Bengoetxea VI y Untoria ponen pie y medio en la final del Parejas
Bengoetxea VI Y Untoria ponen pie y medio en la final del parejas tras triunfar ante Ezkurdia y Zabaleta
Duración: 1h 19 minutos de juego.
Saques: 1 de Bengoetxea VI (tanto 5) y 3 de Ezkurdia (tantos 2, 13 y 16).
Faltas de saque: 1 de Bengoetxea VI.
Pelotazos: 688 pelotazos a buena.
Tantos en juego: 15 de Bengoetxea VI, 1 de Untoria, 5 de Ezkurdia y 2 de Zabaleta.
Errores: 5 de Bengoetxea VI, 2 de Untoria, 4 de Ezkurdia y 1 de Zabaleta
Marcador: 1-1, 2-25, 9-3, 10-3, 11-4, 12-8, 12-9, 13-11, 17-12, 17-17, 18-18 y 22-18.
Botilleros: Ejercieron de botilleros Rubén Beloki (con Bengoetxea VI-Untoria) y Jokin Etxaniz (con Ezkurdia-Zabaleta).
Incidencias: Partido correspondiente a la segunda jornada de la liguilla de los cuartos de final del Parejas de Primera de la LEP.M disputado en el frontón Labrit de Iruñea. Lleno. 1.000 espectadores.
bilbao - Habría que hacer que algunos partidos no acabaran nunca. Que perdurasen. Que se quedaran anclados en un tiempo y espacio distinto, especial. Fuera de lo patronado. Fuera de las clasificaciones, los campeonatos o los apuros. Pero, ¿qué es esto sino un estímulo más? Un poco de pimienta. Un foco de intangibilidad más, una losa más, un hito más, una escalera más, una montaña más. O un Himalaya o una Muralla China. O un Vietnam o un Stalingrado o El Álamo. O una playa normanda en junio del 44. Sabor a hierro. Pimienta. Algo más allá del tiempo.
Como el grito de Oinatz Bengoetxea, repleto el Labrit, con el armazón vacío, desnutrido, flaco de esfuerzo y ansiedad, arrebolado por la ambición, cuando un gancho moría colorado. O cuando agarraba la cara de Joseba Ezkurdia, segundos después de encajar el remate, definitivo, el 22-18 a las puertas de la final del Parejas, mientras buscaba respuestas en el aire el de Arbizu con un gesto y José Javier Zabaleta, mayúsculo, se cruzaba. O cuando Álvaro Untoria buscaba en los abrazos hacer pie, desfondado, tras sobrevivir a un bombardeo y agarrar de las solapas un partido debatido que solo podía tener un desenlace: o él sin fuerzas, varado, o él fusionado en multitud. Negro o blanco. No hay grises.
Y más en casi setecientos pelotazos (688), jugados a ritmo febril, inconsciente y ligeramente kamikaze en los primeros compases por parte de los colorados, porque el premio era tener casi los dos pies en la final del Parejas. Ganaron Oinatz y Untoria y estarán en ella si consiguen el triunfo Pablo Berasaluze y Aitor Zubieta hoy.
En la batalla, mayúscula y preciosa por tensa y bien jugada, entonces, se mostró el alma de dos modelos. De dos arquetipos. Bengoetxea comandó su dueto con porte de artista de trincheras, era su camino siendo Untoria un pelotari con menos dinamita que sus contrincantes. Y Ezkurdia-Zabaleta argumentaron lo que son: pelotaris de poder. Ardillas contra gigantes. Ritmo y golpes. Riesgo y altura, que en la víspera era la receta y la señal. El guardaespaldas najerino, de salida, iba a ser alimento de leones, de masacre. El cristiano en el Circo. Untoria iba a ser el rival a aplastar por dos manistas poderosos. Porque si Zabaleta asume su papel de pegador absoluto, la volea de Ezkurdia es el desatascador, con velocidad y potencia: cuchillo para el gaznate. Labor oscura, pero agradecida.
Pues bien, con esta primera visión, Bengoetxea VI sacó su mirada. Su centelleo. Listo como el hambre, agregó gas a un inicio loco. La pausa daba alas a sus rivales. Joseba, aunque ha mejorado en defensa, tiene un problema de transporte. Esa era la baza. Trincheras contra cazas. Guerrilla contra bombas. Y la cosa salió bien. Mayúsculo fue el inicio de Oinatz, bien acompañado por Untoria, un potro. El delantero de Leitza bajó la pelota y buscó que Ezkurdia se enredara. El de Arbizu cayó en la jugada, en la trampa de la ardilla. 11-3. Demasiado ritmo, velocidad y genio. Mucha tela.
Regaló el saque el leitzarra con una falta y pareció cambiar el camino. Pero aunque Ezkurdia y Zabaleta tienen potencial, asumieron que en una resurrección no hay atajos, que los atajos son otra cosa. Joseba dejó de experimentar y pecó de falta de riesgo durante el resto del partido. La contienda se endureció, Oinatz aguantó y Untoria se aferró a su postura de hombre de hierro. Aguantar y aguantar: sobrevivir.
Encabritados se igualaron las cosas en el 12-11. Zabaleta, para enmarcar, acumulaba kilómetros en manos, piernas y pulmones. Cayó. El más listo de la clase, Oinatz, lo agradeció. 17-11. Todo ataque, el leitzarra solo podía apurar las líneas. No había más gasolina. Pero erró con el siguiente saque-remate y lo azules tuvieron pelota. Llegaron a adelantarse 17-18, maltratando a Untoria -¡qué mérito tuvo el riojano!-, y allí murieron. Porque cinco tantos consecutivos de Bengoetxea cerraron el partido y quizás el pase a la final. Cinco obras maestras. Cinco suspiros sobre chapa ya asfixiados. Su ambición fue definitiva. Y exquisita en un encuentro para enmarcar. El mayor espectáculo del mundo.