Un cumpleaños inmejorable
La lluvia no fue impedimento para disfrutar de una noche con mucho ritmo
Creo que lo de celebrar mi cumpleaños en el BBK Live va camino de convertirse en una tradición. Lo hice el año pasado, y este se ha vuelto a repetir haciendo de este día uno inolvidable. Es cierto que nunca me ha gustado demasiado ser la protagonista, pero desde el año pasado no lo llevo ni tan mal, porque tengo la gran suerte de compartir ese protagonismo con otra amiga que también sopla las velas el 11 de julio. Así que un año más, ambas disfrutamos juntas de este día en un lugar tan icónico como Kobetamendi y esta vez sí, con un cartel de lujo.
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Después de pagar la novatada del jueves e ir a coger el bus en la que parecía ser hora punta, el viernes buscamos alternativas para evitar perder el tiempo. Teniendo en cuenta que teníamos los horarios calculados al milímetro por todos los conciertos que queríamos ver, fuimos sobre seguro y nos acercamos hasta la zona del Ayuntamiento de Bilbao donde cogimos un Bilbobus que, aunque pagando, nos dejó en las inmediaciones del recinto. Un pequeño gasto a cambio de poder sentarnos y evitar colas kilométricas.
A diferencia del jueves cuando nos dejamos llevar por la música sin saber muy bien quien tocaba, esta vez lo teníamos muy claro: Amaia, Bad Gyal y Rusowsky. Por suerte, ninguno de los tres conciertos coincidió en cuanto a horario, y pudimos disfrutar de todos ellos sin prisa, aunque con lluvia. Las previsiones se cumplieron y las gotas de agua se hicieron notar. Sin embargo, esto no fue impedimento para disfrutar, cantar y bailar "con la carita empapada" como dijo La Oreja de Van Gogh. Al menos, hasta que el aguacero obligó a detener el recital de Amaia. Eso ya no tuvo tanta gracia. Al cierre de esta columna todavía estábamos esperando a que se reanudara, mientras truenos y relámpagos se unían a la fiesta...
Eso sí, rompí mi regla de no seguir aquello de "para presumir hay que sufrir", y el outfit elegido esta vez quizás no fue el más adecuado. Teniendo en cuenta que iba a llover sí o sí, lo más acertado hubiese sido un pantalón largo y un chubasquero, pero opté por lo siguiente: botas negras altas, estas sí adecuadas para el terreno mojado; pantalón vaquero corto y un top de gasa azul con el que tuve que tener mucho cuidado de no hacer ningún movimiento brusco, por lo delicado de la tela. El chubasquero por su parte, terminó siendo innegociable aunque desentonase un poco con el resto de las prendas. .
Pero bueno, el look aguantó las inclemencias del tiempo y apenas tuve momentos para pasar frío, debido a que todos los conciertos a los que fuimos estaban a reventar. Porque claro, cuando hay artistas de este nivel todos queremos estar lo más cerca posible del escenario y la gente hace cualquier cosa por conseguir un buen sitio. Y nosotras no íbamos a ser menos. Aunque no me gustan demasiado las aglomeraciones, esta vez tocaba pasar por el aro. Así que después de algún que otro empujón y adentrarnos en una masa de gente de la que no sabíamos cuando saldríamos, conseguimos un sitio en el que las personas de más de 1,70 m (no es mi caso) pudieron ver a los y las artistas.
La del viernes fue una noche mágica dedicada en cuerpo y alma a la música. Fuimos rotando de concierto en concierto, de un lugar a otro, y más allá de una pequeña parada para cenar, no paramos de movernos.