Rubén Pozo: “En mis discos, como en los de mis favoritos, hay errores porque soy humano y toco para humanos”
El colega de Leiva en Pereza cumple medio siglo con ‘50town’, un disco de rock clásico que presentará en Bilbao el 25 de octubre
Lejos de las multitudes y el fervor popular logrado por Leiva, su excompañero en Pereza, Rubén Pozo es ejemplo de rockero sincero y honesto, un músico de garito y fiel a la música que le pinza el corazón. Acaba de cumplir medio siglo de vida y, por ello, ha titulado 50town (Altafonte) su quinto disco en solitario, publicado este viernes y que presentará en vivo en la Crazy Horse de Bilao el 25 de octubre. “El pop y el rock va de emociones, corazón y sangre caliente”, explica el madrileño en una larga conversación trufada de referencias a Lou Reed, Rosendo, Les Paul, Antonio Vega, los Zeppelin y los Stones.
Es su quinto disco en solitario ya.
Me podría remontar a mis 13 años, cuando empecé con la guitarra... y que con 50 años saque este quinto yo solo tras pasar por Buenas Noches Rose y Pereza, rompe mis expectativas y me hace estar muy ilusionado. No hay quinto malo, se dice.
¿Todavía hay nervios cuando se estrena un disco?
Siempre, pero con este estoy más tranquilo. No sé… igual es por habitar en 50town (risas). Hay mucho trabajo y vericuetos en su creación y grabación, muchas alegrías y frustraciones. Es como las movidas de hacer una película, y este ha sido como una súper producción de Hollywood. Contarlas daría para tres libros, pero queda la segunda parte, la de tocar. Ver el vinilo hace dos semanas en casa… no me lo creía. Resumiendo, más que nervios tengo ilusión. Es como un orgasmito.
¿Qué sería lo mejor y lo peor de su creación?
Me quedo con lo bueno, a valorar lo que tengo, no lo que me falta. Con la gente involucrada, con los músicos, la grabación con Ricky Faulkner en enero, en Casa Murada, en apenas seis días…
Quique González, Ferreiro y Luz Casal han grabado allí.
Es un estudio que está lejos de todo, de distracciones, en Banyeres del Penedès (Tarragona). Además, tiene habitaciones y cocina, así que comes y duermes allí. Al terminar las sesiones, Ricky, que dirigió la grabación y tocó el bajo, se ocupaba de las cenas y ponía música, las copas… No solo en lo musical, en lo que es un genio, él ha sido el gurú en lo humano también. Le faltó solo arroparnos en la cama y darnos un beso de despedida. Trabajó tan bien que dice que soy el único músico con el que ha trabajado que no ha hecho una corrección en las mezclas del disco.
Tiene ese sonido envolvente del directo.
Las bases de batería y bajo con guitarras y teclados se grababan en tomas completas, tocando todos a la vez. Hacíamos varias tomas y se elegía la buena. Luego, añadimos la voz y alguna percusión o teclado. Me gusta ese rollo directo; oigo la sala, la pecera del estudio. Aun así, hay errores, no garrafales, porque no soy un robot; soy un humano que toca con humanos y para humanos. En mis discos favoritos también los hay.
¿Cómo le han caído los 50?
Muy bien. La crisis me llegó a los 48 al pensar que me convertía en poco en un cincuentón. La palabra me dio mal rollo y surgió lo de 50town. Llegaba a la ciudad de los cincuentones, así surgió la canción homónima. Salió del tirón y es optimista, pero también habla de pérdidas. Me quité de esa crisis tirando de humor. El disco no es conceptual, pero esa canción sí espoleó al resto del disco.
Habla de “la mitad de la partida”, se la tira larga.
(Risas). Eso es optimista que te cagas. Se supone que he pasado de la mitad, pero mi abuela se murió con 103 años.
A los 50 cuesta más ir a los conciertos. ¿Lo están notando, eso se contrapesa con nuevos y más jóvenes oyentes?
De lo que poco que he actuado este año, ya he tocado esa canción y a la gente talludita se le ilumina la cara y funciona bien. No he pensado en la gente más joven, la verdad. Igual me dicen que esto no es para mí. Una chica le dijo a Borges que le gustaban sus libros, pero no uno en concreto; él respondió que ese no estaba escrito para ella, que tenía que esperar unos años. Pienso lo mismo, ya hablaremos dentro de unos años, con otra edad. Por ejemplo, tengo Spotify, pero sigo acumulando mogollón de vinilos, que desempolvo y con los que me hago mis sesiones. Es un vicio, sobre todo comprar en tiendas de segunda mano; algunos están dedicados, como el que tengo yo de Lou Reed. Este disco sale en vinilo también.
Loquillo ha cogido el título de su último disco del ‘Legendary Hearts’ de Reed. En ese disco colaboran usted y Leiva, juntos de nuevo.
Ha sido muy bonito porque El Loco es uno de los top. Con 14 años me cayó en las manos su disco A por ellos que somos pocos y cobardes, y me dije que cómo molaba el rock´n´roll.
Comparten los tres ‘Rock and Roll Star’. Jugando con otro título suyo actual, en ella hay mucho ‘puto amo’.
(Risas). En esa canción mía quise jugar con el rollo de los raperos, lo de ser el puto amo, me la vas a comer porque no me llegas a la suela del zapato… Pero es también súper rockera. Me glorifico a mí mismo en poco más de dos minutos y luego vuelvo a ser yo, un tipo tímido y apocado.
Ese deje vacilón casi rapeado lo tenía Reed.
Totalmente, más que rapear, era declamar basándose en una métrica. Una vez se quejó de no ser la portada de las revistas de rap; yo, decía, que no he cantado una puta nota en mi vida.
