¡Y sigo siendo el rey!
Titín III y Barriola toman rumbo hacia la final a costa de unos Saralegi y Apraiz impotentes
bilbao. Y de repente unos mariachis comienzan a tocar. Entonces, Titín III se encomienda a las rancheras. Se dice a sí mismo: "Sigo siendo el rey", tal y como reza la famosa canción mexicana. Tal y como demostró en el duelo. No en vano, el caracolero fue demasiado rival para un Saralegi voluntarioso, pero que solamente pudo tratar de defenderse. Asimismo, Alexis Apraiz adoleció de falta de pegamento con su compañero en los cuadros alegres. Por contra, Abel Barriola cuajó una actuación impecable, sin fisuras, el cemento que da el leitzarra a su pareja les convierte en un dúo peligroso.
Comenzaron los colorados bombardeando al gernikarra, quien no aguantó el tipo. El vizcaino pese a haber ganado confianza y experiencia tras el Parejas, aún no tiene la frescura y la liquidez necesaria para afrontar a titanes como los que tenía enfrente. En cuanto flaqueaban las piernas de Apraiz, o bien Titín remataba fácil o Barriola seguía percutiendo hasta reventar la defensa del zaguero azul. Enorme era la diferencia. Abismal.
Constancia y golpeo para eliminar a los azules. El delantero de Tricio se valió del gancho de aire para abandonar a su suerte a Saralegi. Cualquier tanto en contra de los colorados provenía de un destello de genio de Ekaitz o de un fallo propio. Así, la primera docena trajo un 12-6, que doblegaba las esperanzas del de Amezketa y el de Gernika.
Fue entonces cuando llegó el golpe de gracia. Con el sofocante calor del Labrit reventando los pulmones de los manistas, la pareja colorada sacó la casta a pasear, mientras que sus rivales sufrían una embestida de cinco tantos brutales. Ekaitz pareció reaccionar con un gancho al ancho que cautivó al respetable. Se precipitó y lo volvió a intentar y la pelota se fue al territorio de la contracancha. Este fallo fue el inicio de una sangría de errores que finiquitó el duelo. Así, con Titín bien a la hora del remate, su compañero en los cuadros traseros, Abel Barriola, tuvo como mayor virtud su omnipresencia.