Duración: 64 minutos.

Saques: 4 de Jaunarena (tantos 5, 6, 13 y 21) y 4 de Untoria (tantos 2,

7, 17 y 19).

Faltas de saque: 1 de Jaunarena.

Pelotazos: 286.

Tantos en juego: 14 de Jaunarena y 7 de Untoria.

Errores: 8 de Jaunarena y 4 de Untoria.

Pasas: Ninguna.

Marcador: 7-0, 7-2, 8-2, 8-3, 9-3, 9-8, 11-8, 11-11, 11-12, 12-12, 13-12, 13-13, 13-14, 14-14, 17-14, 17-15, 18-15, 18-17, 21-17, 21-20 y 22-20.

Jueces: Fermín Aldave, Ismael López de Goicoechea y Ángel Salaberria.

Botilleros: Barriola con Jaunarena (Aspe) y Petite con Untoria (Asegarce).

Apuestas: 100 a 70 favorables a Jaunarena.

Incidencias: Final del Cuatro y Medio de Segunda disputada en el frontón

Labrit de Iruñea. Unos 600 espectadores.

iruñea. "Goazen Jaunarena!", cantaba la grada caliente del Labrit de Iruñea. Ardiendo tras un partido exhausto, una final durísima, desde las butacas aún se exigía más madera, más gasolina que quemar dentro de la cancha, más sacrificio, más pelotazos. Pero Jon Jaunarena, aclamado por un efervescente público que se lanzó lo mismo del lado del leitzarra como del de Álvaro Untoria, fue el que acabó la contienda mientras todo el mundo se quedaba sin respiración con una dejada al txoko digna de mención en los libros de historia pelotazale. Escrito el golpe con una zurda de escándalo, con la que tan pronto dicta un poema como elabora una canción de rock, el delantero se llevó la txapela del Cuatro y Medio de Segunda, la tercera del curso 2012 en la categoría de Promoción. Pide paso el navarro. Y después, tras meter desde lejísimos un zurdazo de impresión, miró hacia la silla, hasta vislumbrar a Abel Barriola, su botillero, al que dedicó el detalle y el entorchado.

Un entorchado complicadísimo de conseguir, no obstante. El delantero tuvo que sudar sangre para calarse la txapela ante un adversario irregular, pero que le da mucho y bien con la izquierda. Ayer lo demostró en el Labrit el najerino Untoria, repartiendo mandobles a diestro y siniestro. Empezó sonoramente doblegado el riojano en el luminoso. De salida y con dos poderosas manos, Jaunarena planteó el partido a bote, a jugársela de poder a poder, y le salió cara. Un 7-0 para empezar. Con un saque afiladísimo, Jaunarena abría huecos ante su contrincante, buen restador a pesar de todo, hasta tener ganado cada centímetro de terreno, porque cada pelotazo del leitzarra significaba dominar significativamente el tanto. Así, un zaguero como Untoria, que no sabe acabar en los cuadros alegres, era incapaz de sujetar a su adversario.

Sin embargo, todo lo que se prometía un camino de rosas acabó por desplomarse para el delantero de Aspe. Y acabó pinchándose. Porque, aunque venía de atrás Untoria, Jaunarena acusó el saque rival y, entre los regalos y los restos fallidos, el guardaespaldas de Nájera volvió a encontrar gasolina para su zurda. Abrió gas Álvaro y se metió en la final a base de sacrificio y de la falta de paciencia de su contrincante. No aprovechó Jaunarena la distancia y el de Asegarce se acercó peligrosamente a base de meter velocidad a la pelota. Se pusieron 9-8 y ya comenzaban a tiritarle las piernas al de Leitza, porque no le daba como antes y los envenenados saques de su rival le causaban una brecha enorme. En el cartón once se igualaron las cosas. Jon parecía desaparecido, sin chispa; mientras que Untoria, quien había empezado como un fantasma, había dado la vuelta al cuerpo y al marcador.

Aullaba el público ante tan magno envite de valor y dureza, mientras unos alababan a Untoria, otros hacían lo propio con Jaunarena, entre el "sí se puede" y el "goazen Jaunarena!". Y Jon, casi herido de muerte, sin la calidez necesaria, encontró el camino de manos de su zurda. Porque desde que la soltara como los ángeles en el primer tramo, parecía haberla tenido encogida, sin esa clarividencia del inicio de la contienda. El navarro encontró una tacada y esa dejada con el agua al cuello.

También fue el destino cruel con el bravo Untoria, quien mereció su parte de txapela por el gran despliegue que hizo, pero fueron los errores de Jaunarena los que le auparon y fueron los aciertos de Jaunarena los que le sentenciaron de manera magistral.