CÉSAR ORTUZARGASTEIZ. “Es que es la tercera txapelade Yves y ...”.APierre, los cuellosde la cazadora levantados, izados,orgullosos, le lagrimeaba lamirada, le balbuceaban las palabras,apenas unos susurros, contemplandola gloria de Xala, su hijo, entronizadocon Zubieta en el podio delOgueta, la rampa de acceso al nirvana,donde el cielo queda más cercade Gasteiz después de coronarseante Gonzalez y Laskurain en unafinal de lija, bien jugada, dura, deespíritu espartano que premió el filode Xala, su coreografía letal en elremate, su coraje en el achique y eldespliegue demoledor de Aitor, unmartillo pilón de enorme alcance,cuyo perímetro laminó toda resistenciay cuya voz, tan presente comosu golpe, arengó a un Xala maravillosode punta a punta. Yvette, a doscentímetros de Pierre, enroscabacon sus brazos el estómago, juguetón,y con el gesto, instintivo, primitivo,abrazaba los nervios. Abrigabaentrelazadas las manos los sentimientosmaternales, el de lasmujeres, que saben que la vida palpitaen el vientre generación trasgeneración y por eso cuando lasemociones trepan hasta el corazónse sujetan el estómago.
En el árbolgenealógico de Yves, acodado en elpaseo de cancha, sólo faltabaMarie,su abuela, arropada en la fe a sus 82años, viendo la hazaña de su nietopor televisión con un amiga despuésde que el sábado rezara por Xala, alque de pequeño tenía que arrancardel frontón que respira a un milímetrode su hogar en Gerezieta, elpueblo que vive hombro con hombrocon Lekuine, con la amenaza dedejarle sin alimento, sin sustento nienergía para que pudiera seguirjugando. “Si no vienes, no comes”.Era la única manera con la queMarie lograba despegar a Yves desu constante diálogo con la piedra.
De aquella escena, de aquel pasajede infancia, creció un manistaextraordinario, un diestro que juegacon la zurda, un pelotari sutil,que flota en lugar de caminar, quesusurra en vez de gritar, un croonercon la capacidad de seducción de lasmelodías de Sinatra, un cantanteque no cantaba, que recitaba melodíasde seducción.Con su aspecto bohemio, de poetamaldito, el lekuindarra se elevóvarios cuerpos sobre la final, la hizosuya y la superó extraordinariamentede un salto conmagnífica distinción.Tanta que le alcanzó paraasistir al enérgico, vigoroso y entusiastaZubieta, un Tarzán al quesólo le falta pegarse en el pecho paracombatir. Sucedió que aAitor, impetuoso,vitalista, el pastor anímico deXala durante el torneo, le tembló elpulsó en el amanecer. Sucedió que Yves, intuyó el efecto depredador dela solemnidad, el peso de la púrpurasobre Aitor y le serenó lo suficientepara que tomara altura.
YZubieta, que también tiene abuela,Asunción, que miraba a su nietodesde un televisor en Etxarri-Aranatzacompañada por una amiga yalgunas velas, santos y estampitas,se liberó. El encauzamiento de Aitory las travesuras de Xala compusieronel espinazo central del dueloante Gonzalez y Laskurain, firmes,pero a los que les faltaba una pizca,no se sabe muy bien qué, tal vez losintangibles, esos que dan y que quitana pesar de que su arrancadatuvo más presencia, porque tantoSébastien, bien enraizado y mejorenfocado, como Laskurain, serenoy firme, asimilaron el tonelaje de lacontienda y presentaron unas estupendascredenciales.
GRAN DESPLIEGUE
Ocurrió queamainado Zubieta, que había serenadoel pulsómetro, los engranajesde sus brazos de culturista comenzarona desarrollar su tremendapotencia, que se mide en vatios porquelas brazadas de Aitor son aspasde molinos de viento. Asomado einstalado en la final Zubieta con dospelotazos larguísimos, cargadísimos,que le propulsaron, Xala olvidóel retrovisor y jugueteó con suprodigiosa muñeca y con su enormesentido táctico. Cuando no atacabacon un gancho de tiralíneas alancho, se descolgaba con una dejadalarga en el txoko, donde retrató aSébastien y Laskurain, a los que faltópegamento y flexibilidad envarios pasajes del duelo, que lespenalizaron de mala manera. Ellekuindarra, inteligente, hurgósobre los espacios desprotegidoshasta desquiciar a ambos. Con elmovimiento, de gran estratega,obtuvo dos premios Xala: por unlado desaflojó el nudo que Sébastienle había dibujado en el cuello contres ganchos majestuosos, consecutivos,que anunciaban asfixia: 11-13,y por otro lado sembró de dudas larelación del azkaindarra yAritz.Dealguna manera, Sébastien y Laskurainse despeñaron en el abismo dela incomunicación.
Les condenócuando la final caminaba hacia unejercicio de pura supervivencia.Con las fuerzas en proceso de desgaste,entre jadeos, el azkaindarray el guipuzcoano se cortorcircuitaron,dejaron de sumar, mientrasXala y Zubieta fortalecían aún mássu cordón umbilical. Jamás dudaronni aflojaron el lekuindarra y elnavarro que siempre reinaron enlos momentos transcendentales,cuando manda lo visceral y asuntostales como la moral. Dejaron deentenderse Gonzalez y Laskuraincuando el partido exigía un compromisoabsoluto, el más fluido delos diálogos. La ruptura de ese hiloacabó por devorarles, por alejarlesde la txapela, que envuelta en unamelodía de seducción viajaba raudahacia los ojos de Pierre, hacia elestómago de Yvette y hacia las plegariasde Marie y Asunción.