Ha vuelto a hace un disco de rock clásico.
Hago lo que me sale, aunque sí hay algún sintetizador novedoso, como en Dispárame. Es cuestión de abrir la mente, alternar electricidad con intimismo...
‘Garabato’ es el ejemplo de intimidad.
Es una rueda de cuatro acordes y sin estribillo (de ahí el título) que escribí para mi chica. No se puede corear en un concierto y no me importa que no guste; solo buscaba que le gustara a ella. En tema me pregunto qué hace con alguien como yo (risas). !Qué suerte tengo!
Hay mucho optimismo en las letras.
Sí, gana la luz, ha salido así. Escribí como 40 canciones, no terminadas todas, y luego elegí con Ricky. Debía estar compensado y tener de todo: baladas, rock duro, pop… Es fruto de la casualidad, lo que me encanta, ya que en el arte no todo debe estar trazado o bocetado… me gusta que pasen cosas en el proceso e ir reaccionando a lo inesperado.
“Hay cosas que las haces sin pensar y si las das muchas vueltas ya no salen”, canta.
Tal cual, tío. Como ves, está en el disco también (risas).
En el tema ‘Dispárame’ parece que todo le rebota ya. ¿La madurez?
No sé… no voy a decir que este es mi disco más maduro porque me llamarán rancio. Espero ser siempre un inmaduro. Antes era más serio y concienzudo, le daba vueltas a todo y tardaba en hacer una canción un porrón de tiempo; ahora salen rápido, música y letra, y no me gusta pensar ni que estoy componiendo, solo que me apetece tocar la guitarra e ir haciendo frases. Y me gusta que el boceto salga en una tarde, no más.
En un plis plas.
En el pop y el rock debe trabajarse rápido, no son Las cuatro estaciones de Vivaldi, sino música popular. Si tardas y lo piensas mucho, olvidas de lo que estás hablando. Lennon le dijo a Harrison que cuando empezara una canción y tuviera estrofa y estribillo, siguiera, que no lo dejara para el día siguiente. Hay que esforzarse, en ese momento está ahí ese sentimiento. Un día después solo será el recuerdo de esa sensación. Creo en eso.
Esa fijación por la excelencia la tenía Springsteen en su juventud y hay un tema en el disco, ‘Vamos como queremos’, que es pura The E Street Band.
El piano suena como el de Roy Bittan, como el Bruce de los 70. Surgió al tocar juntos, lo tocó Sergio Valdehita y me apasionó. Has dado en el clavo, sí. ¿Copia o tributo? Me da igual, lo que queráis.
Queda la parte del directo. ¿Ganas?
Sí, estoy a tope. Componer y grabar se hace en habitaciones, solo o con poca gente. Ahora llega que el trabajo reconcentrado y hacia dentro salga. Tengo una banda que me encanta, Los Chicos de la Curva, y estoy como loco de carretera para ver las caras de la gente. Voy con Loza a la batería, Charly a la guitarra y Ángel Herranz, el bajista, el más joven.
Sin teclados.
En este tramo de la gira, de garitos, no, pero los quiero incluir. Es que hay solos de teclado en alguna canción del disco. De momento, formato de banda de rock al uso.
¿Hay que tenerles miedo debido al nombre de la banda?
(Risas). Es buena gente, no. Viene de mi canción La chica de la curva.
Ya no le mosquea que le saquen a colación a Pereza.
No, tío, no. Me lo pasé muy guay con Leiva. Tuvimos un tiempo muy bonito. Muchos crean bandas de jóvenes y que una de ellas tenga esa magnitud es menos habitual. También estuve en Buenas Noches Rose con los colegas del instituto, surgió en Malasaña, cuando había que ficharte y pagarte la grabación. Ahora, todos los medios para grabar los tienen los chavales en casa, incluso en el móvil. También lo pasamos muy bien. He tenido mucha suerte.
En aquel grupo tenían un casta como cantante.
Jordi Skywalker, aprendí mucho con él. Él quería hacer algo especial y vivía cada concierto como si fuera el último. Quizás por ello abandonó, no quería que el grupo fuera un funcionarado y algo mecánico. Era como un chamán, tenía sus flipes y nos hizo daño su decisión, pero con el tiempo valoro lo que hizo. Esto va de emociones, corazón y sangre caliente.
¿Qué ve en futuro? “Cantar, cantar y nada más”, se oye en el disco. Y con una guitarra al lado.
Sí, en Los que ya no están, dedicada a los músicos de mi juventud, a quienes sigo escuchando hoy aunque algunos estén muertos. Ojalá cuando yo no esté, alguien me escuche y le dé la punzada de hacer música. Y la guitarra es mi instrumento, con ella hago las canciones. Y no es solo algo profesional, es casi dependencia. Me encuentro mal, me pongo mustio, si en dos días no he podido tocarla. Cuando le preguntaron al inventor Les Paul sobre el instrumento no habló de madera, bobinas y cuerdas de acero, dijo que la guitarra es una amiga, alguien que te escucha, un barman al cerrar el bar y te pone la última copa. Me encantó. Y la guitarra existirá siempre, da igual la tecnología y la IA. El humano quiere que les cuente las cosas otro humano, lo que es hermoso. Al tocar un instrumento se juntan cuerpo, mente y corazón. Ahí está la magia.
‘Maneras de vivir’, que diría Leño, a quien reivindica en el disco.
En mis discos siempre meto una frase de Rosendo. Antes, al hablar de influencias me ponía estupendo y hablaba de Keith Richards, Jimmy Page, pero quienes más me ha influenciado han sido Rosendo, el guitar hero de los barrios, y Antonio Vega. Al mismo nivel que los citados. Esto va de comunicar, no de técnica.