Mutiloa
Juan Martínez de Irujo es la nitidez en estado puro. Cuando se moja, que es siempre, es un maremoto sin contemplaciones. No se corta. "Es uno de mis fallos, que no me callo nada", afirma sentado frente al riachuelo que divide el parque de Santxiki, en Mutiloa, donde reside con su familia. Hace un sol de justicia y su uniforme es manga corta y sandalias. "Si le tengo que decir algo a alguien se lo digo. Me gusta solucionar los problemas a la cara", reconoce. Honesto en sus intenciones, su camino en el frontón es similar. Sin especulaciones. Le preguntan que si ha reculado este Parejas con José Javier Zabaleta, de que siempre pega para atrás, que está menos agresivo, pero espeta Juan que "no sé si veis los partidos o solo escucháis, porque ha habido partidos que he hecho 14, 15 y 16 tantos, si eso no es jugar agresivo, apaga y vámonos" y concreta que "hemos jugado lo que teníamos que jugar. Estoy convencido". Y es cierto. En su hoja de ruta se acumulan tantos, madurados o no, que son marca de la casa. También tenía que aprovechar al pegador de Etxarren. "Hemos planteado los partidos como pareja, pero de aire he entrado como casi siempre para ayudar a José. A la pelota que le va mal intento entrar de gancho. ¿Que he hecho otro juego? No lo sé, pero en el campeonato solo vale una cosa, llegar a 22. Y también hemos dado espectáculo", manifiesta. Es su leitmotiv: llegar al 22. No hay trampa ni cartón.
También se habla de la madurez, que quizás le llega a siete meses de cumplir 32 años. Él no lo ve así. Es algo más sencillo. "Yo no le llamaría madurez. Yo creo que hay que jugar así. A José le he dejado las buenas por la derecha que tiene, pero también hay que ayudarle en las malas", confiesa Juan. Y ese trabajo sucio quedó patente en el único envite del Parejas en el que el de Ibero no ha podido estar por problemas de anginas. Fue en el Ogueta de Gasteiz, una cancha dura, en la que fue sustituido el navarro por Julen Retegi, quien no supo lidiar junto a Zabaleta, ayudarle y aprovechar sus cualidades. Oinatz Bengoetxea y Mikel Beroiz les pasaron por encima sin contemplaciones y el público empezó a echarle de menos cerca del frontis. No obstante, no olvida Juan la importancia del zaguero de Etxarren para la llegada a la final: "Tiene una pegada espectacular y lo primero que hay que hacer es madurar el tanto atrás. Pero yo nunca he renunciado al ataque".
A pesar del carácter volcánico del de Ibero, que "tanto me ha dado", Juan está tranquilo, relajado. A apenas cruzar la calle está su casa y es su ambiente. Pero también está acostumbrado al trajín de las semanas previas del campeonato. "Son días que hay que saber llevar", dice. "Ojalá en junio me toque otra vez". Y es que en su camino -diez años como profesional cumple en verano- se acumulan dieciséis finales de campeonatos de la Liga de Empresas, nueve txapelas e infinitos partidos transcendentes. Por eso, quizás, cabía esperar algún tipo de ansiedad en su mirada. Porque desde el cetro del Cuatro y Medio que arrebató a Abel Barriola en el Atano en diciembre de 2010 tras un inicio malo del delantero, no ha vuelto a subirse en lo alto del cajón. Oportunidades ha tenido: la final del Cuatro y Medio de 2011 y la del Manomanista de 2012. En las dos, Olaizola II el invencible apareció con asombroso apetito. "Hay que tener en cuenta que me ha tocado enfrentarme a un Aimar terrible que está jugando muy bien y al que le están saliendo las cosas. Claro que le doy vueltas, pero tampoco es una gran preocupación. Lo que quiero es estar bien, entrenar bien y las finales ya llegarán y también las txapelas", analiza y apostilla que "hasta ahora no me he descuidado y he jugado un montón de finales. Incluso hay gente que me dice que ya tengo todo hecho, que tengo ya nueve txapelas y que a ver quién tiene cuatro del mano a mano, el campeonato rey". Y analiza que no tiene ansiedad por aquello de llevar sin adornar su vitrinas con un grande, porque "si eso me tiene que preocupar a mí, qué les preocupara a los que tienen menos txapelas". Aunque comenta que la gente le dice que tiene todo hecho, no especula: "Si pienso así, sería conformarse, dejar pasar el tiempo y aguantar por aguantar. Pero, al final, la competición es lo que da y quita a todos los deportistas. Es lo que te hace seguir entrenando. Si no fuera así, no me metería las palizas que me meto todos los días". Pero diciembre de 2010 es la última de sus victorias de lana. "De todas formas es complicado ganar, somos muchos pelotaris, creo que hay un nivel muy alto en la pelota. Mira a Pablito, también está consagrado y no tiene ninguna txapela. Me tengo que dar con un canto en los dientes porque tengo nueve y con esta van a ser 16 finales disputadas. Y siempre no estás bien, puedes tener alguna lesión que no te deja entrenar. Ahora estoy bien, estoy entrenando a gusto, tengo la oportunidad de jugar otra final y tengo que aprovechar el momento", responde, lacónico. Conformarse es igual a perder el hambre y a Irujo le rugen las tripas.
