donostia. Defiende desde hace varias semanas el vestuario del Bilbao Basket, su plantilla y su cuerpo técnico, que solo falta un pasito, un clic, para que su maquinaria empiece a funcionar de manera más o menos sostenible. Ese pasito con el que debe comenzar cualquier caminata no se dio ayer en Donostia. Más bien se dieron un par de pasos hacia atrás. La computadora de los hombres de negro se colgó de manera abrupta en el primer tiempo, sin que ninguna combinación de teclas la devolviera a su ser, y los de Rafa Pueyo, empequeñecidos, superados de punta a punta por un rival al que le bastó el orden y la localización de las debilidades bilbainas para ganar un terreno imposible posteriormente de reconquistar, tuvieron que salir de Illunbe con la cabeza gacha. Seguirá una semana más el cuadro vizcaino en el sótano de la clasificación, con su casillero de victorias a cero. Mal compañero de viaje ese 0-5 para respirar con tranquilidad.
A día de hoy, la embarcación bilbaina sigue teniendo demasiadas vías de agua como para evitar los naufragios. La retaguardia está lejos de ser el sostén del equipo pues le falta aplomo, solidez, intensidad y probablemente centímetros y exuberancia física (cerrar el rebote defensivo fue ayer misión imposible), mientras que los ataques acostumbran a ser tan unidimensionales (juego al poste bajo, penetraciones embarulladas...) que se convierten en previsibles y cómodos de desactivar para el rival de turno. Como muestra, los de Pueyo solo tiraron ayer tres triples, todos ellos al hierro, durante la primera parte, cuando el Gipuzkoa Basket puso pies en polvorosa en el luminoso hasta conseguir ventajas de hasta 18 puntos. Posteriormente, con la soga prácticamente al cuello, buscó el amparo de la línea de 6,75 en el arranque del último cuarto y ello le valió para acercarse hasta los cuatro puntos (72-68). Pero ni entonces fue capaz de aprovechar la debilidad de un rival que se tambaleaba, medio grogui, sobre la cancha. Pérdidas de balón, lanzamientos forzados, errores en defensa... Demasiados regalos y ausencia de rendimiento regular como para darle la vuelta al marcador.
Al contrario de lo que sería deseable, la rotación bilbaina va a menos con el paso de las jornadas. En lugar de sumar efectivos para la causa, los jugadores de confianza de Pueyo se han reducido a siete: Dairis Bertans, el gran puntal en estos momentos y el único jugador capaz de cambiar la dinámica de un partido, el incisivo Kavaliauskas y la vieja guardia pretoriana. A Jackie Carmichael ya no se le espera, pero sorprende que una vez más Mamadou Samb viera todo el partido desde el banquillo mientras Hervelle se veía obligado a jugar 37 minutos o que jugadores que deberían aportar peligro desde la línea exterior pasen totalmente desapercibidos. Zoran Vrkic fue activado durante diez minutos sin lanzar ni una sola vez a canasta mientras que Fran Pilepic apenas jugó dos minutos cuando durante muchísimas fases de la contienda era palpable que al equipo le hacían falta puntos y amenaza desde el perímetro. La ecuación tiene cada vez más incógnitas y así es complicado encontrar una solución.
ABRUMADOS El duelo amaneció convertido en un mano a mano entre pívots, pues lo que en una canasta materializaba Kavaliauskas encontraba perfecta respuesta por parte de Doblas en la otra. Gozaron los visitantes de las primeras rentas, pero no tardaron los de Sito Alonso en sacar a la vista las costuras de la defensa bilbaina, demasiado endeble. Lo hicieron desde la línea de 6,75, con cuatro triples en un abrir y cerrar de ojos (dos de Ramsdell, uno de Salgado y otro de Winchester) que dispararon el luminoso hasta el 22-15, pero la entrada en escena del siempre punzante Bertans permitió que la vía de agua no fuera a mayores a la conclusión del acto inicial (26-21), aunque los guarismos guipuzcoanos dejaban claro dónde radicaban unos problemas que fueron a más en el segundo cuarto. El Gipuzkoa Basket se hizo amo y señor de la contienda y para ello no tuvo que hacer más que aprovechar las carencias de un rival muy desfigurado. Ataques demasiado previsibles, retaguardia rota con la que Hanley hizo lo que quiso, incapacidad para cerrar el rebote defensivo... Todo esto cristalizó en un 41-30 a 3:42 del descanso, con los de Pueyo absolutamente a merced de su rival. Y la cosa no hizo más que empeorar para un equipo deshilachado que se fue a vestuarios en el ecuador del duelo habiendo regalado nueve rebotes ofensivos al rival, con solo tres triples intentados sin convertir ninguno y, sobre todo, con un 50-34 en contra que resumía perfectamente las sensaciones y constantes vitales de ambos bandos.
Y con el viento a favor, el Gipuzkoa Basket comenzó a explotar uno de sus mejores recursos: las piernas de Neto. El turbo del base carioca dio aún más aire a los anfitriones (56-38) y entonces, solo entonces, cuando pensar en la remontada era igual de complicado que subir un ochomil a pulmón, el Bilbao Basket, aunque fuera a ramalazos, empezó a mostrarse como debe. Endureció su defensa y diversificó su juego hasta el 65-54 a diez minutos del final y en el último acto fio su suerte a los triples para recuperar el rebufo de los donostiarras. Pero intentar dar la vuelta a un partido permaneciendo cinco minutos sin anotar, con el rival absolutamente desnortado y a falta del golpe de gracia para besar la lona, es una quimera. Los de Pueyo desaprovecharon infinidad de oportunidades para colocarse a la par de su adversario y al final, Ramsdell, con un triple, acabó ajusticiando a los hombres de negro.