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pi-pi-pi... vocifera el código morse de la resistencia, el de la capacidad de reacción, la metodología para calcular el límite aeróbico. Los pitidos son el metrónomo, los que marcan el ritmo de los ejercicios que anuncian el test navette, un examen de aptitud cardiorrespiratoria en que el sujeto comienza la prueba andando y la finaliza corriendo, desplazándose de un punto a otro situado a 20 metros de distancia y haciendo el cambio de sentido al ritmo indicado por una señal sonora que va acelerándose progresivamente. El momento en que el individuo, jadeante, interrumpe la prueba es el que indica su resistencia cardiorrespiratoria.

Escuchó Ibai Zabala las voces del afamado test en julio del pasado año ante la atenta mirada de Jorge Jauregi, convertido en su preparador físico por recomendación de Pablo Berasaluze, con el que trabajaba desde mayo. Los pitidos, desbocados, se solaparon en la carrera desesperada del zaguero de Berriz, poseedor de un enorme fondo físico, inspirado en un arquitectura diésel, que penaba, empero, en una prueba donde la resistencia se debe conjugar con la velocidad, como el medio fondo. "Puedo estar mucho tiempo corriendo, pero desde luego, la velocidad no era mi fuerte". El examen, despiadado, reveló lo que Berasaluze intuía. "Pablo me decía que era algo lento en las reacciones y tenía razón". No tardó Jorge en descifrar el chirriante mapa de los sonidos de Ibai.

Detectado el déficit, la falta de explosividad en el tren inferior, que proyecta el juego de los pelotaris -la potencia en las piernas de los manistas es tan fundamental como el juego de pies para un boxeador-, Jorge Jauregi estableció una hoja de ruta para el zaguero de Berriz que incidía en la mejora del impulso que ejercían sus piernas. "Hasta ese momento había hecho muy pocas pesas en el tren inferior y nos centramos en mejorar ese aspecto", apunta Ibai Zabala, que hasta entonces centraba el trabajo de pesas con cargas máximas de pocas repeticiones concentradas sobre todo en la parte superior del cuerpo. "Ahora mezclo las cargas máximas con series más veloces, con menos peso, para ganar en explosividad", expone el berriztarra, que ha ganado dos kilos de músculo en los últimos meses: "Estoy más fuerte y rápido que antes".

Percibe la ganancia muscular Ibai Zabala sobre todo cuando golpea con la izquierda porque apoya más el golpe con la pierna. "De derecha no lo noto tanto porque muevo el brazo más rápido y hago mejor palanca, pero he mejorado de zurda después de potenciar el tren inferior". Fortalecidas las piernas y una vez liberada la derecha, tras quitarse la chapa que la protegía, para gozar más de pelota, el despliegue del zaguero de Berriz creció exponencialmente. "Creo que se han unido las dos circunstancias para la mejoría del juego", destaca Ibai Zabala, que introduce un tercer elemento en la ecuación para comprender su impacto en la trastienda: la regularidad. "No tuve suerte cuando debuté porque al de unos días me tuvieron que operar la mano derecha, pero últimamente no he tenido problemas y eso es fundamental para lograr asentarte y tener confianza. Además, al jugar con menos taco la pelota me sale mejor".

debut en el parejas Le alcanzó al berriztarra su onda expansiva para asomar en varios estelares y superar en el escalafón a manistas más veteranos como sustituto en el Parejas. "Me sorprendió gratamente jugar en el Parejas aunque fuera un partido como suplente. Eso es señal de que lo estoy haciendo bien y la empresa lo valora y confía en mí", desgrana Zabala, que una vez concluida su escueta aventura en el torneo, volvió al de Segunda para entrar junto a Iker Arretxe a la final, que disputarán ante Saralegi y Eskudero el próximo 29 de marzo. Acudirá a la cita el berriztarra con el objetivo de conquistar la txapela que le rehuyó en 2009. "No siento una presión extra por estar en la final, ya tengo la experiencia del año pasado", dice Ibai, tras proyectarse después de atender al mapa de los sonidos.