De hecho, en sus comparecencias lo que parece es que tiene tallado a fuego entre ceja y ceja esta txapela, que no va a escatimar para conseguirla y que, por eso, quizás está relajado. "Siempre tengo en mente la idea de ganar, siempre tengo la txapela y creo que está bien pensarlo. Luego, si no la ganas, mala suerte, pero por trabajar que no quede. Llegará un día que ya no pueda ganar, sobre todo el Manomanista". En una generación de pelotaris excepcional, en el que el abanico es tan amplio y diferente, Irujo confía en que llegará el día en el que cambio aparezca. "Aquí la gente viene jugando bien y pueden desbancarnos. Llegará el día que estén arriba y nos ganen. Relevo hay -Ezkurdia, Jaunarena, Idoate...-. Que aguantemos una temporada ganándoles, mejor, pero eso ya se verá. Siempre va a haber relevo en la pelota. A los jóvenes les ves jugar, y hay juego alegre". Sonríe. "Hay días que he sido el más viejo del vestuario. Pero si sigo jugando de azul es bueno. Aunque... ¡Mejor de colorado si soy campeón!", analiza Juan.
días de relax De todos modos, en el remanso de paz que es Mutiloa, en el que apenas camina gente en un día soleado -al fin y al cabo, se trata de un pueblo dormitorio de Iruñea-, Juan hace un repaso de todo lo que acontece en las previas a las finales. A pesar de todo no parece sobresaltarse. Es la costumbre. "Pronto empezarán los nervios, se tienen y es bueno, es buena señal", comenta. Para empezar, ya se ha olvidado de la palabra vacaciones. "No sé lo que son porque luego empieza el mano a mano enseguida, quiero empalmar y seguir estando bien. Antes del verano, quizás caiga una semanita...", añade el huracán de Ibero. Para continuar, el día previo a la final aún no sabe qué hará. "Me pongo un poco raro, como todos", dice, y se aísla. En anteriores ocasiones consistía en ir a Ibero, a casa de sus padres la noche anterior. Pero "no soy supersticioso". "Otras veces me he ido al monte, a Etxauri a casa de un amigo, antes del mano a mano a los cerezos de Bidaurreta, el pueblo de mi madre... Lo importante es desconectar y estar a gusto, olvidándote de todo", analiza el manista. Y es que lo que se mueve a su alrededor siempre es pelota y en esas semanas se convierte la final del Parejas en tema casi único. "Me gusta ir al pueblo porque allí eres uno más, intento evitar las masificaciones", concreta el delantero.
Así las cosas, la familia, "que tiene que aguantarme", le ayuda a superar estas dos semanas de incertidumbre. Por él hubiera jugado el pasado domingo. Siempre lo dice. "Estando bien, yo jugaría seguido", relata. "La niña se entera de que voy a jugar al frontón y poco más y que juego el domingo una final ni se le pasa por la cabeza. Son unos días en los que mi pareja y mis padres me tienen que aguantar, sobre todo cuando se acerca la fecha, que te vuelves un poco raro", confirma. Pero Arhane, su hija, le ayuda a echar fuera esa tensión. Lógico. "Te distraes y estás a lo que manda ella. A veces parece que te cansas, pero vas detrás de ella muy a gusto. Cuando llego a casa, estoy deseando de que esté", manifiesta Martínez de Irujo.
En el frontón Bizkaia dentro de unos días a Martínez de Irujo y Zabaleta les tocará jugar una final en territorio enemigo. Serán los malos de la película. "A nosotros nos gusta que haya ambiente y si le animan al contrario da más rabia para fastidiar un poco, entre comillas, a la gente que haya ido", remata Juan. "Tú vas a lo tuyo. Es como ganarle a Augusto en el Adarraga, que te gusta. Pero sin querer hacer mal a nadie. Al final te motiva un poco los ánimos en contra", confirma. Le ponen. Es incorformista.