Junto al de The Beatles en la azotea de los estudios Abbey Road, el concierto ofrecido por Pink Floyd en el teatro romano de la ciudad italiana de Pompeya, a principios de los 70, se ha convertido en uno de los conciertos más inusuales de la historia, ya que, además de su escenario mágico y su psicodélico repertorio, se realizó sin público. El recital, lo opuesto a la regla en una época post Woodstock, se estrenó en los cines Zubiarte la semana pasada y este pasado viernes ha visto la luz su traslación sonora por vez primera en un formato doble y ampliado.
Pink Floyd at Pompeii (Sony Music) está ya disponible por vez primera más de 50 años después de su realización y en varios formatos: doble vinilo, doble CD, digital y Dolby Atmos. Realizado en 1971, un tiempo en el que los conciertos, siguiendo el modelo de Woodstock o los Stones en Londres, buscaban a atraer a decenas de miles de personas, este ha pasado a la historia al mostrar al cuarteto londinense en un escenario desnudo y sin público, el del teatro romano de la ciudad de Pompeya, la ciudad del sur de Italia que fue destruida por el volcán Vesubio.
Ya con David Gilmour a la guitarra en sustitución del malogrado Syd Barrett, los Floyd era uno de los grupos abanderados del rock progresivo o psicodélico de inicios de los 70 y varios canales de televisión europeos luchaban por realizar un documental sobre ellos. El francés ORTF, el belga RTBF y el alemán Bayerischer Rundfulk contrataron al joven director escocés Adrian Maben –hoy con nacionalidad belga– para materializar la filmación.
Aunque en origen pensó en filmar al grupo tocando entre pinturas y esculturas de artistas como De Chirico, Magritte o Delvaux, ya que era una gran aficionado al arte, Maben finalmente eligió el regio anfiteatro romano de la ciudad italiana de Pompeya, levantado 70 años antes de Cristo, como escenario del recital. Y lo hizo casi de casualidad, ya que la idea le surgió tras regresar al anfiteatro cuando se encontraba sin público para buscar su cartera, que había perdido en la típica visita turística previa.
“En esa época estaba de moda realizar películas sobre un grupo y captar la reacción del público. El mejor ejemplo fue Woodstock y sus cientos de miles de espectadores”, explicó Maben. “A mí me pareció que con Pink Floyd había que hacer otra cosa. Por ello, la idea principal era preparar una película anti-Woodstock, en la que no hubiera público alguno”, apostilló el cineasta. El grupo le dio el visto bueno, pero se negó a hacer playback, así que la situación se complicó porque había que registrar el recital con un único magnetófono de ocho pistas, “lo que lo complicó todo”, según el propio grupo.
Polvo y calor
El rodaje del concierto, ahora disponible, remezclado en sonido y ampliado con una versión alternativa de Careful With that Axe, Eugene, así como la versión original, sin editar, de A Saucerful of Secrets, se llevó a cabo entre el 4 y el 7 de octubre de 1971 y no resultó nada sencillo. Además de que se perdieron varias bobinas de las filmaciones, el grupo interpretó las canciones en un escenario vacío, con un calor asfixiante y un molesto polvo que dañaba el equipo de filmación y grabación.
A pesar de ello, la atmósfera visual y sonora del recital, que se amplió después con algunas tomas y entrevistas en Abbey Road y París a finales de 1971 debido a problemas técnicos y de sincronización, convirtieron el paso de los Floyd por Pompeya en uno de los conciertos más legendarios e influyentes de la historia del rock. El buen aficionado no olvidará jamás a Roger Waters, quien estaba a punto de adueñarse creativamente del cuarteto, tocando un gong; a Gilmour con el pecho al aire haciendo diabluras con su guitarra, sin estridencias y convirtiendo en puro líquido el sonido; a Richard Wright con un peculiar sombrero, y a Nick Mason con melenas y bigotón con insertos de ríos de lava corriendo a la par que la música.
Previo a la cima comercial y artística posterior de The Dark Side of The Moon y Wish You Were Here, Pink Floyd ya anticipan en la introducción actual del disco el latido que sonaba en The Dark Side…, con los sintetizadores jugando con el estéreo antes de dar paso a Echoes, una de las joyas de Meddle que rescatan, con un solo histórico de Gilmour y un crescendo inolvidable. La otra es One of These Days y su increíble sección rítmica, con el bajo marcial de Waters y Mason recitando “uno de estos días te voy a cortar en pedazos”.
Famoso en su época por las transiciones y enlaces entre las composiciones, mayormente instrumentales, el disco se mueve entre el cielo y la pesadilla, entre el blues lento con armónica de Seamus, aquí llamada Mademoiselle Nobs aunque se mantiene el protagonismo del ladrido del perro de la tal Nobs, y el pasaje de terror de Careful Whith..., grito desgarrador y recitado pre–Thriller incluido. Además, interpretaron dos emblemáticos cortes de la época Syd Barrett: A Saucerful of Secrets y Set The Control for The Heart of The Sun, viajes lisérgicos repletos de efectos sonoros, ritmos monolíticos y alucinantes juegos entre guitarras y sintes.