Danserie Ensemble ha puesto música a las poesías del primer libro en euskera, Linguae Vasconum Primitiae, publicado en 1545. “Un hito” en la época con el que su autor, Bernart Etxepare, se propuso elevar el euskera al rango y la categoría que merece. Ahora se ofrece la oportunidad de sentir a través de la música del siglo XVI la poesía del escritor navarro en este disco-libro editado por Pamiela.
¿Qué se va a encontrar el lector-oyente en ‘Bernart Etxepare 1545’?
—Es un disco-libro fruto de un proyecto de investigación musical y de adaptación de las letras de Bernart Etxepare a músicas de la época. El punto de partida es el libro Linguae Vasconum Primitiae, en cuya introducción Etxepare dice que está pensado para que los euskaldunes tengamos una serie de textos, de poesías para hablar entre nosotros, para pasar el tiempo y para cantar. Vemos que fue un libro de poesías pensado para ser cantado. Entonces hemos recurrido a la técnica del contrafactum, muy habitual en esa época: coger una música ya existente que se adecúe a la métrica de una letra y aplicarla a esa letra. Hemos cogido la métrica de los versos de Etxepare, de 15 sílabas, e investigado a ver qué músicas o canciones de la época se adaptaban a esa métrica.
Interpretan esas melodías con instrumentos y técnicas de la época.
—Sí, del Renacimiento en este caso. Suenan flautas de pico renacentistas; el antecesor del txistu, flautas de una mano y percusión; también instrumentos como la chirimía, que es el antecesor del oboe; el laúd medieval, viola da gamba, clave, clavicordio, y uno poco conocido, nyckelharpa arpa, un violín con teclas de origen medieval que hoy se utiliza mucho en la música popular en Suecia.
Con su libro ‘Linguae Vasconum Primitiae’ Etxepare quiso elevar el euskera al rango que tenía el francés en la época.
—Sí. En las dos últimas poesías del libro, Kontrapas y Sautrela, curiosamente los nombres de dos danzas de la época, dos canciones que pueden ser bailadas, Etxepare da una serie de ideas para la normalización del euskera; reivindica el alto estatus del idioma, que, dice, puede ser utilizado para lo que sea. Dice que “de ahora en adelante los príncipes y grandes señores van a desear utilizarlo”. Dice que es un idioma que debe ser valorado por todas las personas, vascohablantes o no, y reivindica que es un idioma que se puede escribir. Porque hay que tener en cuenta que este es el primer libro que tenemos escrito en euskera. Y también reivindica en él un valor muy renacentista, la imprenta, diciendo que gracias a ella el euskera va a ser difundido por todo el mundo. Etxepare pensó en grande, quiso expandir el euskera sin límites: Euskara, jalgi hadi plazara... Este libro, que en cierto sentido es didáctico aunque refleja también experiencias personales del autor, fue una pequeña bomba en la época. Existe un único ejemplar en el mundo, conservado en la Biblioteca Nacional de Francia. Seguro hubo más libros escritos en euskera en el siglo XVI, pero se han perdido.
¿Qué experiencias personales vuelca Etxepare en el libro?
—Son sobre temas religiosos, sobre el amor mundano, que centra la parte más extensa del libro: temas como el desengaño, amores no correspondidos, amores con una mujer casada, celos... hay dos poesías que incluso reflejan una disputa y una agresión sexual, un beso no deseado. Etxepare escribió antes del Concilio de Trento, que tuvo lugar en 1545, año en que publicó su libro; si hubiese escrito a partir de este Concilio que de alguna manera cerró filas y a nivel moral y sexual puso negro sobre blanco, habría sufrido la censura. Él pudo escribir de una manera más libre y espontánea. Y todo está orientado al amor divino. Etxepare, que fue un clérigo de Nafarroa Beherea ascendido luego a vicario de Donibane-Garazi, dice que si nos centramos demasiado en los amores mundanos y los grandes problemas que conllevan, no vamos a ir muy lejos en la vida. Y sublima este amor mundano con el amor divino, sobre todo reflejado en la pureza de la Virgen María, un tema recurrente de la época.
También hizo en sus escritos una defensa de la dignidad de la mujer.
—Sí, es positivamente llamativo que valora mucho a la mujer. En la poesía Emazten fabore nos dice que no hay que censurar a las mujeres, que muchos hombres hablan mal de ellas y que por una falta que hace una mujer los hombres hacen cientos. Que todos nacemos de una mujer, que se debería alabar a la mujer. Dice: nunca he oído que una mujer haya atacado o haya forzado primero a un hombre, siempre la maldad sale de los hombres, ¿por qué hay que culpar siempre a la mujer?, se pregunta.
En la investigación que ha realizado se han producido hallazgos sobre Etxepare que amplían el conocimiento sobre su figura, como el hecho de que tuvo un hijo.
—Sí. Hace ya tres años empecé a meterme en el Archivo de Navarra a mirar cosas sobre Etxepare. Leyendo documentos del siglo XVI, sobre todo de procesos, de juicios, empezaron a salir cosas. Uno de esos hallazgos es que se documenta que Etxepare tuvo un hijo al que bautizó con su mismo nombre, Bernart. Esto nos permite releer su libro desde otra perspectiva, porque conoció el amor carnal, un amor conflictivo porque, aunque era bastante habitual que los curas tuvieran hijos y relaciones con mujeres, tampoco estaba del todo bien visto.
¿Cuál ha sido el mayor reto de la adaptación musical que han llevado a cabo para este disco?
—Por una parte, investigar la música de la época, mirar qué se cantaba y se bailaba en la época, y encontrar melodías de canciones o de danzas que se pudieran adaptar a la métrica que utiliza Etxepare. Hemos tenido que mirar y escuchar mucha música de la época para realizar esta adaptación, y para que los y las cantantes que participan en el disco pudieran hacerlo de la manera más sencilla posible. Etxepare vivió en una época que abarca el final de la Edad Media y el comienzo del Renacimiento, entonces, ¿qué eliges? ¿qué habría escuchado? No es fácil. Hemos incluido un par de músicas medievales y luego melodías de la época que estaban en boga, que eran populares en Europa y que resultaran atrayentes para el público. Hay dos melodías de Iparralde muy bonitas y otras son del Estado español, del francés, de Italia... También dimos muchas vueltas a la selección de los cantantes, y hemos acertado, lo han hecho de una manera muy profesional y competente. Han hecho un gran esfuerzo, cantar en euskera del siglo XVI, en el dialecto bajo navarro oriental.
¿Es muy diferente al euskera que hablamos hoy?
—Cambia, cambia bastante, claro. Hace ya casi cinco siglos... La pronunciación es diferente, hay ‘haches’ aspiradas, y hemos cuidado mucho ese tema, hemos sido muy estrictos y muy honestos con eso.
Las 19 canciones del disco transmiten una espiritualidad, una serenidad y una armonía que son muy necesarias hoy en día, que vivimos de forma tan acelerada.
—Sí. Creo que el oyente lo puede escuchar de manera fácil, es melódico, es agradable y está bien de cara a difundir la figura y el legado de Etxepare al público general. Porque Bernart Etxepare da nombre a muchos centros que conocemos, a un colegio, a institutos... pero mucha gente no sabe quién fue. Este disco-libro es imprescindible para cualquiera que tenga un poco de sensibilidad hacia el euskera. Nos permite descubrir su libro dejándonos llevar por cómo suena esa poesía. Es una manera muy bonita, la oportunidad de tener en la biblioteca un clásico vasco que fue importantísimo, y de transmitírselo a las nuevas generaciones. l