatz demasiado. Para ambos. No cometió ningún error y acabó once tantos, dos de ellos de saque. En una final. Increíble.

Brutal fue el inicio. Una alegoría a la pelota. Fue muy bueno. Aunque lo que marquen las enciclopedias de la pelota sean únicamente los títulos, lo cierto es que el alma del partido anidó en los primeros doce tantos. En los que el público, visiblemente entregado por la causa vizcaina, se ató a la emoción de una final del Parejas que nació dura y con aristas. Por un lado, Untoria no pinchó de salida, pero bien es cierto que Oinatz puso claro cuál iba a ser su hoja de ruta: quien quisiera ganar, tendría que tumbarle a él primero. Él era el líder. Al primer saque, se puso de aire, sin ambages, sin miedo. Declaración de intenciones. Y él, en vena se ató a su personalidad descarada y a una forma de juego basada más en la visceralidad que en la contención, por Oinatz es artista, pero sobre todo partisano y estajanovista. A destajo, se batió el cobre el leitzarra para vaciar de presión a Untoria. Este se vino arriba. Y Zubieta, aseado, pugnó en los cuadros largos tranquilo. Se le vio bien, pero sobrepasado. En muchos momentos, padeció un dos contra uno. Los azules contra él. Demasiada tela. Tuvo que emplearse a fondo. El primer tanto lo defendió de aire Bengoetxea VI y lo terminó el coloso etxarriarra con un derechazo que tocó el colchón superior de la pared izquierda. 0-1.

No obstante, se igualaron las cosas después en virtud de la pegada del navarro. Ese era el único modo de desviar el partido para el lado colorado. Zubieta tenía que abrir muchas distancias para asegurar a Berasaluze II el remate bueno. Después de un debate con Untoria en el que partieron de tú a tú, un derechazo inapelable forzó al riojano a descolgar la pelota hasta la zurda del pelotari vizcaino, que movió a Oinatz al ancho, que llevó de forma acrobática, y terminó atrás. Superó a Álvaro, tocado por la cobertura en el txoko. El siguiente, otro tanto elaborado colorado, finalizó con un gancho el manista de Berriz. 2-1. Parecía otra cosa. Parecía que había final.

Pero Oinatz estaba allí: listo en postas. Igualó con un gancho, que agarró Pablo, y un buruzgain. Lo siguiente fue un saque-remate.

La revuelta al pasado fue inevitable. En la semifinal, en la que Pablo-Zubieta cayeron 9-22, el servicio fue un quebradero de cabeza. Ayer también. Bengoetxea sacó largo y metió en problemas a sus contrincantes. Del saque, al cielo. Aun así, la dureza no cesó y sumó una escapada Untoria que besó lona. El empate a tres cambió cierta dinámica y la pelota. A cueros más vivos, más diferencias marcaba Zubieta. Aitor pegó un derechazo que el riojano no llevó. 4-3. Fue la segunda vez que los colorados estuvieron por delante y la última.

El bajón

Oinatz puso en marcha el plan, después de un principio de envite a toda velocidad, repleto de ritmo. Sacó de sitio a Berasaluze II y dio gas a los pies. Pablo erró en una apertura, los azules pasaron por el cestaño, cogieron su material y volvieron a poner en dudas a sus contrincantes con el saque. Del abrazo a cuatro se escaparon al 4-6 con un gancho genial del leitzarra. Un yerro de Untoria arrimó el marcador, pero fue un espejismo. Bengoetxea volvió a tomar el toro por los cuernos. Pablo estuvo sin incidencia, sin posibilidad de mostrarse. Quizás fue el miedo escénico o los desperfectos del huracán navarro. Así, alcanzaron el 5-9, que rompió el berriztarra con una apertura.

Y llegó el desplome. Oinatz, con ángel, siguió en lo suyo. Y Untoria no bajó. El que sí lo hizo y con razón fue Zubieta, que tuvo que hacer muchos kilómetros, alcanzando forzado muchas pelotas. Berasaluze terminó desactivado, sumando siete errores en su cuenta personal y solamente tres tantos. Mérito de Bengoetxea. Dejaron en seis a sus contrincantes hasta el cartón 21, en el que el berriztarra ejecutó su mejor remate: una dejada en la punta. Falló la última Pablo y se derrumbó el sueño vizcaino. Puede esperar. Tendrá que esperar.