"Solo miro hacia atrás para recordar lo bueno"
Roberto Heras inauguró el jueves la exposición itinerante 'Titan Desert Solidaria', compuesta por trece imágenes de la prueba extrema de mountain bike que acoge la estación del Metro del Casco Viejo y en la que figuran los cicloturistas vizcainos del equipo Ciclos Maestre
bilbao. Roberto Heras (Béjar, Salamanca, 1974) vive como atacaba, sin mirar hacia atrás, que es como caminan por el mundo los determinados. "Solo miro hacia atrás para recordar lo bueno", dice. El jueves estuvo en Bilbao en un viaje relámpago. Llegó temprano por la mañana y cogió a las 16.00 horas el vuelo de regreso a Barcelona, donde vive "feliz" con su mujer y sus dos hijas. No pisaba la capital vizcaina desde 2005, su último año profesional, el de la Vuelta de la épica que acabó en escándalo por su positivo. Aquello fulminó una carrera deportiva antológica -ganó tres Vueltas y fue un escalador de leyenda- ligada desde su amanecer a Euskadi. Hizo la mili en Mungia porque su padre trabajaba en Bilbao como instalador de tubos de gas natural. Corrió en aficionados en La Fortaleza y Pan Ocio, época de la que recuerda con cariño a Enrique e Inma Fernández. Vivió esos años en un piso que le proporcionaba Miguel Madariaga en Galdakao, el pueblo de Igor Antón, líder de Euskaltel-Euskadi y, dice sin dejar resquicio a la duda, "presente y futuro del ciclismo español".
Usted pudo correr en el primer Equipo Euskadi.
Sí, pero se adelantó Kelme quizás porque allí estaba mi paisano Lale Cubino, que me echó una mano. Lale fue el gancho para todos los chavalillos de Béjar que empezamos a andar en bicicleta. Era aquella época en la que ser ciclista era un orgullo. A la vuelta de sus gestas les recibíamos como a héroes.
Su primera gran gesta fue la Vuelta de 2000 que ganó.
Sí, quizás sí. Aquel año también le hice sufrir a Armstrong en el Tour, en la subida al Joux Plane, en los Alpes.
Dicen que por eso, porque suponía una amenaza en la montaña, le fichó el tejano.
Aquella decisión fue sonada pero no me arrepiento. Aquellos tres años con él fueron de los mejores. Aunque cada época, a su manera, fue buena.
¿La ambición le llevó al Liberty Seguros?
A ver, la historia se ha contado de muchas maneras pero es así: cuando fiché cuatro años con US Postal la idea de ellos y la mía era que Lance estuviese dos años más y luego lo dejase. Esos dos años iban a ser un periodo de aprendizaje para preparar el Tour y luego me iba a quedar yo como líder. Como yo veía que Lance no tenía intención de dejarlo, decidí salir del equipo y jugar mis opciones en el Tour.
Eligió el Liberty.
Y los Tours fueron un desastre. Hice una apuesta y no me salió bien.
Ganó la Vuelta de 2005.
Fue bonito. La caída, la resistencia de Menchov, la épica etapa de Pajares...
Luego dio positivo.
Sí, y todo se fue al traste. Pero la vida sigue.
¿Cómo lo recuerda?
Sufrí mucho. Al principio, lo único en lo que pensaba era en apartarme del ciclismo. No quería saber nada. La gente me dice que entonces parecía muy sereno. Puede ser. Pero por dentro lo estaba pasando fatal. Mi gran suerte fue que nunca estuve solo. Me apoyé en la familia, los amigos, el deporte... Mantener una vida acorde a lo que has hecho hasta entonces es muy positivo. A mí me ayudó a no atascarme y a seguir mirando hacia adelante.
¿Qué es lo que más le dolió?
Que no se me permitiese volver a correr. Que te sancionen dos años es muy duro, pero lo es más que no te permitan regresar. De todas maneras, pienso que tiene que ser más duro aún no haber dado nunca positivo y que no te dejen correr. A algunos compañeros les ha pasado.
Usted quiso volver, ¿qué ocurrió?
Yo acaté la sanción. Fueron dos años durísimos durante los que entrené duro porque mantenía la idea de seguir corriendo, pero no se me permitió. Es lo que peor llevé, pero no porque no podía correr, sino por el hecho de no dejarme hacerlo. No entendía la razón. Entonces estaba vigente el Código Ético por el que si dabas positivo estabas sancionado cuatro años, dos de ellos enmascarados. Era una norma desigual. Para unos valía y para otros no. Era pura injusticia.
¿Le dio muchas vueltas?
Sí, pero llegó un momento en el que me dije a mí mismo que era muy feliz siendo quien era y que si no podía volver a correr no pasaba nada. Entendí que la vida seguía igual. Mejor, incluso.
Pasó página.
Totalmente. Y si ahora me dijeran para volver a correr en carretera diría que prefiero no hacerlo.
¿Qué ha cambiado?
