Intensidad, sudor, ritmos acariciados por diferentes vientos, pasión, estribillos gloriosos junto a proclamas de conciencia social y política… Y muchas canciones, bueno, ya más himnos que canciones de la mano de Fermín Muguruza, uno de los artistas claves que ha amamantado Euskadi en el último medio siglo de sonidos y otras artes enfangadas en la cultura popular, tanto en solitario como al frente de Negu Gorriak y Kortatu. Eso es Akelarre Antifascista (Talka Records), el disco que el irundarra y su banda grabaron el pasado mes de febrero, el día 15, en Madrid, como legado de su gira de despedida de los grandes escenarios y que se promociona en la Azoka.

El directo de Madrid es el legado sonoro de una noche cuyo recuerdo durará años y décadas, el rugido del 40º aniversario de la trayectoria musical de Muguruza desde que despuntara junto a su hermano y añorado Iñigo en aquellos Kortatu skatalíticos que fueron creciendo y abrazando el euskera con el paso de los años antes de que Fermín formara otro grupo legendario, Negu Gorriak, como paso previo a su carrera en solitario.

“Esta gira reivindicará, bailando y pensando, una trayectoria vital y musical de 40 años”, explicaba el mediano de los Muguruza a DEIA al inicio de una gira que tuvo su primer paso oficial en el Bilbao Arena de Miribilla. El objetivo era vivir decenas de veladas de comunicación y fiesta, a la que vez que “decir a los censores que no podrán nunca con nosotros”, apostillaba.

Y aquellos objetivos musicales y socio–políticos vividos por decenas de miles de personas en la gira se plasman, sin ambages y de forma clara, en su testimonio más físico, un doble álbum titulado Akelarre Antifascista que recoge el concierto que Muguruza ofreció en Madrid el pasado 15 de febrero. Un artefacto sonoro que celebra una carrera sin parangón, inquieta, ecléctica y que siempre ha añadido la reinvindicación del arte como resistencia además del obligado componente hedonista que conlleva (casi) toda música popular.

En el corazón de la bestia

Y como reafirmación de sus convicciones, Muguruza eligió la capital estatal, Madrid, esa cuyas instituciones le dieron la espalda y censuraron en no pocas ocasiones, como legado y testimonio de esta gira del agur. En pleno “corazón de la bestia”, según la definición del propio artista, se grabó el testimonio definitivo de su gira 40 Aniversario, un doble disco en directo grabado en el Palacio de los Deportes madrileño que condensa la historia de una resistencia musical y política que ha cruzado generaciones, idiomas y fronteras.

Después de tantos años de censura, de persecuciones, de puertas cerradas, volver a Madrid y grabar este concierto era una necesidad, una forma de cerrar un círculo. Convertir ese mismo espacio en un akelarre de libertad, música y dignidad fue un acto de justicia poética y un símbolo de persistencia cultural. Este disco es un grito de amor y resistencia. Madrid, te quiero, y quedamos en la barricada a las tres”, explica su autor en el encarte del disco.

El concierto, con el aforo de 15.000 personas completo, fue un estallido de energía, memoria y futuro. Teñido de orgulloso presente y refractario a la nostalgia desde el primer acorde de Maputxe y a lo largo de las 38 canciones posteriores, de las míticas y bailables de Kortatu –Sarri Sarri, con Itziar Ituño, El último ska, Zu atrapatu arte, La línea del frente...– a las enormes grabadas junto a Negu Gorriak – Radio Rahim, Itxoiten, Gure Jarrera..–, pasando por las pertenecientes a su más reciente época en solitario, caso de Balazalak, Black is beltza, Dub Manifest

Bien acompañado

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Siempre bien acompañado por su ecléctica banda, con un pabellón reconvertido en un territorio libre donde se mezclaron cuerpos, ritmos, lenguas y banderas, Fermín contó con una serie de invitados especiales: la banda de cumbiatón feminista Tremenda Jauría en Nicaragua Sandinista; Karlitos Animal, de Non Servium, en Zu atrapatu arte; el grupo palestino Watani Group en Yalah, Yalah, Ramallah; la citada Ituño en la mítica Sarri, Sarri

La danza también tuvo varios momentos para unir ancestros africanos y urbanos con el cuerpo de baile formado por la nigeriana–vasca Quinndy y la congoleña–vasca Kuma, al igual que la poesía, firmada por el compositor, músico y bertsolari Jon Maia, que se estrenó en castellano con unas improvisaciones trufadas de memoria, ternura y emoción. “Y ahora somos tierra de acogida, cuando América es una avenida, donde se coge el bus hasta Irún, hasta la muga, somos puerta de salida… No somos Borbón ni Napoleón, ni somos bandera en la Plaza de Colón”, se oye en la grabación.