Aquellos dos años estuve obcecado con volver. No se me permitía y me sentía roto y vacío por dentro. Ahora estoy en la misma condición física que entonces, pero anímicamente me encuentro a otro nivel: soy feliz con mi vida, haciendo lo que hago.
¿Usted no tiene espinas clavadas?
No al menos por no volver a correr. Quizás sí por la razón por la que yo no podía hacerlo y otros sí. Me corroía aquella injusticia.
¿Sigue cargando con esa losa?
No, ya no es un drama.
¿Pudo olvidarse del ciclismo?
Aquello me cogió al final de mi carrera. Pude hacer muchas cosas antes como para no tener que demostrar nada a nadie.
¿Temió que le quitaran la pasión?
No, eso nadie ni nada puede hacerlo.
¿A Roberto Heras aún le reconocen por la calle?
Incluso hay algunos que piensan que sigo corriendo. Me dicen: ánimo, este año a por el Tour. Y les tengo que recordar que hace tiempo que lo he dejado.
¿Los jóvenes también?
No tantos.
¿Cómo le gusta que le recuerden?
Como un buen deportista. Algunos lo harán por los Tours en los que ayudé a Lance; otros por la Vuelta, el Angliru...
¿Y usted cómo se recuerda?
Como aquel ciclista de las Vueltas a España, los Tours, las experiencias, los amigos...
¿Si pudiese volver ahora volvería?
Es una pregunta sin respuesta porque ya no me la hago. Ahora me encuentro en una fase de mi vida que está muy alejada de todo aquello. Sigo metido en el deporte, pero de otra manera.
¿Se lo planteó cuando lo hizo Armstrong?
Aquello fue una sorpresa tremenda. Pensé que era una broma. Ha sido difícil para él porque se ha encontrado con gente joven y buena como Alberto y Andy. A mí no me hizo pensar porque la idea de volver la tenía yo desde el principio. Lo que ocurre es que luego mi vida ha ido por otro lado.
¿Sigue el ciclismo?
Sí, claro. Pero lo veo de otra manera. Sigo el Giro, las clásicas, la Vuelta al País Vasco... todo lo que puedo. Del ciclismo nunca ha dejado de gustarme su parte deportiva, aunque deteste las otras cosas.
¿Otras cosas?
Dejémoslo ahí.
¿Le gusta lo que ve?
El ciclismo sigue siendo igual de apasionante. A mí me sigue gustando la gente valiente, gente que no se conforma y no se quiere aprovechar del esfuerzo de los demás. Ciclistas ofensivos.
¿Como lo era usted?
Como yo y muchos otros antes y ahora. Sigue habiendo gente valiente que ataca y que no piensa en dejar fuerzas para el final. Están Joaquim, Alberto... y Antón, que creo que es el futuro y el presente del ciclismo español. Ha tenido mala suerte, pero puede ganar vueltas de tres semanas. Este año va al Giro a ganarlo, ¿verdad?
La Vuelta vuelve a Euskadi este año.
Es algo muy positivo.
¿Qué hace usted ahora?
Hace año y medio monté una empresa de entrenamiento. Se llama Roberto Heras Training System. Siempre me ha gustado mucho el aspecto de los fundamentos del entrenamiento, sus bases.
¿Cuál es el primer consejo que da a quienes llegan para que les entrene?
Que disfruten de lo que hacen. Que no sea un sacrificio entrenar cada día. Para mí nunca lo ha sido.
Entrenó a Edurne Pasaban antes de su asalto final a los catorce ochomiles
Fue una cadena porque a ambos, a Edurne y a mí, nos patrocina Giant. Edurne alterna en su preparación la alta montaña y la bicicleta. No resulta difícil entrenarle porque su trabajo es muy aeróbico, de larga distancia, muy parecido al que hace un ciclista de resistencia.
¿Se animará a escalar un ochomil
Ya le dije a Edurne que iría con ella, pero como mucho a un seismil.
Sigue compitiendo.
Opté por el mountain bike porque en la carretera todo lo que no sea profesional no quiero correr. Disfruto de otra manera. La Titan Desert, las carreras de montaña, los maratones... Es otro ciclismo.
También es campeón del mundo.
Sí, bueno (ríe). De Brompton, la marca de una bici plegable. Es una carrera que se hace en Londres y hay que ir vestido de traje. El distribuidor en España es un amigo holandés que vive en Barcelona y me invitó a correr. Todo empezó porque yo me muevo en bici por Barcelona y le compré una plegable para hacerlo.
¿Cómo mira al futuro?
A corto plazo. Quiero que la empresa crezca, pero despacio, sin prisa. Y quiere seguir vinculado al BTT. De todas maneras, todo lo que haga será mirando hacia adelante.
¿No suele mirar hacia atrás?
Nunca, salvo para recordar lo bueno. Lo malo hay que borrarlo. ¿Cómo? Pensando que eres una persona afortunada, como yo.